Bahía Blanca | Viernes, 29 de marzo

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Hoy, la música la pone Los Malvineros

El soldado conscripto Hugo Castro sobrevivió a la batalla de Pradera del Ganso. Lejos de rendirse, ahora admite que la resiliencia (folklore incluido) es una bisagra en su vida.

En su casa, detrás de una imagen con sus compañeros del RIM Nº 8 en Pradera del Ganso. Castro está sentado (segundo desde la der.). / Fotos: Emmanuel Briane-La Nueva.

Cartas, fotos en blanco y negro, también a color —ya en modo vintage—, sobres, un número asignado (059) sobre una planilla, un llavero de cuero de color marrón con una imagen que celebra el casamiento entre el príncipe Carlos y Diana de Gales en 1981, un clásico pulóver de color verde con hombreras reforzadas, un poncho gris y más cartas; unas más amarillas que otras. Un jabón de campaña y una pasta dental (solidificada); un Nuevo Testamento. Todo sobre la mesa.

Son casi todos los recuerdos (tangibles) del soldado conscripto Hugo Castro, Veterano de Guerra de Malvinas, sobreviviente de la batalla de Pradera del Ganso, una de las más encarnizadas del conflicto en el Atlántico Sur, de cuyo inicio hoy se cumplen 41 años.

“Son parte de mi vida. Sacarlos de las cajas me carga de energías y no me pasa nada negativo. También hay que buscarle la vuelta, ¿no?”, dice Castro, en el living de su casa de la calle Chancay, en el barrio Pacífico.

Hugo Castro tiene la palabra. Al fondo, el pulóver que lo abrigó casi 60 días.

“He aplicado resiliencia a casi todo. ¿Por Malvinas? No lo sé. Creo que antes yo era así, pero tampoco me he puesto a pensarlo demasiado. Salió, sale de esta manera”, agrega.

“¿El 2 de abril? Mi trinchera, por decirlo de algún modo, está en Rawson. Siempre vuelvo en estas fechas. Ese origen con mis amigos de la infancia, y con quienes compartimos la colimba, no los olvido. Con ellos armamos el primer centro de veteranos. También está mi hermano Pachi (Jorge) y mantengo en el recuerdo permanente a mis padres”.

Amigos son los amigos, hoy, 2 de abril, a las 11.30 en La Falda y Cuyo: Néstor García (izq.), Castro, Carlos Ramallal, Osvaldo Davies y Roberto y Luis Orellana.

Pero esta vez Castro se encuentra en Bahía Blanca. Hay una razón: sus amigos y camaradas de Rawson vendrán a visitarlo y a compartir el acto de hoy, por el 2 de abril, en La Falda y Cuyo. Como sea, siempre juntos.

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La familia de Hugo Castro es de San Juan, pero él nació en la citada capital de Chubut, a 735 kilómetros de Bahía Blanca.

Tras haber sido dado de baja (con honores) en julio de 1982, a Bahía Blanca llegó en 1983 con la intención de estudiar. Hubo idas y vueltas pero, al final, se quedó.

“En realidad, en mi familia toda la vida hicimos (sic) música. Un poco porque éramos del norte, con tíos que siempre participaban de las peñas populares y demás”, cuenta.

“A poco de regresar (a Bahía) nos reuníamos con veteranos (VGM) y siempre se armaba algo y tocábamos. Pero una vez nos convocaron desde (el Club Social y Deportivo) Villa Obrera, en Chiclana al 1800. En realidad nos invitaron porque no tenían músicos y sólo estaba la kermés. Fue en 2011”, agrega.

Los Malvineros llegaron a Cosquín en 2016: Hugo Castro (izq.), Guillermo De la Fuente, Gustavo Corvalán, David De la Fuente y Federico Castro.

“Tocábamos con Guillermo De la Fuente (VGM, actual presidente del Centro de Veteranos de Malvinas de Bahía Blanca), pero no era para subir a un escenario. ¡Ni nombre teníamos! Y no fuimos muy ingeniosos: Los Malvineros. Así arrancamos en ese evento solidario, porque Zamba de mi Esperanza y Luna Tucumana las saben todos. Al grupo se sumaron dos VGM: Gustavo Corvalán y Rubén Galeano”, relata.

“Alguien nos escuchó; más tarde nos llamaron de una escuela y así se hicieron otras convocatorias. Luego se sumaron mi hijo Federico, en teclados y en voz, y David, el hijo de Guillermo, en saxo. Y yo me animé con la percusión. La impronta joven derivó en un folklore modernoso y, por eso, en 2016 llegamos a tocar en un Pre Cosquín. ¡Mirá! Cumplí algo que soñé cuando era chico y mis viejos me llevaban a Cosquín”, expresa.

Castro dice, también, que la música se convirtió en otra excusa perfecta: recordar a los argentinos caídos en la guerra.

“¿La Marcha de las Malvinas? Ehhh… No. Nunca la hemos cantado. Bueno, ahora pasa a ser un desafío —sonríe—. Sí interpretaciones de canciones alegóricas, como A los héroes que quedaron (NdR: de Francisco Alejandro López) o La Cigarra”.

La agrupación, el 2 de abril de 2022: Federico y Hugo Castro, David y Guillermo De la Fuente y Gustavo Corvalán.

Hoy, Hugo Castro es empleado en el PAMI y, con 62 años, está cerca de jubilarse. Pero no se queda ahí: en la ciudad ha sido presidente del Centro de Veteranos de Guerra local; vicepresidente de la Asociación Bahiense de Hockey y, hasta hace un mes, tesorero del club Pacífico. Casi siempre, todo en familia con su esposa bahiense Marisa Pallotti y sus hijos Federico (30), licenciado en Turismo y Camila (26), quien estudia abogacía en CABA.

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El 1 de febrero de 1982, el ciudadano Hugo Castro debió presentarse en el Regimiento de Infantería Mecanizado Nº 8 General O’Higgins de Comodoro Rivadavia, dependiente de la IX Brigada Mecanizada de la 3º División del Ejército Argentino. Allí se convirtió en un soldado conscripto.

“¿Rumores de un conflicto? No. Para nada. Pero tras un descanso de cuatro días, a fines de marzo, aparecieron movimientos de mucha tropa, con ropa y armamento nuevos. Algunos soldados venían de Sarmiento (Chubut), por ejemplo, y pasaban por Comodoro. Eso era inusual, pero para nosotros no eran más que charlas de recién ingresados”, indicó.

En las afueras de Comodoro Rivadavia, en los momentos del denominado "campito".

No pasó mucho desde esos movimientos: en la madrugada del 2 de abril llegó la comunicación oficial.

“Nos dijeron que las tropas argentinas se habían hecho cargo del invasor, siempre en clave de arenga militar. Ahí sí cambió todo; empezaron a llegar soldados de diferentes lugares del país”, recuerda.

“Arribamos a Puerto Argentino alrededor del 10 de abril en un vuelo de Austral. Iba con la capacidad máxima, ya que no tenía asientos. Estuvimos ahí tres noches hasta que el grueso del RIM Nº 8 fue asignado a Bahía Fox. Yo estaba en una sección de 42 hombres que la enviaron en helicópteros a Pradera del Ganso, o (al istmo de) Darwin, ya que están muy cerca. Allí había una parte importante del RIM Nº 12 de Mercedes (Corrientes), y otra del RIM Nº 25 de Sarmiento, de donde nosotros dependíamos bajo el mando del teniente coronel (Mohamed Alí) Seineldín. Allí también estaban Roberto Estévez (NdR: teniente del Ejército, ascendido a teniente primero post mortem y condecorado con la Cruz al Heroico Valor en Combate) y (Juan José) Gómez Centurión, entre otros. Nuestro oficial fue el subteniente Guillermo Aliaga”, añade Castro.

“Nosotros estábamos convencidos de que se trataba de un mes de comisión y nos volvíamos. Pero todo cambió a fines de abril y, especialmente, luego del 2 de mayo, cuando se produjo el hundimiento del (crucero ARA) 'Belgrano”, cuenta.

Castro rememora que las tropas inglesas bajaron en la bahía San Carlos en los primeros días de mayo y, ascendiendo el terreno, con apoyo naval y aéreo, tomaron Darwin, Pradera del Ganso, o Ganso Verde, entre los días 28 y 30, para llegar finalmente el 14 de junio a Puerto Argentino.

“¿Qué recuerdo? El terror. La incertidumbre. Fueron dos noches muy largas; casi eternas”, dice.

Como se comprenderá, el VGM pasó momentos complejos en medio de un panorama abierto entre la vida y la muerte. Hoy admite que cada vez más le cuesta hablar sobre eso. Pero algo dice.

Con una manta recibida por los británicos del "Norland" que, luego, Castro convirtió en poncho para abrigarse.

“En tres oportunidades estuve muy cerca de quedarme en Malvinas; pero muy cerca. Una bomba que cayó por ahí nomás; el fuego amigo de los aviones cuando estábamos prisioneros en el campo y momentos confusos de la rendición en Ganso Verde. ¿Por qué estamos hablando ahora acá? Porque El Flaco —mira hacia el cielo— lo decidió”, relata.

Las fuerzas argentinas, compuestas en esa zona por alrededor de 1.500 hombres, tuvieron 47 bajas y 98 heridos, muchos de ellos graves. Los británicos registraron 17 muertos y 35 heridos. Los poco más de 900 prisioneros fueron trasladados a bahía San Carlos. Tras 74 días de guerra, nuestro país tuvo 649 bajas, 323 de ellas por el hundimiento del crucero ARA “General Belgrano”.

Soldados argentinos en una imagen de mediados de mayo de 1982, a la espera de la Batalla de Darwin y Pradera del Ganso. En sólo 36 horas, 47 argentinos perdieron la vida. / argentina.gob.ar 

El 12 de junio, el buque de transporte inglés “Norland” desembarcó 933 hombres en el puerto de Montevideo, en Uruguay. Eran quienes habían combatido en Darwin y en Pradera del Ganso; entre ellos estaba Castro. Sus letras y número de prisionero, asignado por la Cruz Roja, fue AJ 059.

Al día siguiente, antes de la finalización del conflicto (el 14), llegaron a Campo de Mayo.

“El 18 de junio, que es mi cumpleaños, volamos desde Buenos Aires a Comodoro Rivadavia. Y al otro día me encontré con mis padres (Clara Moreno y Hugo). Por algunos contactos, ya se habían enterado de que podía estar vivo. Lo ratificaron cuando pude llamarlos desde el RIM al teléfono de un vecino. Ese día hubo una nevada histórica, pero igual se subieron al auto y viajaron los 380 kilómetros desde Rawson. Aún no sé cómo hicieron para llegar a las once de la noche. Y a las 7.30 del día siguiente aparecieron en la guardia. Fue un momento muy fuerte. También hubo coincidencias: en esos días había muerto mi abuela”, relata.

Letras y número de prisionero asignado por la Cruz Roja para Hugo Castro: AJ 059.

“¿Si volví a Malvinas? No. Te pregunto yo ahora: ¿Vos regresarías a un infierno? ¿Volverías donde se convivió con la miseria humana al extremo? Y esto va más allá de la soberanía, de los caídos y demás. No. No volvería”, asegura.

Hoy, celebra que cada vez más gente toma conciencia del rol que tuvo cada uno en Malvinas.

“En esto han colaborado los diferentes gobiernos y nos hemos puesto de acuerdo nosotros, los VGM, en cuestiones básicas. Pero más allá del reconocimiento, entiendo que debemos seguir trabajando”, sostiene.

Cuando en la mañana de hoy, en la plaza que recuerda a los héroes de Malvinas en La Falda y Cuyo, se comience a escuchar Tras su manto de neblinas no las hemos de olvidar..., de La Marcha de las Malvinas, seguramente Castro esbozará una sonrisa.

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