Atahualpa Yupanqui es recordado allí donde descansan sus restos
BUENOS AIRES (EFE) - Un homenaje al cantautor argentino Atahualpa Yupanqui se está realizando desde la víspera y concluirá hoy, cuando se cumplen cien años de su nacimiento en Cerro Colorado, la tierra que eligió como refugio y donde descansan sus restos, al pie de un viejo roble.
El pueblo, al norte de la provincia de Córdoba (centro), a unos 960 kilómetros de Buenos Aires, es el epicentro de los festejos que coronen este "año yupanquiano" para recordar "el legado siempre vigente" de Atahualpa, dijo Roberto Chavero, el hijo del artista, quien preside la Fundación Atahualpa Yupanqui.
Cerro Colorado acogió ayer una muestra de artesanía regional, "mientras que en un escenario montado junto a la iglesia del pueblo, distintos músicos locales brindaron su tributo al Tata (padre)", comentó Chavero.
También se inauguró la muestra "Yupanqui y su Cerro Colorado", con fotografías y objetos personales del cantante, guitarrista y poeta que son atesorados en un museo local que funciona en la finca de descanso de "don Ata", nacido el 31 de enero de 1908 en el paraje de Campo de la Cruz (provincia de Buenos Aires) con el nombre de Héctor Roberto Chavero.
En el marco de esta exposición, se presenta el libro Guitarra, dímelo tú, de Liliana Abdala, un estudio de la poética de Yupanqui, y se realizan talleres de quena, música latinoamericana y "guitarra yupanquiana", la particular forma de interpretar el instrumento que tenía Atahualpa.
En el museo, se descubrió una placa por los cien años del natalicio de Yupanqui, mientras que cerca de la medianoche el cantautor argentino Jairo, que cultivó la amistad con Yupanqui cuando ambos vivían en Francia, dio un recital en el parque local, a espaldas del Cerro Colorado.
En el museo de Cerro Colorado se instaló además un "escenario abierto" para que "con el canto, la poesía o la palabra, cada uno que se acerque pueda expresar espontáneamente su homenaje", apuntó Chavero.
El propio Roberto actuó en la víspera en el parque de la localidad cordobesa, junto con el brasileño Demetrio Xavier, entre otros artistas.
Atahualpa Yupanqui murió en Nimes (Francia) el 23 de mayo de 1992, a los 84 años, y sus cenizas descansan en la finca de Cerro Colorado, a la sombra de un roble.
Jairo dijo que Yupanqui es el ícono de la cultura campera
"Atahualpa Yupanqui fue a la música folklórica argentina lo que Carlos Gardel representó para el tango", aseguró el cantante Jairo.
"Yupanqui es un `Gardel bis'. Lo que Gardel es a la cultura urbana, Yupanqui lo es para la cultura campera. Ambos representan a la Argentina expresada en dos personalidades artísticas", señaló el cantante.
Admirador de Atahualpa, Jairo trabó amistad con el maestro durante los años en que ambos coincidieron en Francia.
"Atahualpa tenía una voz pequeña pero muy cálida. Creó una forma única de tocar la guitarra, cambiando a veces las cuerdas de lugar, y dejaba absorto al público, que era transportado por el sonido de su voz y su carisma", apuntó.
"Fue un artista singular. Como él no hay dos", agregó el intérprete.
Jairo recordó cuando Yupanqui fue a verlo, en 1977, después de una de sus actuaciones en París. Frente al teatro, le dijo que quería conocerlo, no por ser artista, sino por provenir del norte de Córdoba.
"Me sorprendió que se acercara porque era una persona muy difícil, no digo que inaccesible. Pero a él sólo accedía quien él quería. Era muy selectivo y tenía una especie de divorcio con el sistema que rige al mundo del espectáculo. Era un hombre muy discreto", apuntó Jairo, que vivió en París entre ese año y 1994.
Desde ese encuentro, Yupanqui comenzó a frecuentar la casa de Jairo y su esposa, la española Teresa Sainz de los Terreros, con quien Atahualpa tenía una muy buena relación.
Un criollo en Europa. "Yupanqui amaba mucho a España, no sé si tanto Madrid, pero le gustaba mucho el País Vasco, de donde era originaria su madre; y Andalucía, porque le encantaba el arte andaluz, el cante jondo, la guitarra desgarrada de los andaluces. Admiraba mucho a Andrés Segovia, a quien conoció", relató Jairo.
Yupanqui, que desembarcó en Francia en 1948, fue adoptado en París por integrantes de movimientos culturales como el surrealismo. Según Jairo, "don Ata" se ufanaba de haber conocido a Carlos Gardel y admiraba mucho al escritor argentino Jorge Luis Borges.
En París, Yupanqui fue amigo del poeta Paul Éluard (1895-1952), que le ayudó apenas desembarcó y con quien corría por los jardines de Las Tullerías, en "una imagen un poco insólita", admitió Jairo.
El cantante memoró que Atahualpa no hablaba mucho de música cuando visitaba su casa parisina, aunque le brindó "orientaciones" sobre su carrera musical y le llevó algunas partituras.
"La que más me sorprendió y conservo es La milonga del peón de campo", señaló Jairo.
En 1990, cuando Nenette, la mujer de Atahualpa, murió, el artista quedó muy afectado. Pocos días después ofreció un concierto en París que, según quienes siguieron de cerca su trayectoria, fue la mejor actuación de su vida.
"Cuando terminaba cada canción, levantaba la mirada y señalaba con la mano arriba, como dirigiendo esos segmentos de arte puro, algo muy emotivo", recordó Jairo.
En otras voces
-- Ricardo Mollo: "Cuando tomé con todo respeto El arriero de Atahualpa para hacerla con Divididos, mi intención fue que los chicos que no conocían su obra, la descubrieran. Hoy, con el paso del tiempo, puedo decir con orgullo que la misión fue cumplida".
-- Suma Paz: "Yupanqui es y será mi maestro siempre. Tuve la suerte de compartir muchos momentos con él y siempre me dijo: `paisana deje que su corazón le dicte lo que quiera hacer en su carrera, siga el camino de la copla y del corazón noble del pueblo y sus costumbres'".
-- Soledad: "No puede haber un folklorista que se tilde de serlo, que no haya leído o escuchado una composición de Yupanqui porque él es el padre de todos, quien llevó bien alta la bandera de la argentinidad por el mundo. Y nosotros vamos atrás de su legado".
-- Mercedes Sosa: "No me parece correcto hablar de Atahualpa sólo porque se cumpla un aniversario. Los grandes artistas deben tener su reconocimiento en vida y para que no se marchen al olvido hay que interpretar sus canciones y dar a conocer su obra".
ENFOQUE
Un siglo de Don Ata
Hace hoy exactamente cien años que la tierra recibió la definición de su esencia poética. Atahualpa Yupanqui nacía entonces y paralelamente el paisaje ganaba en forma gradual el eje que lo identificaría.
Héctor Roberto Chavero Haram fue el artífice de esa simbiosis: el hombre y el paisaje. Rescató con sus tiempos la voz de la tierra en una visión minuciosa de su contenido puro y folklórico cantándole a un árbol, a las huellas, al caballo o a una piedra abandonada.
Cuando se refería al individuo integrando la geografía, no lo imaginaba con quenas o guitarras. Entonces no le incorporaba literaturas ni coplas. Simplemente enfocaba al "hombre" como elemento integrante del horizonte paisajístico.
Hasta que el poema ganó sus sentimientos. Cuando la guitarra facultó la huella de la evocación. No fue en principio la melodía: tal vez empezó en el lamento de una cuerda proyectada por los caminos del indio, cimientos inequívocos de la obra yupanquiana.
"Se vuelve toda paisaje, cuando del campo nos habla, y en las calles de mi barrio, bordoneando se desangra. En su madero embrujado, caben todas las distancias, y nos lleva noche adentro, y nos alienta y nos mata. ¡Ay noche, si me dijeras, cuando duerme la guitarra!"
Largos senderos de respeto a los silencios y convicciones interiores eternas para reivindicar al peón rural de la llanura, al bagualero con su quejido lastimoso del Noroeste o al cantor de cogollos en las mansas tonadas de Cuyo. Siempre el ser humano en prioridad de definición, y detrás de él, el paisaje que los argentinos supimos entender a través de la genial obra de Don Ata.
Yupanqui de ayer, de hoy. Yupanqui de siempre.
Roberto Oña