Bahía Blanca | Miércoles, 24 de abril

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Uberto en la vereda y una espera que lastima

Un hecho que puso a la ciudad en la mira nacional.

   La historia dice que Ubaldo se sentía mal desde hace un par de días. Tiene 96 años y vive en el Barrio San Cayetano. Por eso llamó a la ambulancia. Porque se sentía mal.

   Nunca dudó que la ambulancia iba a llegar. Por eso cerró con llave su casa, Puso una silla en la vereda, se sentó con sus piernas cruzadas, cansadas de caminar un siglo, y con su barbijo protector contra el coronavirus estimó el paso de los minutos.

   Un vecino, Tomás, de 18 años, sacó con su celular una foto que conmueve. Uberto sentado, la mirada pérdida, fija en un punto, las manos sobre sus piernas, aunando dignidad, paciencia y necesidad de vida.

   En esas situaciones de salud, cada minuto que demora la ambulancia se mide en posibilidades de muerte. Más cuando no se tiene la mínima certeza del tiempo que insumirá esa espera.

   Lo cierto es que la ciudad no tiene un esquema de emergencias a la altura de esas emergencias. Medidas su demora en minutos letales. Si hay más de tres llamados dentro de un mismo horario el cuarto puede quedar condenado al olvido.

   Uberto llevaba más de una hora esperando cuando Tomás decidió actuar. Tomó su auto, se puso barbijo, subió a Ubaldo y lo llevó a un hospital. Allí vivió algo de todo lo que hay: buenos modales, malos modales, algo de maltrato, algo de caridad, hasta que Ubaldo pudo ser atendido y compensado.

   Quizá el Covid haya trastocado algunos usos, prioridades y costumbres. Pero lo mejor que pudría dejar la pandemia es mejorar el sistema sanitario. Sobre todo el de emergencias. Esos minutos de sirena que suenan a lo lejos y que traen la posibilidad de la vida. Puede que siempre haya un Tomás. Puede que no. Vida hay una sola. La muerte es para siempre. Por Tomás, Uberto regresó a su casa, salvo y sano.