De la crisis a la oportunidad: un nuevo enfoque urbanístico
Una propuesta de arquitectos locales para mejorar la respuesta a las lluvias intensas y alentar la vida social y comunitaria es finalista de un concurso provincial.

Es periodista, ingeniero civil y docente de la Universidad Nacional del Sud en materias relacionadas con el Patrimonio arquitectónico y el planeamiento urbano. Ha publicado notas en revistas Vivienda, Todo es Historia, Obras & Protagonistas y Summa +. Participa en varios micros radiales referidos a la historia de Bahía Blanca. En dos ocasiones recibió primera mención por parte de ADEPA en el rubro Cultura e Historia.
Audionota: Romina Farías
Un trabajo de los arquitectos Claudio Pirillo y Lucas Rodríguez con propuestas para mejorar la habitabilidad de nuestra ciudad resultó finalista del Premio Estímulo que cada año entrega el Colegio de Arquitectos de la Provincia de Buenos Aires con el objetivo de promover la innovación a través de iniciativas y proyectos de escala urbana.
El trabajo tuvo como colaboradores a María Carlovich, Marino Chiappara, Emilse Ramírez, Agustina Rodríguez y Aylén Veronese y participó en la categoría “Proyecto de Intervención Territorial”, desarrollando un análisis para mejorar el hábitat y generar un urbanismo sostenible para nuestra ciudad.
Este tipo de convocatorias destaca como las condiciones espaciales de una ciudad pueden generar valor y bienestar social, económico y ambiental y que los gobiernos pueden lograr esa sostenibilidad guiando la forma física de los entornos urbanos para crear un acceso equitativo al empleo, a la vivienda y la interacción social.
Un cambio en el camino
El trabajo de Pirillo y García comenzó siendo un estudio sobre Bahía Blanca, “desde su condición compleja, como lugar “de paso” y con la reelaboración del código de edificación urbano”.
Pero durante ese proceso ocurrió la situación climática del pasado 7 de marzo, lo cual los llevó a sumar soluciones hidráulicas como elemento estructural.
Si bien los arquitectos incluyen en su análisis varios aspectos de la ciudad –movilidad, crecimiento urbano, espacios públicos, arbolado y tránsito vehicular—centramos esta nota en dos de esos puntos: las propuestas para mejorar la respuesta de la ciudad ante una nueva precipitación importante y la de destinar los centros libres de manzana para funcionar como lugares de encuentro y recreación.
Urbano-territoriales
La inundación del 7 de marzo de 2025 tuvo un gran impacto urbano, dejando en evidencia las deficiencias de Bahía Blanca su infraestructura, planificación y gestión del territorio.
A partir de esta situación surgió la necesidad de una nueva planificación, que tenga mayor previsión ante este tipo de riesgos ambientales, sobre todo luego de detectarse construcciones ubicadas en terrenos inundables, escaso mantenimiento de la infraestructura hídrica y la impermeabilización del suelo con la expansión de la mancha urbana.
“Lo ocurrido destapó todo lo que se venía escondiendo debajo de la alfombra. Eso nos llevó a mirar a la ciudad con otro enfoque, tanto desde lo hidráulico como desde su realidad demográfica”, señaló Pirillo.
Tras mencionar que las inundaciones conforman un fenómeno local cíclico, el profesional indicó que las tormentas serán cada día más bruscas debido al cambio climático y que la ciudad tiene al menos dos situaciones perjudiciales para enfrentarlas.
“Por un lado, tiene mucho menos suelo absorbente, tanto por el tipo de cultivo como por el crecimiento edilicio. Suma además una complicación derivada del dragado portuario, el cual provoca el ingreso de más agua al estuario y conspira contra la escorrentía. Nuestras propuestas se centran en generar acciones que ayuden a retener el agua y retardar esa escorrentía”, indicó.
Las obras planteadas varían de acuerdo al sector de la ciudad e incluyen la realización de lagunas interconectadas y trincheras absorbentes mediante movimientos de suelos, taludes, estanques y canales de riego, acciones que permitirían contar con un estabilizador microclimático y reutilizar el agua para riego.
Para la zona del estuario se plantea la construcción de un espigón de contención y sistemas de amortiguación hídrica, de modo de mitigar la entrada de agua salina en eventos extremos. Esto permitiría un retardo favorable a las áreas vulnerables a la inundación.
Para los parques, como es el caso Parque de Cuyo, se proponen retardadores hídricos mediante excavaciones a lo largo del corredor, acción que facilitaría el drenaje de los barrios aledaños.
En la zona centro se plantea la ejecución de pozos acumuladores para captar el agua de lluvia mientras que en la periferia se sugieren retardadores mediante jardines o huertas absorbentes en las veredas.
“Hay que asumir que habrá tormentas cada vez más bruscas. Eso lleva a considerar la prioridad de frenar la violencia del agua de escorrentía. Si podemos contener el agua un par de horas se tendrá una mejor relación con las mareas”, resumió Pirillo.
La otra propuesta
Otra propuesta del trabajo finalista apunta a mejorar las condiciones de encuentro de los habitantes de la ciudad, en un contexto donde las calles y veredas cada día están más ocupadas y muchos bahienses emigran a otras ciudades.
“Todas las planificaciones anteriores fueron motivadas por desarrolladores urbanos, lo cual ha sido un condicionante. La mancha urbana se ha duplicado en los últimos 30 años y la población no solo no ha aumentado sino que decrece”, manifestó Pirillo.
Teniendo un diagnóstico que indica que las veredas y calles del centro están colapsadas por el estacionamiento, los vendedores y distintos servicios, se verifica una relación cada vez menor entre los comercios y la vía pública, con menos presencia de peatones, “debilitados al no estar contenidos en la trama urbana”.
“Los bares invaden el área de estacionamiento y tomamos un café al lado de una camioneta que pasa a 50 km/h, algo que no es agradable. La idea que planteamos frente a este escenario es tomar el modelo implementado en Barcelona y utilizar el centro libre de algunas manzanas y abrirlos al uso público, generando lugares de estar”.
La propuesta es que los propietarios de esos espacios dispongan de una normativa que les permita darle a los mismos un uso peatonal y comercial. “Destinar el centro libre para generar una actividad pública mediante vacíos y caminos, que fomente su apropiación comunitaria y dinamice los intercambios sociales”.
“Se pueden empezar a perforar las manzanas con nuevas actividades, de modo que la relación publica no sea solo desde la línea municipal sino que se vincule con un centro de manzana. Es la idea de un urbanismo para contar con una población establece porque si la población se pierde habrá menos actividades urbanas”.