El legado del Canal de Suez: una obra de unión universal
Cada 17 de noviembre se celebra el Día Mundial de la Construcción. Ese día del año 1869 se habilitó al tráfico internacional el Canal de Suez.
Desde el año 1955, cada 17 de noviembre se celebra el Día Mundial de la Construcción, con un significado universalista, ya que ese día del año 1869, se habilitó al tráfico internacional el Canal de Suez.
Dicha obra se transformó en un verdadero símbolo de las posibilidades de la industria de la construcción puestas al servicio de la humanidad.
En ella, participaron diversos países, desde el estudio responsable del proyecto hasta la empresa encargada de su ejecución. Además, por tipología constructiva, se rompieron los límites entre dos continentes, Asia y África, dejando a la región del Sinaí transformada en una península.
La construcción es y seguirá siendo el motor de la economía del país. Como actividad en sí misma, agrupa la creación, ampliación, refacción y remodelación de edificios, estructuras e instalaciones, tales como viviendas, plantas industriales, oficinas, carreteras, puentes, muelles, vías férreas, obras de electricidad, riego e hidráulicas, y toda clase de obras impulsadas por la experiencia y conocimiento de mujeres y hombres, quienes aportan a la economía del país y el bienestar de sus compatriotas.
De esta forma, la industria de la construcción puede considerarse como un valioso termómetro de la situación económica de un país, reflejando un gran auge en períodos de crecimiento económico y, por el contrario, importantes descensos durante lapsos críticos.
El carácter pro-cíclico de la construcción, a nivel mundial, se plasma en su elevada dependencia de los indicadores económicos, tanto expansivos como recesivos.
Vale destacar que, a nivel mundial, la construcción como industria, comparativamente con otros actores productivos, es quien más aporta para el crecimiento de las economías de los países o regiones donde se impulsa, en términos de PBI, dado su elevado nivel de empleo intensivo de mano de obra, al tiempo de generar un singular, y casi exclusivo, efecto multiplicador en otras industrias secundarias, a las cuales les demanda servicios e insumos capaces de aportar valor agregado a su cadena productiva.
Por ello se la reconoce como “la industria madre”.
La construcción y la arquitectura históricamente han dado respuesta a varias necesidades e inquietudes humanas.
En un primer lugar fue un medio para obtener protección y seguridad así como para protegerse de las inclemencias del tiempo pero según fue evolucionando permitió además canalizar nuestra necesidades de contribución y de creación y en algunos casos la posibilidad e establecer un legado para generaciones futuras.
A lo largo del tiempo el hombre ha creado construcciones que, si bien le ayudan a protegerse de las inclemencias del tiempo, también tienen un significado propio para cada cultura; por ejemplo, en las cultura Egipcias, las pirámides tenían un significado religioso en el marco del camino a la vida eterna de los faraones fallecidos; igualmente ciudades como Machu Picchu en los Andes peruanos, era un enclave para la protección, el comercio, pero en especial para lo religioso dentro del imperio Inca. Civilizaciones como Babilonia, Persia, Roma, Grecia, Egipto, Azteca, entre otras; representa parte del aporte que nos ha arrojado la historia de esta la majestuosa “ciencia”.
Tiempo después, las civilizaciones modernas incorporaron la arquitectura como una base importante para su desarrollo, en donde, se mezclan utilidad y diseño, tales como puentes, edificios de oficinas, sitios turísticos y más, con algunos de los puntos fuertes de las construcciones en el mundo actual.
Esa construcción majestuosa
El Canal de Suez es una majestuosa obra vial de navegación, que simboliza la “unión universal”, ya que en el proyecto participaron -desde el estudio hasta su ejecución- personas de numerosos países.
Fue en esa fecha, 17 de noviembre, pero en 1869, cuando se concretó esta obra que permitió la unión entre dos continentes: Asia y África, dejando a la región del Sinaí transformada en una península.
Es una vía artificial de navegación que une el mar Mediterráneo con el mar Rojo y que permite un tránsito marítimo directo entre Europa y Asia, eliminando la necesidad de rodear toda África como venía siendo habitual hasta entonces.
Cuenta con 163 kilómetros de largo por 300 metros de ancho. Se inicia en el Mar Mediterráneo, desde el Punto Said hacia Ismailia en Egipto, y termina en el Golfo de Suez.
El impacto sobre el comercio fue trascendente, porque permitió el traslado de mercancías, productos, materiales y pasajeros alrededor del mundo en un tiempo récord.