Bahía Blanca | Domingo, 13 de julio

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A un año del incendio, el merendero “Sapucay” resurge de sus cenizas

Lo reconstruyen con donaciones y trabajo.

A un año del incendio, el merendero “Sapucay” resurge de sus cenizas A un año del incendio, el merendero “Sapucay” resurge de sus cenizas

Pasó un año desde el infierno que vivió Ramona Obregón cuando le prendieron fuego el merendero "Sapucay", que daba de comer a más de 70 chicos, en las afueras del barrio Ciudad Atlántida, de Punta Alta.

“No van a lograr que cierre”, había dicho y fue verdad. Con la ayuda de la comunidad, continúa al aire libre en una plazoleta en Diagonal Sarmiento al 300, mientras trabaja para volver a darle vida a las instalaciones de su merendero ubicado ahí nomás, en Jesús María al 1.200.

El merendero está resurgiendo, pero no a pasos agigantados como yo quería. Pensaba reabrir antes de que se cumpliera el año del desastre, pero había mucho por hacer”, le cuenta Ramona a La Nueva.

Ya colocaron el portón, les donaron los pisos, fueron comprando pintura, hicieron bancos, consiguieron revestimientos, recibieron ollas y platos, pero faltan algunos materiales para terminar el techo.

“Va quedando bonito —dice Ramona—. Cuando veo las alacenas colgadas me agarra una emoción muy grande.”

Es que todavía no puede sacarse de la mente aquella desgarradora imagen de las paredes tiznadas, la ropa quemada, las máquinas de coser derretidas y las ollas fundidas por el fuego que arrasó con todo, incluso su auto y su camioneta.

“Cuando se quemó todo, me mató mentalmente. Me lastimó por dentro y creí que no iba a poder seguir. Ahora estoy muy entusiasmada —asegura Ramona—. La Justicia nunca me abandonó y de alguna forma está aliviando mi dolor. Ya declararon los sospechosos del incendio. Queremos que nunca más ocurran estos hechos violentos que afectan siempre a los más necesitados.”

Ramona siente que el apoyo de la comunidad la llenó de ganas de continuar ayudando y expresando su amor por los niños. Asegura que los vecinos nunca le soltaron la mano. Para ella, todos sus colaboradores son una familia grande de la que está profundamente agradecida.

“Trataron de borrar las sonrisas y la alegría de muchas familias, pero no pudieron —afirma—. A mis 73 años, con mi sueldo de jubilada de la Marina me cuesta todo un montón, pero puedo decir que lo material va y viene. Hay que seguir ayudando porque la gente está muy necesitada. Y aunque tengan trabajo, no les alcanza.”

Ramona no para. Cuenta que a pesar del calor están trabajando todos los días: “El ratito que podemos dedicarle al merendero, nos tomamos unos ‘teres’ y seguimos. Podría estar tomando sol, pero mi don interior me dice que tengo que ayudar. Ahora estamos juntando guardapolvos y lapiceras para cuando empiecen las clases”.

No sabe si llegan a reabrir en marzo, porque muchos de los colaboradores que tiene Ramona son militares y están de licencia o se fueron de pase, pero tiene la certeza de que “el día que abra ese portón, ‘Sapucay’ va a ser el comedor modelo, porque se hizo con la ayuda y el amor de todos”.