De Alice Milliat a Hein y Turienzo: la igualdad de género gana terreno en el alto rendimiento
Cuando nacieron los Juegos Olímpicos modernos, en 1896, no hubo participación femenina. Algo cambió desde 1922.
Periodista. En La Nueva desde 2013. Especializado en el movimiento olímpico. Asistió a los Juegos Olímpicos de Río 2016, a los Juegos Olímpicos de la Juventud Buenos Aires 2018, a los Juegos Suramericanos de la Juventud Rosario 2022, a los Juegos Suramericanos Asunción 2022, a los Juegos Panamericanos Santiago 2023 y a los Juegos Olímpicos París 2024, entre otros eventos internacionales.
Los gestos, las medallas y las emociones son los mismos. La sed de victoria, el orgullo y la capacidad para inspirar al público son idénticos. No es deporte femenino. Es deporte (Tony Estanguet, presidente del Comité Organizador de los Juegos Olímpicos París 2024)
Son múltiples los motivos por los que leemos con cierta naturalidad que en los Juegos Olímpicos París 2024 hubo paridad absoluta de género: la mitad de los 10 500 atletas fueron hombres y la otra, mujeres. También hubo igualdad en el número de voluntarios, que ascendió a 45 000 personas.
No así en la prensa que cubrió el evento in situ, como La Nueva., con apenas el 23 % de periodistas mujeres sobre 5733 acreditados, si bien aumentó respecto a Tokio 2020, cuando fue del 20 %. Pero esa es otra historia…
Deportivamente, la batalla no acabó con esa muestra numérica del Comité Olímpico Internacional. Por lo contrario, sigue más vigente que nunca. Pero para entender el presente y analizar el futuro, siempre es bueno conocer un poco de historia.
Los Juegos Olímpicos, reflotados por Pierre de Coubertin, fueron una competencia netamente masculina en su concepción: "La única misión de las mujeres es coronar a los vencedores", se vanagloriaba el francés. La misma postura tenía el por entonces presidente de la Federación Internacional de Atletismo, el deporte madre, Siegfred Edstroem.
La némesis del barón no fue (es) tan popular, pero resultó fundamental para llegar a esta “paridad”. Nacida el 5 de mayo de 1884 en Nantes, Alice Milliat fue la primera embajadora del derecho deportivo femenino.
Su disconformidad quedó de manifiesto con la creación de los Juegos Olímpicos Femeninos, luego llamados Women's World Games.
Milliat, que era traductora y hacía remo, natación y hockey, ya participaba por entonces en la organización de clubes y competiciones en París cuando en 1922 celebró la primera edición de su obra en la capital francesa (foto principal).
Los más de 20 mil espectadores le dieron impulso para realizar, en 1926, en Gotemburgo, la segunda edición. La repercusión fue aún mayor, pese a que “apenas” participaron cien atletas de nueve países, todos europeos salvo Japón.
La presión que ejerció dio sus primeros frutos en Ámsterdam 1928. En aquellos Juegos Olímpicos se le permitió a las mujeres participar en atletismo, más allá de que fue solo en cinco pruebas: 100 metros llanos, 4x100, 800 metros, disco y salto en alto.
Los Juegos Mundiales Femenino continuaron luego en Praga 1930 y Londres 1934, hasta que la progresiva ampliación del programa olímpico para las mujeres hizo que estos se disolvieran porque carecían de sentido.
Entonces, aquella desigualdad absoluta fue mermando poco a poco.
En Atenas 1896 no hubo mujeres y en París 1900, apenas 22 y en disciplinas consideradas “aptas”, como el tenis; es decir, la participación femenina era restringida.
En Berlín 1936, por primera vez en la historia de Argentina, participó una mujer: fue la nadadora Jeannette Campbell, quien logró la medalla de plata en los 100 metros libres.
Milliat falleció en 1957. Un año antes, en Melbourne 1956, participaron en los Juegos 376 mujeres de 3314 competidores. El 11 %.
Por ejemplo, cuando la bahiense Susana Coppo asistió a Montreal 1976, la delegación nacional estuvo integrada por 65 hombres y solo cuatro mujeres: Claudia Belloto, Patricia Sophn y Rosana Junto, quienes completaron la posta nacional que compitió en los 4x100 libres y combinados.
Hubo que esperar hasta Los Ángeles 1984 para que en la maratón se permita participación femenina. Mientras que desde Londres 2012, con la inclusión del boxeo femenino, las mujeres están incluidas en todos los deportes olímpicos.
Recién en Río 2016, Paula Pareto se convirtió en la primera mujer argentina en ganar una presea dorada, en judo.
Ya en 2024, la maratón femenina se corrió el último día de los Juegos, después de la masculina. Mientras que el evento que cerró el cronograma fue la final del básquetbol que Estados Unidos le ganó a Francia 67 a 66, con la recordwoman Diana Taurassi.
El pasado reciente nos permite recordar que en París, la jugadora de hockey Zoe Díaz se convirtió en la medallista argentina más joven en la historia, con 18 años y 70 días, 68 de diferencia por sobre Gabriela Sabatini (plata en tenis en Seúl 1988).
Díaz es una de las caras del deporte argentino femenino del presente y, sobre todo, del futuro. Un informe elaborado por el COI la incluye junto a otras promesas como Agustina Hein (16, natación) y la bahiense Catalina Turienzo (18, vela). El organismo las ubica entre los jóvenes deportistas a seguir de acá a los próximos Juegos Olímpicos.
"Me da mucha felicidad que en los Juegos Olímpicos haya habido un cincuenta por ciento de participación de mujeres y de hombres. Eso hace que quede reflejado que la paridad está en todos lados y que el mundo se está volviendo mucho más igualitario", me comentó Hein, 14º en 800 libres y 18º en 400 libres en París.
"Está buenísimo todo esto que se fue construyendo con la igualdad de género en el deporte. Todos deberían tener la oportunidad de participar y de ser reconocidos por su esfuerzo sin importar el género. La dedicación, el sacrificio y el talento lo puede tener cualquiera", agregó Turienzo, bicampeona mundial juvenil y 13º en fórmula kite en los últimos Juegos.
Hay camino por recorrer.