Bahía Blanca | Martes, 24 de junio

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El humor como un recurso para incomodar y llamar a la reflexión

Con una vasta obra publicada, Benítez recurre en este caso al humor en ocho cuentos escritos, curiosamente, en un difícil momento de su vida.

“Se acaba el mundo y nosotros afeitándonos”. Es el llamativo título de la última obra del escritor Luis Benítez (Buenos Aires, 1956), una propuesta donde el autor aborda diferentes temas enfocados desde el humor. Un humor que juega con la ironía y la reflexión, que busca descomprimir pero también ayudar a pensar.

Escrito en un difícil momento de su vida, son relatos que surgieron desde la angustia y el dolor, en pleno confinamiento por el Covid. Una respuesta acaso inesperada ante un momento de hondo dramatismo.

 

Poeta, narrador y ensayista. ¿Qué costado es el que aparece en este libro?

El de narrador, a través de ocho historias breves que escribí entre enero y febrero de 2022.

¿Qué va encontrar el que lo lea?

Cuentos referidos al disparate general del mundo donde vivimos, donde las mujeres y los hombres estamos en manos de fuerzas, tanto interiores como exteriores, que rigen nuestros actos y nuestro modo de ver la realidad.

Una realidad donde las grandes decisiones —muchas de ellas absolutamente absurdas, pero que modifican nuestras vidas— las toman quienes no siempre están en sus cabales. Un mundo donde la frivolidad, los intereses creados, las fake news, las conveniencias políticas o la mera estupidez, tienen la última palabra. Todo ello narrado en clave de humor, que es el último paso, la última trinchera antes del abismo de la desesperación.

¿Qué sugiere un título tan particular?

Que mientras la civilización, que bien o mal alcanzamos a construir, sigue existiendo casi por mera casualidad, preferimos mirar a otra parte para no ver las amenazas que se ciernen sobre ella.

¿Por qué el humor en este caso como elemento clave de cada relato?

Porque es la vía más rápida y la menos dañina para que nuestra sensibilidad acceda a la conciencia de cuanto sucede a nuestro hostil alrededor y en nuestro interior. Solo a través del humor es posible soportar la contemplación del lado estúpido de la vida. Como dijo Oscar Wilde alguna vez: “el mundo es un teatro pero con un elenco deplorable”.

Menciona la frase de Cristina Peri Rossi “El sentido del humor es el sexto sentido de la literatura” ¿Cómo se interpreta esa definición?

La frase la extraje del discurso que esta escritora uruguaya pronunció al recibir, en 2021, el Premio de Literatura en Lengua Castellana Miguel de Cervantes. Ella rescata los poderes del humor como un recurso más de la literatura, no menor y definitivamente esclarecedor: un “sexto sentido” que percibe lo que los otros no pueden notar. El humor delata lo que otras miradas no pueden ver o ayudan a esconder todavía más. Esa frase fue el disparador de estos ocho cuentos.

¿Cada cuento es distinto pero mantienen el mismo humor como hilo?

Sí, el humor engarza cada cuento como si fueran las cuentas de un mismo collar, pero el peso específico y el estilo de cada uno es diferente: en alguno se parodia al género policial, en otros a las declaraciones de los gobiernos ante fenómenos que no pueden manejar. En varias de estas historias la burla recae sobre los individuos inescrupulosos. También la ironía recae sobre la corrección política a ultranza y el afán de sobresalir.

Incursiona en el feminismo también. ¿Cómo decidió encarar ese cuento?

Por la vía contraria: el cuento de referencia se titula Para aplastar al feminismo y tiene  tres universitarias que militan por retrotraer la relación entre los sexos a la que imperaba en el siglo XVII. Están a favor de la desigualdad, el sometimiento de la mujer al patriarcado, y llegan a sumirse en la clandestinidad y la lucha armada para imponer sus ideas. Aquí se parodia el lenguaje y las prácticas ideológicas impregnadas de fanatismo.

Incomodar, esa es la cuestión

Benítez busca en cada cuento detectar hechos cotidianos que muchas veces pasan inadvertidos para todos. Por eso habla de “incomodar” al lector, de llevarlo a pensar y analizar una serie de hechos que casi sin notarlo van marcando nuestro camino

¿Cómo se va proponiendo cada historia?

Trabajo mucho con la alusión apenas insinuada y con lo no dicho, para que el lector complete el texto con sus propias conclusiones. El absurdo expuesto en su desnudez cotidiana, que pasa a nuestro lado sin que le prestemos mayor atención. También el mismo dedo nos apunta a nosotros, a cosas que hacemos, pensamos y decimos sin tomarlas en cuenta cabalmente. Mark Twain dijo: “un hombre no puede estar cómodo sin aprobarse a sí mismo”. Lo que intenta el libro es vulnerar esa auto aprobación, incomodar para conocernos mejor.

¿Le cuesta encontrar temas, argumentos? ¿Tiene una rutina para escribir?

En literatura los temas no importan tanto como el tratamiento que se les da. Una estudiante pobre asesina a una anciana avarienta: eso merece 40 líneas en la sección de policiales de un diario. Lo toma Fiódor Dostoyevski y escribe Crimen y castigo. Al elegir un tema, trabajo como un ingeniero civil: el tema es el cimiento, la base que sostiene la estructura. Luego pongo mi atención en el argumento, eligiendo bien el grosor de las vigas y varillas de acero que van a sostenerlo; la resistencia de esos materiales es crucial o todo se desmorona, por exceso de imaginación, o por demasiado apego a narrar cosas que el lector ya conoce. Tengo que poner ventanas a lo desconocido pero no a lo indescifrable.

Cuando escribo narrativa trabajo con horarios, plazos y objetivos. No puedo escribir al aire libre, en una plaza o en un bar: todo me distrae. Debo hacerlo en un espacio cerrado y en absoluto silencio. También necesito cigarrillos rubios, café negro y whisky escocés.

¿Cómo le ha resultado esta experiencia literaria?

Exitosa en lo objetivo, por la buena recepción. Salvadora en lo subjetivo: escribí con ferocidad estas ocho historias, en un plazo muy breve, cinco semanas, porque estábamos mi mujer recluidos por la pandemia y ella con la enfermedad incurable que terminó con su maravillosa vida. Yo tenía que hacer algo para no volverme loco y me di a escribir humor.

¿Hay algún autor que se pueda emparentar con esta propuesta?

Muchos lo han empleado, pero creo que este libro tiene que ver —ni punto de comparación, desde luego—con las historias breves del británico Saki (seudónimo de Héctor Hugh Munro) que satirizan la sociedad victoriana, sus vicios y disparates, apelando a una causticidad de alto filo. Incorporé el humor para salvarme de la desesperación o evadirme de ella siquiera por unas horas cada día.

¿Vive de este oficio? ¿Cuánto tiempo dedica a la escritura?

Tengo a la fecha 44 libros publicados en América y Europa, más de la mitad de ellos traducidos a lenguas locales, y recibí varios reconocimientos. Pero no vivo de la pluma. Son contados los colegas que lo hacen, aquí y en el mundo. Le dedico a escribir un mínimo de cuatro horas, cada día del año. Así no escriba una sola línea, esas horas son sagradas. 

¿Qué escritores son sus favoritos, qué libros lo han marcado?

La lista es larga, en prosa y verso. El inevitable Jorge Luis Borges. Marcel Schowb, Vidas imaginarias; Joseph Conrad, El corazón de las tinieblas; Saki, El tigre de la señora Packletide y otros cuentos; Dylan Thomas, Poemas reunidos; Walt Whitman, Hojas de hierba; Virginia Woolf, Orlando; Manuel Mujica Lainez; Enrique Molina; Marcel Proust, Por el camino de Swann y El mundo de Guermantes; José Emilio Pacheco; Oscar Wilde; Julio Cortázar; Roland Barthes y Franz Kafka.

¿Cómo ve hoy el mundo de los libros en papel?

La literatura ha tenido diferentes soportes a lo largo de su historia, desde el Poema de Gilgamesh hasta el presente. Hoy por hoy, el papel sigue imperando en las preferencias de los lectores pese a las ventajas de almacenamiento, precio y accesibilidad que ofrece lo digital. De todos modos, lo importante siempre será lo que está escrito. Vendrán otros soportes, pero por novedoso que sea el continente, lo fundamental será el contenido.