Bahía Blanca | Domingo, 06 de julio

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El gran hermano, la otra camiseta de Pacífico, el cumple postergado y el regreso

Lo que dijeron algunos protagonistas tras el ascenso de Pacífico, con mayor tranquilidad, ya con tribunas y plateas vacías del Tomás.

Facundo Wattson. Fotos: Tomás Bernabé-La Nueva.

Twitter: @rodriguezefe

Instagram: ferodriguez_

 

Con las tribunas y plateas despobladas del Norberto Tomás, el festejo íntimo entre jugadores, familiares y allegados de Pacífico se centraba en el parquet.

Había pasado el sufrimiento, era momento de disfrutar el ascenso a Primera del básquetbol local.

Las caras de felicidad se dibujaban en cada jugador.

Se sacaban fotos, se unían en el festejo, querían registrar cada instante de este momento único y, acaso para algunos, irrepetible. Pocos pueden ser campeones alguna vez. Y ellos lo consiguieron.

Por caso, Juan Cruz Redivo, el hermano de Lucio, más tímido hablando que con la pelota en la mano. El zurdo tomó decisiones en la serie, no le esquivó a la responsabilidad.

—Hoy sos el Redivo bueno, je.

—Sí, je. Bueno, él tiene una promoción, pero no es lo mismo, je.

—Ahora tenés nombre propio. Y mano también.

—Y... Hoy (por el viernes) más o menos. Pero es tremendo salir campeón con mi club dos veces (también en Sub 23) en seis meses. Pacífico se merece estar en lo más alto.

Otro que cargó la escopeta seguido fue Iñaki Errazu, que un día después a cumplir 25 años festejó doble.

“Ayer (por el jueves) sólo fue un día de trabajo y entrenamiento. Estaba muy nervioso -confesó-. Sabíamos que era muy complicado".

—¿Sentías que necesitaban de tu tiro?

—La verdad que sí. Me había concentrado mucho en la defensa, dejando un poco la ofensiva para otros jugadores y me di cuenta que necesitaba meterla un poco. Así que hoy (por el viernes) traté de hacerlo.

En imágenes: todo lo que pasó en el Tomás

—¿Cuánto crece uno jugando estas instancias?

—Y... Ya jugué con Pacífico en 2018 y no tuve tanta carga porque estaba Juan (Marini) y Branco (Salvatori) y se pusieron ellos el equipo al hombro, pero esta vez tenía que ser parte de los que tomaban las riendas. Llevaba una mochilita. Se sentía la presión.

El que se sacó una mochila fue Pomar Garbarino.

“Cuando descendimos -contó- dejé de jugar. Este año me crucé al Pato (Lliteras) en Mar del Plata, hablamos, sentí el apoyo de Andrés (Iannamico) y se dio el regreso".

—¿Te sentías en deuda?

—Me sentía en deuda y quería jugar en Pacífico. Me había ido mal.

—¿Fue una frustración el descenso?

—Sí. Sumado a algunos problemas personales, que después solucioné. Por suerte me volvieron las ganas de jugar al básquet.

En medio de los festejos se vio alguna camiseta retro de Richotti, cargada de nostalgia, y un apellido que siempre está en Pacífico.

También festejaron y lagrimearon varios de esos jugadores/hinchas/dirigentes, según el momento, muy identificados con el verde. Tanto como Facundo Wattson, uno que pudo colaborar desde adentro.

La camiseta 4 que transpiró la había cambiado por una 4 verde, de otro tiempo, que tenía debajo de la red que se llevó como premio.

“Es la que usó mi tío (Javier Montero) cuando Pacífico fue campeón de Primera en el ‘96 -contó-. La tenía guardada y le prometí que me la iba a poner”.

—¿Sufriste más por ser muy de Pacífico?

—La verdad que a través de los años aprendí a no sufrirlo tanto, pero al ser una final y un clásico fueron muchas sensaciones juntas.

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—¿Qué pasaba cuando en tu cabeza apretabas play y a veces era otro diferente a este el final de la película?

—La verdad que se cruzó, pero fueron pocas veces. Siempre tuve fe en este equipo, desde que arrancó el torneo. Sentí que íbamos a llegar acá y merecíamos ganar.