Bahía Blanca | Domingo, 19 de octubre

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Bahía Blanca | Domingo, 19 de octubre

Señales de cambio en destacadas obras del patrimonio arquitectónico local

La actual gestión municipal ha puesto especial atención en el tema del patrimonio arquitectónico y urbano, una cuestión sensible al sentir ciudadano.

Desde hace 7 años se trabaja, sin pausas, en la sede central del Banco de la Nación Argentina. / Fotos: Emmanuel Briane y Andrea Castaño-La Nueva.

Bahía Blanca, como pocas ciudades en la provincia de Buenos Aires, ha resignado en el tiempo una porción importante de su patrimonio arquitectónico y urbano.

El que está siempre presente como tal, que se recuerda y se lamenta —los elevadores de chapa de Ingeniero White, el edificio de New London, varios chalets de la avenida Alem, la Escuela Normal de las calles Brown y Villarino-—, y el que ha sido y es intervenido de manera inadecuada cada día.

Incluso antes de tomar conciencia de la importancia de cuidar determinados bienes por ser referentes de la identidad y la memoria local, hay toda una ciudad que se ha borrado sin pena ni gloria, que se comenzó a demoler a partir de la década del 50, cuando la era de los “rascacielos” se plantó como sinónimo de modernidad y progreso.

Por eso, cuando se perciben señales en sentido contrario, cuando se detectan trabajos que devuelven a ciertos edificios su prestancia, que entienden que su estética es importante y que hay determinadas maneras de intervenir, es bueno remarcarlas.

Eso está pasando con un puñado de edificios que se están reparando o recuperando siguiendo criterios razonables y adecuados.

“El hombre hace la ciudad y a su arquitectura y después la ciudad y su arquitectura hacen al hombre”, dice una frase que explica muy bien todo lo que implica el armado de ese escenario artificial en el que todos nos movemos cada día.

Un rol clave

La actual gestión municipal ha puesto especial atención en el tema del patrimonio arquitectónico y urbano, una cuestión que a pesar de ser muy sensible al sentir ciudadano y que hace a cuestiones trascendentes como la historia y la identidad de una comunidad, ha quedado postergado, olvidado y sin un sector específico dedicado al tema o un presupuesto para su funcionamiento.

Hace un par de años ha retomado sus funciones la Comisión Asesora Permanente para la Preservación del Patrimonio Arquitectónico Urbanístico del Partido de Bahía Blanca, integrada por representantes de los colegios profesionales, las universidades y otras instituciones.

Todo proyecto que involucre a un bien de rango patrimonial debe contar con el visto bueno de esa comisión, la cual considera y discute cada obra en particular a partir de las premisas propias de ese tipo de obra, aportando sugerencias y rechazando todo aquello que afecte el valor del bien.

Eso ha permitido aprovechar la refuncionalización de ciertos edificios para recuperar, por caso, sus características originales, se ha impedido la colocación de cartelería inadecuada, se han aportado conceptos relacionados con la preservación buscando, además, favorecer su adaptación a las nuevas necesidades, en una lógica de equilibrio que permita atender todas las visiones.

Las intervenciones positivas marcan un modelo y un camino, permiten entender que muchas veces hacer las cosas de manera adecuada no responde a una cuestión de costos, sino a una postura de respeto y consideración hacia estos testimonios de nuestra historia.

Veamos algunos de estos casos.

El más hermoso de la provincia

Han pasado siete años del incendio que afectó (y mucho) a la sede local del Banco de la Nación Argentina, en las calles Estomba y Moreno.

Desde entonces, la entidad lleva adelante una reconstrucción que no ha tenido pausas y que permitirá reabrir el lugar en un par de años, lo que no es poco en un país donde ese tipo de afectaciones termina por tener edificios abandonados y olvidados.

Y sin dudas la intervención que se lleva los laureles es la magnífica recuperación de su fachada, que no solo fue reparada de manera integral, sino que además recuperó su tono original, el revoque símil piedra que, con tanta maestría, realizaron los artesanos albañiles en 1920.

Lo realizado deja en claro que es posible mejorar frentes que han sido tratados de manera inadecuada, que existe mano de obra capacitada para esa recuperación y que hay materiales que dan una buena respuesta.

La tonalidad beige está presente, además, en el vecino Palacio de Tribunales (1926-1930) y es de esperar que, en algún momento, las autoridades de la ARCA (Agencia de Recaudación y Control Aduanero, exAFIP) lleven adelante la recuperación del edificio de la Aduana (1904), en avenida Colón y Chiclana, penosamente cercado desde hace años.

Imponente y centenario.

Estos tres edificios son parte de la manzana fundacional y conforman, acaso, la postal más rica y atractiva de la ciudad, una destacada carta de presentación.

El frente art decó que pocos veían

A pesar de ser una de las fachadas art decó más atractivas de la ciudad de Bahía Blanca, su existencia era poco menos que vana, invisible.

Todo el atractivo de este estilo que fue sinónimo de modernidad y glamour en los años 30 se comenzó a perder luego del cierre del Palacio del Cine, sala que lo ocupó durante 60 años en Chiclana 174.

Desde 1991 la fachada fue ocupada por una cartelería invasiva, degradada por las palomas, pintada en colores diferentes, afectada por la falta de mantenimiento. Nunca los ocupantes de la planta baja (locales comerciales) entendieron que mejorarla significaba un valor agregado al lugar.

En Chiclana 174, el Palacio del Cine era una de las fachadas art decó más atractivas de Bahía Blanca. Hoy, en recuperación.

Ahora, ese frente llama la atención de los caminantes porque ha quedado escondido detrás de un gran paño negro. Lo interesante es que no se montó ese telón por una demolición (como resulta habitual), sino para la mejora integral del edificio que prevé alojar a una importante tienda.

Se recupera al uso la zona de la sala (funcionaba una cochera) e incluye la puesta en valor de la cara visible, con una cartelería medida, el uso de colores adecuados y una iluminación de diseño. Incluso, se repararán dos columnas vidriadas del frente que son un exponente exquisito del estilo.

El Palacio del Cine en todo su esplendor

Una buena manera para una empresa de poner sus pies en nuestra ciudad, frente a la experiencia de otras que han llegado para demoler valiosos edificios.

Intervención para todos los consumidores

La trágica inundación del pasado 7 de marzo generó daños severos en dos de las sucursales más importantes de la Cooperativa Obrera Limitada: su casa central, ubicada en Belgrano 45 y el Hipermercado de calle Aguado.

Prueba de la gravedad de los daños sufridos es que a la fecha, a siete meses de esa catástrofe, recién la última semana reabrió el edificio de Belgrano.

La entidad ha tomado lo ocurrido como una oportunidad para la renovación y modernización de esos edificios.

La planta alta de la Cooperativa Obrera de la calle Belgrano es un muestrario de ventanas con arcos de medio punto, en una estética propia del renacimiento italiano.

En ese contexto se puede observar la puesta en valor del frente de calle Belgrano que, al igual que el Banco Nación, recuperó el símil piedra original, luego de quitar la pintura blanca aplicada hace algunos años, acción inadecuada desde el punto de vista de la preservación.

Ese frente de 40 metros es una maravilla arquitectónica, impactante con su ancho, construido en el año 1930 para alojar al Almacén Inglés y ocupado —desde 1949— por la Cooperativa Obrera.

Almacén Inglés, el principio de la historia

Su planta alta es un muestrario de ventanas con arcos de medio punto, estética propia del renacimiento italiano, con balcones y la escultura de un león en su parte superior.

También se destaca su carpintería, puertas de hierro y vidrio originalmente asignadas a los departamentos de alquiler ubicados en altos.

La parte de atrás

Otro frente impactante y con historia que también acaba de ser mejorado, con una terminación símil piedra y la reparación de aberturas y rejería es el contrafrente del palacio Municipal, sobre calle Belgrano.

No es una obra cualquiera. Por varios motivos. Primero, porque es propiedad municipal, con lo cual genera una responsabilidad distinta en cuanto a su cuidado. Segundo, porque es una construcción del siglo XIX que, de manera casi milagrosa, ha sorteado la demolición en varias ocasiones a pesar de pasar décadas sin ningún tipo de uso y en muy mal estado.

En ese lugar funcionó la primera comisaría de la ciudad y también el primer servicio de atención médica pública, el paso anterior a la creación del Hospital Municipal.

Su arquitectura es por demás interesante, con una serie de pilastras que le dan ritmo al frente y un portal de ingreso con un arco de medio punto.

Entre varios intentos por intervenirlo se incluye uno del año 1938, que proponía mantener el frente y sumarle tres pisos para alojar el Consejo Regional de Higiene Provincial.

En 1959 se planteó acondicionarlo para cumplir funciones de Asistencia Pública, “preventiva y curativa”. Ningún proyecto prosperó. Hoy, el lugar quizá no tiene un uso acorde a su potencial, pero se suma al paisaje urbano en un gesto acorde a su importancia.

La conclusión: la ciudad sufre, desde hace varios años, un destrato edilicio. El mal estado de obras emblemáticas, como las de la Aduana, la Escuela Nº 2, el ex Hotel Sudamericano o el Correo, ha obligado a rodearlas de vallas preventivas y pantallas para impedir que el desprendimiento de revoques o molduras dañen a los transeúntes. Esta vez rescatamos cuatro trabajos favorables, para la ciudad y para su paisaje. No es poco; es una buena señal.

Símil piedra, esa terminación

A principios del siglo XX la terminación de los edificios consistía en la aplicación de un revoque que imitaba a la piedra utilizada en obras clásicas.

Si bien se suele referir que esta terminación copiaba la piedra caliza utilizada en los edificios de París, ese tono generalmente beige claro, de textura mate y apariencia pétrea, ya había sido utilizado en la antigua Roma y el Renacimiento.

Se prepara con cemento (generalmente blanco), arena fina (de Montevideo es la sugerida), cal, pigmentos naturales o minerales (cuarzo, mica, calcita) y agua. De acuerdo a la dosificación, es la tonalidad final.

La mano de obra estaba a cargo de verdaderos artesanos, conocedores del material, utilizando una amplia variedad de herramientas.

Prueba de la calidad del trabajo es que son frentes que soportan la luz del sol sin mostrar la más leve ondulación o imperfección, casi una terminación a máquina.

En materia patrimonial, este revestimiento jamás debiera perderse detrás de la aplicación de pintura u otro material. Porque sugiere autenticidad, manifiesta una técnica y permite una lectura histórica.
Ocultarlo es resignar parte de un saber tradicional y privar a los ciudadanos de admirar y disfrutar de una verdadera obra de arte.