Avenida Colón: el estadio de Patito, el cartel de La Luna, el almacén de la esquina
a
Es periodista, ingeniero civil y docente de la Universidad Nacional del Sud en materias relacionadas con el Patrimonio arquitectónico y el planeamiento urbano. Ha publicado notas en revistas Vivienda, Todo es Historia, Obras & Protagonistas y Summa +. Participa en varios micros radiales referidos a la historia de Bahía Blanca. En dos ocasiones recibió primera mención por parte de ADEPA en el rubro Cultura e Historia.
La avenida rinde tributo a Cristóbal Colón, el navegante que buscando llegar a las Indias se topó con un continente cuya existencia ignoraba. Es una calle distinta, por ancho, estética y paisaje. Entre 1952 y 1955 se la rebautizó avenida Eva Perón y más acá en el tiempo se insinuó rebautizarla César Milstein. Este es un recorrido por las últimas cuadras "antes del puente Colón", un recorrido que como cada lugar de la ciudad tiene mucho para ofrecer.
El ojo y el portón
El típico diseño industrial para un frente, con el rosetón que la industria copió de las catedrales góticas para permitir un mejor ingreso de luz natural. Un frente que ha sido renovado, que cuenta con dos ventanas ciegas y un viejo portón de madera que corre por una guía superior.
Habitaciones de corrido
Las casas chorizos, que fueron (por lejos) protagonistas de los barrios bahienses hasta mediados del siglo XX. Se repetían en todos los lotes de terrenos de poco ancho, siguiendo una organización simple: una tira de habitaciones recostadas sobre una medianera, cada una de las cuales abría sus puertas a una galería.
Era habitual que fueran multifamiliares, allí vivían los abuelos, los hijos y hasta algún tío solterón. Un patio delante y al costado, otro atrás donde estaba el baño, el gallinero y la huerta. La llamaban también casas de gringos --cuando gringos eran los italianos-- o casa de patios. Siguen estando por decenas, descubrirlas y mirarlas es parte de un viaje que maravilla.
Glamour y modernidad geométricos
El art decó siempre presente en las calles bahiense. Es un estilo que nació en París en 1925 y fue desde sus inicios símbolo de modernidad y glamour. Los historiadores lo ignoraron en parte porque coincidió con el movimiento moderno, que era crítico de esa modalidad de decoraciones abstractas, geométricas, de esa repetición de guardas, bajorrelieves y escalones. Hoy es un estilo revalorizado en el mundo.
A veces una esquina puede presentarse sin demasiados alardes de ser de ese estilo. Sin embargo, los detalles dan otro indicio. En este caso las puertas, donde el art decó se manifiesta a pleno.
Un combo singular: un frente art decó para una casa chorizo: la tradición de los inmigrantes con el toque de modernidad.
Un art decó tardío, que en Bahía Blanca pareciera haber encontrado su lugar en el mundo quizá por su calidad de ciudad marítima, es el llamado náutico, las denominadas casa-barco, inspiradas en los trasatlánticos y buques de los años 30, con sus curvas, materiales brillantes y aleros en voladizo. Siempre se impone un balcón en planta alta, como una cabina de cemento que espera servir de guía al partir.
El chalé
Otra propuesta singular es la de los chalets, pintorescos, con sus techos de tejas con varias pendientes. A veces con desarrollo suficiente para acercarse al modelo de este tipo de casa propia de balnearios y paisajes serranos, otras veces se insinúan sobre la fachada con una hilera de tejas, casi un dibujo sobre un pizarrón.
Suelen sumar la calidez de la madera y en el revoque se dibujan superpuestas con el revoque. Que no sea pero que parezca.
Huellas comerciales
Raúl García Campo, repuestos automotores, y Luis Reale, rectificaciones y afines, dos empresas de extensa trayectoria en la ciudad, ya desaparecidas. En el primer caso, en el local funciona hoy un supermercado, pero las veredas conservan las letras de bronce con el nombre de la empresa.
En el caso de Reale, las instalaciones llevan cerca de 30 años desocupadas. El cartel que identificaba el frente fue desmontado y sus letras reutilizadas para identificar, con otro armado, el que fuera galpón de montaje del ferrocarril bahía Blanca al Noroeste, en Malvinas y Blandengues.
El almacén de Allievi
Avenida Colón e Italia, hoy ocupado por el histórico Café, lugar de encuentro y repaso de la historia bahiense. En la esquina, uno de los viejos transformadores de electricidad que, pintado de rojo, simula su supuesta calidad de buzón.
Durante muchos años funcionó en ese edificio el almacén de Emilio Allievi, con piso de pinotea, azúcar, fideo y yerba al peso, las latas de galletitas, un gato sobre el mostrador, el sol entrando por los grandes ventanales.
La marquesina de hierro y vidrio de la esquina, el farol y el cartel de teléfono público son aportes que emocionan.
Olimpo, o mais grande du mundo
En la esquina de avenida Colón y Sixto Laspiur se mantiene el edificio donde funcionaba un local que le permitió a la cancha de fútbol del club Olimpo, ubicada en la esquina opuesta, ser “la más grande del mundo”. El comentario venía a cuenta que ahí funcionaba la boite-cabaret La Luna, desde la Luna se podía ver el estadio.
Dos postales relacionadas con Olimpo. Un mural que da cuenta de la actuación de Diego Armando Maradona en junio de 1978, integrando el seleccionado nacional en un encuentro amistoso con la Liga del Sur. Diego ingresó en el segundo tiempo, seis días antes de quedar fuera del plantel que ganó ese Mundial.
La otra esquina, en Ángel Brunel, un mural con el nombre del estadio de básquet inaugurado en junio de 1971. Rinde homenaje a Norberto “Patito Tomás”, fallecido nueves meses antes mientras jugaba como refuerzo del club Estudiantes, en un amistoso en Córdoba. Tenía 21 años.
Cuando se inauguró, el seleccionado bahiense venció 78 a 75 al de Yugoslavia, flamante campeón del mundo.
Casas patrimoniales
La casa Grecco, vivienda inventariada como bien patrimonial. Proyecto del arquitecto Bernardo Paesa. En 2017 fue adquirida por el banco Galicia, entidad que realizó una intervención respetuosa del bien. Un ejemplo poco habitual en la ciudad.
No voy en tren
Siempre hay más para ver, más por descubrir, más por contar cuando se camina la ciudad. Una vivienda a medio demoler, que dejó parte de su frente como cerco, y en el fondo del terreno una maravilla mecánica, una combi Volkswagen amarilla, joya, belleza de diseño.
La Yapa
Como el perejil que se daba sin cargo, cada caminata tiene su yapa. En este caso modesta. Una vista del puente sobre las vías del ferrocarril, obra de 1910, barandas de hierro sobre pilares de mampostería.
Cuando se lo construyó hubo vecinos que se quejaron porque la pendiente dada a la calle para acceder al puente “tapaba la vista del mar” que, se decía, se tenía desde la plaza Rivadavia.
Después, algunas puertas, algunas molduras, algunos escaparates de diarios que han quedado como testimonios de otros tiempos. Todos cuentan alguna historia.