Bahía Blanca | Martes, 07 de octubre

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El suelo (argentino) que no miramos: ¿por qué se ingresó a una etapa de agotamiento?

“Trabajamos los cultivos más en función de los costos y del margen bruto que respecto del rendimiento. La soja es uno de los casos”, dijo el Ing. Agr. Guillermo Alonso, asesor técnico de semilla y cultivo.

Cosecha de soja en el centro de nuestro país. / Fotos: Prensa Acsoja

“Es difícil generalizar porque no es la realidad de todos los productores. Sin embargo, al observar los mapas de investigación realizados por Fertilizar AC se advierte una pérdida de nutrición química, física y biológica de los suelos transversal a la Argentina. Está claro de que la mayoría atraviesa esta situación de pérdida nutricional, algo que no era tan grave hace 15 años”.

El Ing. Agr. Guillermo Alonso, de reconocida trayectoria en semillas y cultivos, pone negro sobre blanco respecto de la actualidad de nuestro suelo y, por ende, de la producción agrícola en el país en general (más allá de la soja en particular).

En diálogo con La Nueva., en el marco de la última edición de Acsoja 2025 que se realizó en la Bolsa de Comercio de Rosario, Alonso precisó el deterioro generalizado de la salud del suelo al destacar una pérdida crítica, algo claramente visible en la disminución de micronutrientes (por ejemplo, el zinc y el boro).

También señaló que la agricultura argentina se ha vuelto defensiva, por decirlo de alguna manera, priorizando los costos sobre el rendimiento, lo que conlleva techos de rendimiento bajos debido —insistió— a una nutrición inadecuada.

“Los rendimientos están estancados por múltiples razones, pero una de ellas es que la Argentina no ha evolucionado nada en tratamiento de semillas, ya que hacemos lo mismo que hace 20 años”, sostuvo.

En tal sentido, dio cifras. En la última década, Brasil pasó de 28 a 34,5 quintales por hectárea en soja, en tanto que en el mismo período el total de producción fue desde las 100 millones de toneladas hasta las 180 M/T. Y que en los Estados Unidos se produce un proceso semejante. ¿Soluciones? Alonso propuso que los agrónomos, los asesores agrícolas y los propios productores evalúen más el sistema radicular y la microbiología del suelo en función de mejorar la productividad.

Ing. Agr. Guillermo Alonso.

El siguiente es un tramo de la charla realizada con el experto que participó en la convocatoria de Acsoja:

—¿Qué indicadores concretos demuestran esa pérdida nutricional?

—Hoy tenemos datos de varios nutrientes que antes abundaban en la Argentina. Por ejemplo, en muchos, como el zinc y el boro, encontramos que están por debajo de umbrales críticos en un 70 % de los suelos del país. Además, hay una pérdida significativa de materia orgánica, que es la vida del suelo.

—Ante esta realidad, ¿cuál es el paso siguiente?

—Creo que es importante darse cuenta y, a partir de ahí, debemos hacer buenos diagnósticos. Esto implica realizar análisis de suelo y calicatas para empezar a ver dónde estamos parados. El objetivo es no solamente preocuparse, sino también ocuparse.

—Con las cifras comparativas de otros países productores de soja, ¿cómo se relaciona el estado del suelo con la manera en que se está haciendo agricultura en la Argentina?

—En el país lo denomino agricultura defensiva. Es decir, los cultivos se trabajan más en función de los costos y del margen bruto que respecto del rendimiento.

—Si un productor ya está utilizando una genética adecuada y la mejor tecnología disponible, ¿eso no ayuda a compensar la falta de nutrición?

—Podés poner la mejor genética, la mejor tecnología, corregir la fecha de siembra y la uniformidad, pero si no le das de comer al cultivo vas a estar complicado. Si todo esto no se acompaña con una nutrición balanceada, el techo de rendimiento siempre estará muy bajo.

“Lo cierto es que nos encontramos cada vez más lejos de los rendimientos alcanzables. Aunque algunos están haciendo muy bien su trabajo y elevan los promedios, la mayoría está del lado de este lastre”.

—Entonces los productores no están más atentos a lo que sucede del suelo hacia abajo, cuando antes solo miraban lo que crecía arriba...

—Para mí, no. Tenemos que trabajar más, sobre todo con la nueva generación de profesionales para que apenas entren al lote vayan a descalzar la raíz del cultivo que sea. Es importantísimo acostumbrar al agrónomo a que mire la planta, pero que también la descalce para observarla mejor. El sistema radicular nos indica mucho de lo que pasa arriba.

—¿Qué puede mostrar ese sistema?

—Delata si tenés un suelo compactado, porque la raíz va a profundizar menos y tendrá una menor cabellera. En el caso de la soja, tendrá menos nódulos. Esto ofrece muchos indicativos.

“Además, hay que enamorarse de la microbiología del suelo. Ahí hay una caja negra, con muchos microorganismos benéficos que están presentes y que, quizás, no estamos estimulando del todo. Mejorar la microbiología es una asignatura pendiente para los próximos años, ya que puede contribuir muchísimo a mejorar el sistema radicular y, a partir de ahí, toda la productividad de la planta”.

—¿Existe una razón puntual por la que no se entra al lote como se debería?

—Se ingresa en función de los costos. Solo entramos cuando hay que controlar una maleza, una septoria, una cercospora, una enfermedad de fin de ciclo, o si se nos escapó una isoca o una chinche. Son todos tratamientos defensivos.

—¿Qué se debe hacer entonces?

—Hay que trabajar sobre un contraataque a eso. Debemos aprovechar la entrada con un herbicida, por ejemplo, y poner un fitoestimulante y nutrición con un micronutriente si está faltando. Eso nos abre puertas muy interesantes para mitigar estreses y mejorar rutas enzimáticas y metabólicas. Todo eso puede traducirse en ganancias muy interesantes.

Acerca de la soja en el SOB

—Yendo específicamente a la zona cercana a Bahía Blanca, donde existe una amplia aceptación de trigo y cebada, ¿cuál es tu visión respecto de la soja y su rol en la rotación?

—Entiendo que la soja en el sur de la provincia de Buenos Aires ha perdido fuerza en los últimos años. Y sucede en función de un girasol que ha recuperado superficie y de un maíz que, con bajas densidades, se ha acomodado muy bien.

“No obstante, creo que la soja es importante en la rotación en el sur bonaerense también. No aparecerá tanto como cultivo de segunda, pero en cultivos tempranos, con buena nutrición y variedades de grupos cortos podemos apuntar a potenciales de rendimiento muy altos. La cuestión actual es que, tal vez, en el sur el girasol está dando un número mejor que la soja”.

—¿Es algo coyuntural?

—Sí, completamente; y bienvenido sea. Creo que diversificar es clave porque permite rotar principios activos para el control de malezas. Y porque los distintos cultivos proveen sistemas radiculares diferentes. Hay muchos beneficios de la rotación dentro de los cultivos de escarda que benefician al sistema.

“Tenemos a Messi en el banco; solo falta ponerlo en la cancha”

En la apertura del Seminario Acsoja 2025, que se realizó bajo el lema Cuando la soja tiene la palabra, que se produjo horas más tarde de la publicación del Decreto 682/25 que quitó las retenciones a los granos, algo que solo duró cuatro días —se había abierto hasta el 31 de octubre— el presidente de la entidad, Ing. Agr. Rodolfo Rossi, remarcó que, sin políticas de largo plazo, no habrá adopción de tecnologías ni salto de productividad.

“Necesitamos políticas estables, permanentes, que incentiven a invertir y que generen seguridad jurídica. Eliminar retenciones de manera definitiva, mejorar la infraestructura y reducir la presión fiscal son pasos indispensables para desplegar todo el potencial de la cadena sojera”, sostuvo.

Rossi enfatizó en el impacto de la falta de incentivos en las decisiones de los productores.

“A pesar de que muchas tecnologías están disponibles en el país, las condiciones económicas obligan a parte del sector productivo a manejarse bajo el concepto de lucratividad en vez de productividad. Esto significa elegir prácticas que apenas aseguran un margen inmediato, en lugar de apostar a la aplicación intensiva de tecnologías que permitan crecer de manera sustentable”, insistió.

El dirigente consideró que este fenómeno se traduce en medio de un estancamiento en la producción agrícola, en particular de la soja, en el cual “se siguen cambiando figuritas (sic) entre cultivos según la coyuntura (sin consolidar un crecimiento genuino)”.

También dijo que, a pesar de estas limitaciones, la soja sigue siendo el motor de las exportaciones argentinas. En 2024, el complejo aportó 19.624 millones de dólares, lo que representó el 24,6 % del total de las ventas externas del país, prácticamente duplicando al segundo sector exportador: el complejo petrolero-petroquímico.

El Seminario Acsoja 2025, que se realizó en la BCR, volvió a convocar a los principales actores de la cadena.

La composición de las exportaciones fue del 53,8 % en harina y pellets de soja; del 32,2 %, aceite de soja; del 10,3 %, grano; del 2 %, biodiesel; y del 1,7 %, otras actividades vinculadas.

“Los números muestran que, aun en condiciones adversas, la soja sigue sosteniendo la economía nacional. Sin embargo, contamos con una agroindustria de clase mundial que hoy opera con capacidad ociosa. Tenemos a Messi en el banco: las posibilidades de crecer están intactas, solo falta ponerlo en la cancha”, graficó Rossi.

El titular de Acsoja enumeró las restricciones que todavía pesan sobre la cadena, desde alta presión impositiva, infraestructura deficiente, problemas logísticos, falta de renovación en maquinaria agrícola y baja adopción de fertilización y biotecnología.

Ing. Agr. Rodolfo Rossi, presidente de Acsoja.

“Si logramos revertir estos puntos, el despegue sería inmediato”, dijo.

Rossi destacó también, igualmente, los avances del Gobierno en la reducción de la inflación, la unificación cambiaria y la eliminación de fideicomisos, aunque insistió en la necesidad de dar señales claras y duraderas para atraer inversiones.

Asimismo, convocó a trabajar en conjunto para aprovechar las oportunidades globales de la soja y sus derivados: “Debemos posicionar a la agroindustria como motor estratégico de la economía. Más trabajo, más valor agregado, más divisas y más equidad dependen de que logremos reglas claras que incentiven a producir más y mejor”.