Bahía Blanca | Sabado, 27 de abril

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"Maradona nos hizo famosos a todos"

"¿Si alguna vez jugué en esta cancha? No. Vine dos veces como técnico de Estudiantes y Almagro". José Luis Brown, entrenador de Ben Hur, aceptó dejar de pisar el césped del estadio Carminatti para "aislarse", al menos por un rato, de su Ben Hur. Se sentó en un pasillo casi en penumbras, muy cerca del vestuario visitante. Quedaba una hora y media para que empiece el cotejo ante Olimpo, y el campeón con la Selección Argentina en el Mundial de Méjico 1986 cerró los ojos para rememorar la mejor década de su carrera como futbolista, la del `80.

Fotos: Archivo-La Nueva.

Por Sergio Daniel Peyssé / speysse@lanueva.com

   "¿Si alguna vez jugué en esta cancha? No. Vine dos veces como técnico de Estudiantes y Almagro".

   José Luis Brown, entrenador de Ben Hur, aceptó dejar de pisar el césped del estadio Carminatti para "aislarse", al menos por un rato, de su Ben Hur.

   Se sentó en un pasillo casi en penumbras, muy cerca del vestuario visitante. Quedaba una hora y media para que empiece el cotejo ante Olimpo, y el campeón con la Selección Argentina en el Mundial de Méjico 1986 cerró los ojos para rememorar la mejor década de su carrera como futbolista, la del `80.

   —El 19 de febrero de 1984, por el torneo Nacional, Estudiantes ganó 4-0 en este mismo escenario. ¿Por qué vos ya no eras parte de aquel equipazo?

    —A mediados de 1983 me había ido a Colombia (a Nacional de Medellín), donde no me fue bien. Extrañaba a ese equipazo como decís vos. Tenía un mediocampo de lujo, con Trobbiani (Marcelo), Russo (Miguel), Sabella (Alejandro) y Ponce (José Daniel), aunque el plantel se había armado dos años antes sin Trobbiani.

   —¿En el medio marcaba Russo solo?

   —No te creas, los cuatro eran volantes identificados con el buen juego, pero también con el sacrificio. Sabella, Trobbiani y Ponce eran futbolistas exquisitos, aunque ponían el alma y la vida en cada pelota; y eso nos facilitaba la tarea al resto.

   "Ellos eran topadoras en la creación, aunque, cuando perdían el balón, tenían que correr a recuperarlo. En los equipos de Bilardo (Carlos) todos marcaban, ¿o te queda alguna duda?".

   —Ninguna.

   —Ese Estudiantes fue el mejor equipo que integré. Estaba muy bien trabajado, aceitado, era completo, con jugadores de una recuperación terrible como Herrera (Abel) o el "Negro" Agüero (Rubén).

   —¿Ya no hay más elencos como esos?

   —En esa época muchos hablaban de Independiente, que tenía una zona media impresionante compuesta por Guisti (Ricardo), Marangoni (Claudio), Burruchaga (Jorge) y Bochini (Ricardo). Era un gusto para todos ir a ver un choque entre Independiente-Estudiantes.

   —Aquel buen fútbol pareciera que no existe más...

   —Ahora, el que no corre no juega, y eso me da bronca. A los habilidosos los hacen trabajar más en la marca que en la creación, algo de locos. Se gana por un rebote o una pelota parada, no existen más las paredes, las cortinas y los ataques en bloque; yo soy de esa época, la más linda de todas.

   —Cuando Bilardo asumió en la Selección e hizo la primera convocatoria, vos estabas libre, ¿o no?

   —Estaba en Estudiantes, pero a punto de irme a Colombia. Cuando llegué al Mundial estaba sin club. Pertenecía a Nacional de Medellín, pero como tenía problemas con ese club porque no me pagaban y la AFA no se hacía responsable, entrenaba solo. Tres días lo hacía con el plantel de la Selección y otros tres con el "Profe" Echeverría. Así llegué, todo me costó muchísimo, más que a cualquier otro jugador.

   "En la primera parte de la Selección estaban Sabella, Julián Camino, Delménico (Juan Carlos), Russo, todos conocidos por Bilardo. Y también había como siete jugadores de Independiente. Nada era casualidad".
"Muchachos, solo no puedo ganar el Mundial"

   —¿Por qué hubo tantas críticas --muy duras-- cuando se formó la Selección que jugó el Mundial `86?

   —Por varios motivos. El fútbol argentino estaba muy venido abajo, habíamos perdido el prestigio y la mayoría estaba en desacuerdo con la forma de ser y de trabajar de Bilardo.

   "Encima, el `Narigón' eligió a jugadores que no tenían casi ningún consenso popular, y las críticas se transformaron en alaridos. Era imposible trabajar bajo un clima de hostilidad permanente, aunque nosotros agachábamos la cabeza y le dábamos para adelante, nadie decía nada".

   —¿Nadie?

   —La indiferencia era el mejor remedio para tanta impotencia que sentíamos. Eso sí, a Passarella, Ruggeri y Maradona les daban por los h... lo que se hablaba.

   "¡Ojo!, nosotros también brindábamos poco como para que digan lo contrario. Entrar a jugar con esa presión de pensar que eramos un desastre pesaba, y mucho. Yo, de lo único que siempre me quejé fue que, con algunos, fueron muy injustos".

   —¿Y Bilardo qué decía?

   —Que si le dábamos b... íbamos a ser campeones. Su forma de jugar no le gustaba a nadie, pero ese esquema, el 3-4-2-1, rompió con todos los dibujos del fútbol mundial, que eran todos parecidos.

   —Sin embargo, muchos sostienen que salieron campeones sólo por Maradona...

   —Yo también lo digo. El nos hizo famosos a todos. Cuando Diego llegó se sinceró: "muchachos, solo no puedo hacer nada para que seamos campeones del mundo". Todos lo respetamos, supimos que iba a ser la figura, y lo terminamos bancando a muerte.

   "Pero siempre digo lo mismo: de laderos tenía a dos monstruos inteligentes como Burruchaga y Valdano; atrás un `Checho' Batista impasable, un pulpo; y una defensa durísima, donde cada cual sabía qué tenía que hacer y cómo. Estábamos preparados como los mejores, y creíamos que eramos los mejores, por eso salíamos siempre a jugar con la idea de ganar".

   —Vos ni siquiera eras titular en ese equipo, pero terminaste jugando la final, en la que sorprendiste con un gol de cabeza.

   —Es cierto, el titular era Passarella.

   —Se habló mucho de la baja de Daniel, ¿qué fue lo que realmente pasó?

   —La verdad es una sola, y yo la conozco muy bien porque era su compañero de habitación. Un día, tras la cena, empezó con problemas estomacales, muy dolorosos, y no se recuperó nunca más. Simplemente eso.

Ese gol, esa camiseta...

   —¿Cuántas veces volviste a ver el gol que le hiciste al arquero alemán Peter Schumacher?

   —Si te digo que casi todos los días no me vas a creer. Además, con la tecnología actual uno puede guardar las cosas mucho mejor. Antes, teníamos un casete enorme y había que cuidarlo como oro, pero ahora, mil historias las podés archivar en un CD; no lo puedo creer. Pasan los años y las imágenes son cada vez más nítidas.

   "Veo tantas veces ese cabezazo que algún día tengo miedo de errarlo... (risas)".

   —¿A quién se lo mostrás?

   —A mis sobrinos y mis nietos, pero a nadie se le pone la piel de gallina como a mi. Es un orgullo enorme haber convertido aquel gol y haber sido partícipe del campeonato del Mundo.

   —Tras esa conquista fuiste a buscar la pelota y la besaste, ¿te la trajiste?

   —No, aunque me hubiese gustado. Lo intenté, pero no me dejaron. Igual, de ese partido tengo todo, la camiseta, el pantalón, las medias, los botines; hasta las vendas.

   —¡Qué valor debe tener todo eso!

   —Uhhh... ni te imaginás. La camiseta está en el living, en un cuadro, y así me la pida Dios, no se la doy. Es sagrada, y se va a ir a la tumba conmigo.

    "Te digo más, varios coleccionistas de distintos lugares del mundo me ofrecieron mucho dinero para comprarla".

   —¿En serio?

   —Sí, la querían por 50.000 dólares; pero no la vendo ni por cien mil millones. ¡Ojo!, nunca tuve necesidad, pero esos son tesoros que voy a conservar siempre. Lucen de bien en casa... (risas).

"Mi amigo el Diego"

    —Maradona sigue internado. ¿Lo llamaste, estuviste con él?

   —Somos muy amigos, aunque no pude hablar con él. Sí lo hice con su familia, y estoy a muerte con él. Hablar de Diego es como si me referiría a mi papá, a mi hermano, es un tipo al que quiero mucho. El siempre me brindó un cariño muy especial, y soy un agradecido a Dios y de la vida por haberlo conocido.

   —¿Cuál es la mejor anécdota que tenés con él?

   —Tengo muchas, y de todo tipo. Diego es una persona muy especial, y al lado de él no podés hacer ningún comentario de nada, porque si decís: "le voy a comprar un regalo lindo a mis hijos", él te pregunta todo, como por ejemplo: qué le pensás comprar, dónde.

   "Entonces, se te anticipaba, y cuando menos lo esperabas se te aparecía con un paquete y el regalo que vos querías. No sólo me lo hizo a mi, sino a todos".

   —De no creer.

   —Y en hechos más importantes también.

   —¿Por ejemplo?

   —En Colombia, en el aeropuerto de El Dorado, yo estaba tratando de comprar una pulsera porque quedaba un día para ir al Mundial. Di vueltas hasta que llegué a una joyería y me puse a mirar una de oro que me encantaba. Llegó Diego y me dijo: `Animal (también me apodaban `Caballo'), ¿qué estás mirando?'".

   —¿Qué le respondiste?

   —Una pulserita, porque perdí la que tenía. Y enseguida me apuró: "¿cuál te gusta?". Giré la cabeza y le contesté: "todas". Ahí nomás me llevó para adentro del local, y cuando me atendió una chica, él empezó: "lleváte esa, o mejor aquella". Las que miraba él eran todas carísimas, de 1.000 dólares más o menos. Lo que menos se imaginaba Diego era que yo no tenía ni un "sope".

   "Lo convencí para irnos, tomamos el avión a Méjico y traté de olvidarme, aunque esa pulsera me gustaba. Empezó el Mundial, y nuestra cábala, la del plantel, era ir todos juntos a un shopping la tarde anterior al partido que venía. Pero tenían que ir todos, no podía faltar nadie".

   —¿Bilardo también?

   —A veces, el que nos acompañaba era el doctor Madero, a quien ¡le hacíamos cada cosa!.

   "Cuando se distraía, por ejemplo, 6 o 7 de nosotros nos metíamos en un local de hamburguesas y arrasábamos con todo, porque nada de eso comíamos en la concentración. Ahí estaba Diego también".

   "¿Qué pasó? No sé cómo se enteró Bilardo, que empezó a ir, y nos vigilaba de cerca. De ahí hasta la final no pudimos hacer más nada".

   —Bueno, ¿y qué pasó con la pulserita?

   —Pará. Llegó la final con Alemania, que fue algo de no creer. ¿Por qué? El primer día, antes de enfrentar a Corea, caminábamos por todos lados y ni siquiera nos saludaban, no nos seguían ni las moscas, y eso que salíamos con la ropa de la Selección.

   "En la previa frente a Alemania era un mundo de gente, no nos dejaban ni salir del hotel, pero igual tuvimos que cumplir con la cábala. Los que atendían en el shopping no nos daban ni la hora, pero ese día estaban con la camiseta argentina. Causamos furor, aunque nosotros nos queríamos abstraer de ese mundo. Todos compraron algo, pero yo seguía sin poder llegar a una pulserita de oro, que era la que más me gustaba".

   —Ya imagino lo que sucedió.

   —Había que subir al micro para volver, aunque era difícil, había como 10.000 personas alrededor del colectivo. Encima, yo siempre era el primero en subir, y tenía que ir derechito a mi lugar, que era el último asiento a la izquierda, contra la ventanilla. Esa era la otra cábala. Adelante mío estaba el `Profe' Echeverría y enfrente se sentaba Ruggeri.

   "El último en subir era Bilardo, que controlaba que estén todos en su lugar".

   —¿Es cierto que tenía anotado en un papel el lugar de cada uno?

   —Sí, y quien ocupaba cada silla en las mesas para almorzar o cenar. Era terrible con eso.

   "Sigo. Antes de que salga el micro, escucho: `Caballo, caballooo...'. Era Maradona. `¿Qué querés enano?', le grité. `Tomá esta bolsita, me la dio esa chica para vos'. Al escuchar eso quise bajar, por ahí estaba buena... (risas) `¿Qué chica?', le pregunté. Y me contestó: `una de esas que atienden en el shopping pedazo de b..., ¿querés que te diga cuál es?; mirá la gente que hay'".

   —¿Y?

   —Me tiró la bolsa, la abrí y había un estuche con una pulsera de oro espectacular, casi de 2.000 dólares. Me la regaló él, estoy seguro, porque nunca me lo dijo.

   "Por eso, cuando muchos opinan en contra de Maradona, digo: `se nota que no lo conocen'. Como futbolista fue lo más grande que hubo en el mundo, pero como persona tiene un corazón enorme. Si alguien dice lo contrario es porque jamás intercambió ni `un buen día' con él".

La "BH", ¿saldrá a flote?

   —¿Cómo es ser técnico en el fútbol argentino?

   —Muy lindo más allá de las presiones. Por ahí. para un entrenador, no es lo mejor dirigir en la "B" Nacional, pero le soy un agradecido a los clubes que me permitieron trabajar, como Ben Hur, Almagro y Chicago.

   "Muchos empezaron de la nada en un club grande, a mi me toca remarla de abajo, como todo en mi vida. Sé que algún día voy a llegar".

   —¿Cuántas diferencias existen entre el fútbol de Primera y la "B" Nacional?

   —Pocas. En la categoría superior son más técnicos y hay más vivezas, pero muchos de los que están abajo pueden jugar arriba, de eso no me caben dudas.

   —¿Y de Ben Hur con los clubes de Buenos Aires?

   —Ben Hur es un club con una necesidad tremenda de mantener la categoría, aunque arrastra muchos problemas diarios como los atrasos en los sueldos y otras cuestiones.

   "Ahora se sumaron los inundaciones, por eso tenés que ser más psicólogo que entrenador, porque constantemente hay que motivar a un plantel golpeado para que tenga ganas de entrenar, de viajar y de salir a jugar un partido con el corazón.

   "En Ben Hur hace 3 meses que no cobran, los jugadores no llevan plata a sus casas y eso los hace tener problemas con el alimento de sus hijos; todo es un q... Es muy difícil trabajar en esas condiciones, y así y todo se lograron 26 puntos en una rueda (NdR: desde que asumió Brown)".

   —¿Vas a volver a La Plata, donde reside tu familia?

   —Sí, después de que termine el campeonato. Pero voy a extrañar la calidad de vida de Rafaela, una ciudad hermosísima con gente muy amable y comprensiva.

   —¿Y si Ben Hur te quiere retener?

   —Primero hay que mantener la categoría.

   —Por ahí vas de ayudante de campo de algunos de tus amigos, como Burruchaga o Russo.

   —Me encantaría, pero todos tienen su cuerpo técnico armado; no creo que me necesiten. Igualmente, estamos en contacto, hacemos asados seguido y hablamos de fútbol, de vivencias.

   —¿Quiénes se juntan?

   —Los del plantel de Méjico `86. Algunos terminamos muy buenos amigos y otros grandes compañeros. Nos reunimos Garré, Giusti, Héctor Enrique, Ruggeri, Pumpido, Tapia, Batista; ellos siempre están. Somos los que empezamos el proceso de Bilardo, por eso somos tan amigos.

   "Y a veces invitamos a los que llegaron después, que son diez años menores que nosotros, como Borghi o Islas. Pero sólo van a veces, ehhh...".

Su trayectoria

Club Temp. PJ Goles
Estudiantes  '75-'83  391 27
Boca '84-'85 29 5
Español '85 3 0
Racing '89 9  1
Nacional Medellín '86 0 0
Brest de Francia '86-'87 31 1
Real Murcia'87-'88 28 1
Selección argentina '83-'89 40 1