Más allá del estrés: cómo la empatía facilita el regreso a la rutina tras el temporal
El fin de las últimas vacaciones se vio modificado por la peor catástrofe climática de la ciudad. "Al ayudar al otro, nos ayudamos a nosotros mismos", señaló un profesional.
Periodista, próxima a licenciarse en Comunicación. Forma parte del equipo de redacción de La Nueva desde 2022, donde cubre eventos locales, regionales y nacionales, generando contenido para las ediciones impresa y digital.
El cerebro humano tiene una extraordinaria capacidad de adaptación, pero reincorporarse a la rutina después de un período de descanso suele generar estrés. Este proceso se vuelve aún más complejo cuando el regreso se da en un contexto de crisis, como la que atraviesa Bahía Blanca tras la devastadora inundación del 7 de marzo.
Según el neurólogo Ramiro Linares (M.P. 445925), esta dificultad para retomar las actividades es "una respuesta natural y normal del cerebro ante el cambio", aunque, en este caso particular, "no es en absoluto sencillo".
"Cuando algo tan terrible nos sucede, ya sea por habernos afectado directamente o por haber observado cómo sufría nuestro entorno, una gran cantidad de neurotransmisores y hormonas como el cortisol y la adrenalina —que normalmente tienen la función de ayudarnos en la urgencia—, comienzan a generar fatiga, depresión y lentitud cognitiva en lugar de mejorar nuestro nivel de alerta", explicó Linares.
No obstante, a pesar del impacto emocional, existe una necesidad casi fisiológica de recuperar la vida previa. "Esto aplica a las personas de cualquier edad, ya que la catástrofe no distingue grupos etarios. Para sobreponerse al estrés vivido, el reencontrarnos con nuestros afectos, nuestros compañeros de trabajo, de escuela, retomar el ejercicio físico suspendido o simplemente volver a nuestras actividades de ocio habituales es esencial", afirmó el especialista en diálogo con La Nueva.
El rol de las vacaciones en la salud mental
El descanso es clave para la salud física y mental. Linares explicó que el cerebro necesita al menos ocho días para desconectarse de las obligaciones y reducir la inercia del estrés diario.
"Es normal que, inicialmente, sigamos pensando en el trabajo y que solo con el paso de los días alcancemos un estado de mayor bienestar emocional", detalló.
Sin embargo, prolongar el descanso más allá de los 14 días puede generar una nueva adaptación a la inactividad, dificultando la reincorporación. "Es importante considerar la variabilidad interpersonal en esta necesidad de descanso", destacó el neurólogo.
Más allá de la duración, la calidad del descanso es fundamental. "Es más eficaz desconectarse por menos días, pero de forma completa —sin revisar correos ni atender el teléfono— que tomarse más tiempo sin una desconexión real", indicó.
La necesidad de descanso también depende de la edad y el tipo de actividad que se realice. Los adultos jóvenes, por ejemplo, pueden beneficiarse de períodos más cortos y frecuentes, mientras que quienes tienen una carga laboral más intensa suelen necesitar entre 7 y 14 días. Para los adultos mayores, las vacaciones prolongadas (más de 14 días) suelen ser más beneficiosas, ya que requieren más tiempo para relajarse por completo.
El tipo de trabajo también influye. "Quienes tienen trabajos de alta exigencia mental requieren más tiempo para desconectar, mientras que quienes realizan tareas de esfuerzo físico necesitan descansos más breves pero más frecuentes", explicó.
Por otro lado, las personas sedentarias pueden aprovechar mejor las vacaciones si incluyen actividad física, mientras que las familias con niños suelen encontrar un buen equilibrio en descansos de 7 a 10 días.
Las vacaciones en los niños: impacto y transición a la rutina
El descanso infantil tiene características particulares. Al ser más prolongado que el de los adultos, impacta de manera diferente en su bienestar.
"El tiempo prolongado de vacaciones permite una reducción sostenida del cortisol y una mayor presencia de neurotransmisores como la serotonina y la dopamina", explicó Linares.
Además, las vacaciones permiten fomentar la socialización y el esparcimiento que, junto a un patrón de sueño más natural, favorecen el desarrollo cognitivo y la consolidación de la memoria.
Sin embargo, un descanso prolongado también requiere una planificación cuidadosa para evitar dificultades en el regreso a la rutina. Si no se gestiona correctamente la transición, el retorno puede generar irritabilidad, insomnio, fatiga mental e incluso falta de apetito, advirtió el profesional.
Para evitarlo, Linares recomienda preparar a los niños para el regreso ajustando sus horarios y actividades una semana antes de la vuelta a clases.
Estrategias para una reincorporación saludable
Retomar la rutina después de las vacaciones y, más aún, después de una catástrofe, requiere un proceso gradual y consciente, aprovechando cada ámbito para intercambiar experiencias y dialogar sobre lo vivido.
Linares enfatizó la importancia de equilibrar la liberación hormonal del estrés con experiencias que generen calma y bienestar. "Es prioritario buscar actividades que nos brinden disfrute y relajación, permitiendo que nuestras habilidades cognitivas se recuperen", sostuvo.
Además, el neurólogo subrayó que es normal y esperable que, durante un tiempo, la atención, el humor y el rendimiento laboral o escolar no sean los mismos. "Siempre hay que considerar que no todos vivimos o elaboramos estas situaciones de la misma forma", agregó.
La empatía juega un rol clave en este proceso. "Reflejarnos en la situación del otro nos ayuda a conseguir, como sociedad, un retorno a una nueva normalidad. Desde el mismo momento en que sucedió la catástrofe fuimos testigos de algo que no se va a olvidar: la solidaridad en su máxima expresión. Este apoyo mutuo resulta también de enorme provecho en la recuperación del otro y la propia", destacó Linares.
De hecho, numerosos estudios científicos han demostrado que pocas cosas generan una liberación tan grande de dopamina, oxitocina y endorfinas como ayudar al prójimo. "Donar lo que se necesite, escuchar y abrazar a quien sufre son claros ejemplos de cómo el apoyo comunitario no solo beneficia a los demás, sino que también contribuye a nuestro propio bienestar", explicó el especialista.
Por eso, el regreso a la rutina no debe ser visto sólo como una carga, sino también como una oportunidad de reconstrucción emocional y social. "Al ayudar al otro, nos ayudamos a nosotros mismos. Retomar nuestras actividades y acompañar a quienes nos rodean es uno de los mejores estímulos que podemos brindarle a nuestro cerebro para que la atención, la memoria, el buen humor y las ganas de disfrutar retornen", concluyó.
Consejos para un regreso saludable
Para unas vacaciones efectivas:
• Optar por períodos de descanso de entre 8 y 14 días.
• Priorizar la calidad sobre la cantidad, asegurando una desconexión real del trabajo.
• Ajustar la duración del descanso según la edad y el tipo de actividad laboral.
Para una reincorporación exitosa:
• Retomar las actividades de manera gradual, ajustando los horarios de sueño antes del regreso.
• Establecer prioridades laborales para evitar sobrecargas en el primer día.
• Incluir pausas breves durante la jornada para mejorar el rendimiento.
• Mantener una actitud positiva, enfocándose en los aspectos gratificantes de la rutina.
• En el caso de los niños, restablecer horarios y actividades una semana antes de la vuelta a clases.
El regreso a la rutina, aunque desafiante, puede ser más llevadero con una planificación adecuada y un enfoque empático. En momentos de crisis, apoyarnos en la comunidad y recuperar los espacios de bienestar son herramientas clave para la resiliencia y la reconstrucción emocional.