Bahía Blanca | Lunes, 29 de abril

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El impacto de la comunicación presidencial

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No caben dudas que si hay dos disciplinas que cada vez “maridan mejor” y que se completan de manera casi perfecta para poder “leer conductas” y entender la realidad, la Psicología y la Política cumplen ese cometido.

En 1967, Paul Watzlawick, junto a otros autores publica la “Teoría de la comunicación humana”, marcando un hito, la comunicación ya no se puede concebir sin tener en cuenta el contexto en el que se produce.

Teoría con plena vigencia, ofrece los cinco axiomas que rigen la comunicación. En esta columna alcanza con mencionar dos de ellos. El primero: “Es imposible no comunicar”, refiere a que todo comunica y el segundo que expresa que en todo mensaje intervienen dos aspectos, el contenido que se trasmite y la relación que se establece entre los interlocutores; sintetizando: “qué se dice”, lo aporta el contenido, y la relación “el cómo hay que interpretarlo”.

Te preguntarás a que viene tanta teoría, la idea es habilitar líneas de pensamiento, máxime cuando últimamente el presidente Javier Milei emite una serie de mensajes que si bien están en línea con su estilo comunicacional tienen un impacto en las emociones de la población. 

¿Qué pasa en nuestra mente cuando los mensajes de un presidente tienen contenido amenazante? ¿Qué relación pretenden establecer con nosotros?

Ya sea a través de redes sociales o de medios de comunicación masiva pronunciar un mensaje amenazante, desafiante y violento rara vez tiene buenos resultados. Quien lo emplea suele concebir al escenario político como un combate en cual, despachar artillería verbal, permitiría obtener la recompensa de los ciudadanos, fidelizar adeptos o sumar nuevas voluntades. 

Sin embargo, está comprobado que la ironía, el enojo, la amenaza, o amedrentar desde gobernadores hasta artistas, desencadena en los espectadores una serie de emociones que al menos se deben tener en cuenta.

Las emociones básicas son siete. Sorpresa es una emoción neutra y es la reacción típica ante lo inesperado, alegría es positiva y las restantes y negativas son: tristeza, miedo, ira, desprecio y asco. Todas, siempre, desencadenan conductas y a veces las consecuencias se traducen en verdaderas escaladas.

No hay que perder de vista que la “luna de miel”, esos 100 primeros días de gobierno, entraron en cuenta regresiva, los bolsillos tocan fondo y a pocos les importa el superávit fiscal cuando el debate pasa por si alcanza o no para la comida.

Entonces, ¿cuánto tiempo puede resistir la salud mental cuando el dinero no alcanza y los mensajes están impregnados de violencia?

Desde la Psicología se advierte cómo los ánimos van mutando y las emociones se van encendiendo. Primero aparece la desilusión y la decepción, lo que indica el fin del encanto o del enamoramiento. Lo prometido en campaña se convierte en deuda y así aparece el disgusto y el enojo. En esta instancia la moderación y una estrategia de comunicación con mensajes serenos y previsibles son parte del ABC.

Ante el enojo no decodificado rápidamente surge la preocupación, ésta ya se evidencia y se irá acentuando en el mes de marzo con la vuelta a clases y el aumento de tarifas. Luego se instala la queja, pues ante una realidad dolorosa, en la que cubrir las necesidades básicas se complejiza, la conducta esperable que acompaña a ese clamor individual es la frustración.

Ya se ven los “enojados”, pacíficos, que, para intentar salir del disgusto, piensan en soluciones y las comparten en sus grupos a modo de catarsis. Las frases son: “yo no pensé que fuera a tomar estas medidas, está ajustando al laburante…”

Otra conducta que toma el enojo luego de la decepción es la apatía y se traduce en una especie de indiferencia y hasta desánimo. Además, el desinterés se acrecienta con cada promesa incumplida junto al desaliento de seguir participando en procesos de construcción, los arrepentidos del voto ya se manifiestan a viva voz.

Pero lo peligroso es cuando el enojo es ignorado o minimizado, porque rápidamente conecta con la impotencia, se agranda como bola de nieve y los mensajes violentos y desafiantes son el combustible que se necesita para que el fuego arda y comiencen los estallidos de violencia y furia como ha sucedido en tantos países. 

Entonces, como todo comunica, como todo mensaje tiene un contenido, pero también establecemos una relación, tengan presente que ni los bolsillos, ni los ánimos ni las emociones resistirán por mucho tiempo discursos de guapos; es imposible construir desde la amenaza.