Bahía Blanca | Martes, 16 de abril

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Kasanzew: “Cuando se muestren las grandezas de los soldados ya no habrá desmalvinización”

Para el periodista y escritor Nicolás Kasanzew, quien cubrió para ATC la guerra en el Atlántico Sur, las nuevas generaciones están remalvinizando el país.

Kasanzew pasó por Bahía Blanca y, como siempre, dejó títulos. / Montaje de imagen: Guillermo Kluin-La Nueva/ Fotos y video: Jano Rueda-La Nueva.

El término desmalvinización aún signa la historia de nuestro país. Pero el rumbo de los años recientes marca un giro cada vez más evidente.

“Aún no podemos desterrar esa palabra, pero algún día la vamos a sepultar sin honores. Desmalvinización no es otra cosa que una forma de censura”, asegura el periodista y escritor Nicolás Kasanzew, quien estuvo cubriendo el conflicto del Atlántico Sur, entre abril y junio de 1982, para la emisora oficial Argentina Televisora Color (ATC).

Con el camarógrafo Alfredo Lámela y el ayudante Marcos Novo. Fue el 1 de mayo de 82, en el primer bombardeo inglés a la base aérea Malvinas.

“De lo único que se permitió hablar en estos años, a nivel de medios y de la política, es de las miserias de Malvinas pero no de las grandezas, que han quedado semiocultas. Cuando las grandezas sean mostradas en su totalidad, recién podremos decir que se terminó la desmalvinización”, agrega.

“Los valores eternos no se pueden transmitir en discursos, sino en ejemplos. Tenemos vivos a los ejemplos; semiocultos todavía”.

Kasanzew, quien pasó por Bahía Blanca para participar de los Juegos Olímpicos para Veteranos de Guerra, ha tomado la causa como propia, es una pieza más de un engranaje que cobra cada vez más movimiento y hasta participa de desfiles junto a Veteranos de Guerra de Malvinas (VGM).

“Existen dos factores que, a mi juicio, comenzaron a cambiar esta historia”, afirma.

Kasanzew llegó a disparar un cañón Oto Melara de 105 mm. en la batería del teniente 1º Caballero. Fue en Monte Longdon, el 12 de junio de 1982, dos días antes de la rendición.

“Uno de ellos son las redes sociales, que acabaron con el monopolio de los grandes medios y ahora uno puede llegar a decenas de miles de personas. Inclusive, en estos medios mucha gente escribe comentarios, que antes no podía, que a veces son más interesantes que la propia nota. Es decir, hay maneras de burlar esa hegemonía e instalar temas como la reinvindicación de Malvinas”, explica.

“El otro factor es que ha aparecido una generación de jóvenes no contaminada con toda la hojarasca ideológica y los odios del pasado, que no saben nada de Malvinas, pero cuando se enteran se abrazan a la causa. Primero se asombran y después se preguntan: ¿cómo? ¿peleamos? ¿y cómo peleamos? Son quienes están remalvinizando el país. Falta muchísimo, pero se está produciendo un gran avance”, asevera.

Nicolás Kasanzew tiene 71 años y nació en Salzburgo, Austria. Tras Malvinas, debió exiliarse casi dos décadas.

Kasanzew, quien dialogó con La Nueva., tiene autoridad suficiente para decir que la gesta de Malvinas podrá equipararse, con el paso del tiempo, al cruce de los Andes y que es la llave para inspirar al país a un futuro mejor; que sólo desde una posición de fuerza la Argentina puede reclamar por la soberanía, así como los políticos no sólo han robado dinero (público), sino parte de esta historia.

—¿En qué momento comenzó a darse esta reinvindicación?

—Empezó, en forma lenta, 20 años después de la guerra; en ese período los soldados no hablaban por la mala onda sobre lo que fuera Malvinas. Primero ocultaban hasta su participación, porque cuando volvieron iban orgullosos con su documento, donde decía que habían sido soldados de la guerra, hasta que se dieron cuenta de que era el motivo por el cual no les daban trabajo.

Kasanzew con Owen Crippa (der.) y su mecánico Escalante. El aviador venía de atacar en solitario a toda la flota inglesa en San Carlos.

“Después de 20 años comenzaron a hablar los veteranos y no sólo me refiero a los soldados conscriptos, sino a los oficiales y suboficiales. Owen Crippa (NdR: teniente de navío, condecorado con la cruz de la Nación Argentina al Heroico Valor en Combate) estuvo callado en estas dos décadas, pero ha ido in crescendo. Ahora hablan cada día más, porque hay una recepción favorable y eso alienta a que compartan sus experiencias”.

—¿Qué cambió en nuestra sociedad?

—El tiempo lo cura todo, por un lado y, por otro, para evaluar un hecho histórico es imposible hacerlo apenas sucedió; hay que tomar distancia en el tiempo y recién ahí se empieza a ver. La distancia hace entender el valor que tuvieron nuestros combatientes en esa guerra desigual que, gracias a su coraje, la hicieron igual.

“Los políticos nos han robado mucho dinero, pero nos han robado algo mucho peor: nos han robado la historia; que la devuelvan”.

“Hay un caso emblemático. Darío Volonté es un veterano de guerra, náufrago del crucero Belgrano y tenor famoso a nivel mundial que, cada vez que se refería a Malvinas, hablaba pestes. Un día me invitaron a un programa de (Alejandro) Fantino, donde también estaba él; me amargué, porque otra vez iba a despotricar. Cuando le preguntan sobre el tema, dice: 'Vos sabés que siempre despotriqué, hasta que me casé con una francesa y una vez que estaba destilando veneno sobre Malvinas, ella me frenó y me dijo: Pará un poco; mirá la cantidad de buques que Uds. hundieron; mirá la cantidad que averiaron y mirá esto y mirá lo otro'. Ahí me di cuenta de que habíamos hecho un gran papel. Muchas veces, la mirada del exterior nos devuelve a los argentinos la verdadera dimensión de las cosas”.

—¿Qué más se puede hacer para el reconocimiento de los VGM?

—Sobre todo concientización. Y poder torcerles la mano a los gobernantes que le huyen al tema. Un ejemplo tristísimo: en los dos últimos desfiles, donde aún se adeuda el de bienvenida a todos los soldados, en una buena iniciativa los sumaron a los de las Fuerzas Armadas por el 9 de julio, pero el presidente de la Nación (por Mauricio Macri) se fue antes de que pasaran los veteranos, en una mezcla de inconciencia y desprecio que muestra hasta qué punto, aún, nuestros políticos y gobernantes no tienen dimensión de Malvinas.

Desfilando —guía derecho— este 9 de julio, con los Halcones de la FAA. Es miembro honorario de la Asociación de Pilotos de Caza. La campera es la misma que usó en Malvinas; era de un Royal Marine.

—Más de 37 años después, ¿cuál es tu percepción tras haber participado junto a los soldados durante la guerra?

—Que cada vez se afianza más aquello que percibí en el momento en que desembarqué en Malvinas, porque había leído muchos libros y tenía conciencia histórica, de que es una gran gesta nacional que, con el paso del tiempo, va a quedar a la par del cruce de los Andes. No me queda ninguna duda.

“Entre nosotros caminan vivos, todavía no reconocidos, los equivalentes de (Juan Gregorio de) Las Heras; de (José de) San Martín; de (Manuel) Belgrano; del Negro Falucho y hasta del sargento (Juan Bautista) Cabral. Así van a entrar en los libros de historia.

Hablando con el artillero de helicóptero "Osito" Herrera, con el camarógrafo Alfredo Lámela y el ayudante Marcos Novo, antes de embarcar en un Chinook hacia Darwin.

“Por eso ratifico que la gesta valió la pena. ¿Cómo no puede valer la pena defender el territorio? Ahí ya no se puede evaluar si vale o no vale la pena. Es una obligación que se tiene que dar de maduro. Pero más allá de que nadie puede discutir la necesidad de defender el territorio nacional, Malvinas nos regaló una pléyade de héroes que, cuando se conozcan pueden ser el tónico moral que cambie a este país.

“Solo desde una posición de fuerza (se podrán recuperar las Islas Malvinas). En el mundo de la realpolitik es lo único que prima”.

“Malvinas es la llave para que nos paremos de nuestras rodillas y aspiremos a un futuro mejor inspirándonos en los valores eternos que solo transmiten sus héroes. Los valores eternos no se pueden transmitir en discursos, sino en ejemplos. Los tenemos vivos a los ejemplos; semiocultos todavía”.

—¿Qué es lo que no te gusta que te pregunten sobre Malvinas?

—Lo trillado, aunque lo contesto igual. Muchos periodistas, lamentablemente colegas nuestros, insisten con el tema del hambre, del frío... Muchachos, guerra es sinónimo de hambre, pero en eso no se puede agitar la historia de un país. Falta conocimiento, falta curiosidad, falta interés por ver el panorama completo de la guerra de Malvinas.

—¿Cómo imaginás un diálogo entre los gobiernos británico y argentino por la soberanía de Malvinas?

—Sólo desde una posición de fuerza. En el mundo de la realpolitik es lo único que prima. Las declaraciones diplomáticas son cháchara si detrás no tenés fuerzas armadas. Para que te escuchen debés tener poder de disuasión. Lo decía Federico El Grande, el rey de Prusia: 'Una diplomacia sin un ejército fuerte atrás es como una orquesta sin instrumentos'. Diría: 'Escucháme, porque mirá lo que tengo atrás'. Es la única manera para que una conversación diplomática tenga sentido.

Manteada, en 1976, tras haber volado en Mirage. El piloto de la izquierda, con el casco en la mano, es Gustavo García Cuerva, derribado el 1 de mayo del 82.

—¿La causa Malvinas también tiene grieta?

—Justamente, es la única que no tiene grieta. Lo demostró en 1982 donde terroristas montoneros hacían comandos conjuntos con marinos, (cuando) días antes se mataban entre ellos, para tratar de dinamitar buques ingleses en Gibraltar. Hoy, a casi 38 años, y a pesar de todas las pestes que se hablaron de Malvinas, sigue siendo la causa nacional del 99 % de los argentinos. En lo demás estamos divididos.

—¿A cuántas familias conocés de los militares caídos en Malvinas?

—Unas cuantas. En el transcurso de los años también he frecuentado a los combatientes y a los familiares.

Guillermo De la Fuente (der.) y Miguel Angel Giampietri, presidente y vice, respectivamente, del Centro de Veteranos de Guerra de Malvinas de Bahía Blanca, junto a Nicolás Kasanzew. 

“Hace poco estuve con la mamá de Gabino Ruiz Díaz, combatiente del Regimiento 12, un héroe y uno de los tantos nombres desconocidos. Sus camaradas cuentan que en el combate de Darwin salió de la trinchera y se lanzó contra los ingleses mostrando el ejemplo y cayó abatido. Era correntino, con una madre de formidable entereza. Tenemos que conocerlo un buen día, para reinvindicarlo; por él, por la madre y por la historia argentina”.

—¿Cómo vivís el proceso de identificación de los soldados caídos en Malvinas?

—Ahí existe una cierta falacia, porque no es un proceso de identificación. Los soldados caídos estaban todos identificados, (pero) lo que se ignoraba era en qué tumba estaba cada cual. El término exacto sería localización. Desde el punto de vista humano me resulta formidable que los familiares de los caídos puedan ir a rezar a la tumba exacta donde está su ser querido caído.

—Tras la cobertura de Malvinas descontaste que trabajo no te iba a faltar...

—Ni siquiera había pensado en si iba a tener o no iba a tener trabajo, pero al regreso me encuentro con un productor de la cadena NBC, Charlie Gómez, con quien me había cruzado cubriendo la guerra civil de Nicaragua. Me palmeó la espalda y me dijo: 'Te felicito. De ahora en más, ni vos ni tus hijos van a tener problemas de trabajo en este país'. ¡Cuán equivocado estaba!

En la Base Aérea Malvinas, con el camarógrafo Alfredo Lámela y combatientes de la Fuerza Aérea esperando el ataque de los Harriers.

“Caí en la volteada de la desmalvinización, así como ocultaron a los soldados cuando volvieron. Fue un poco más difícil, porque era conocido por haber dado la cara en Malvinas, pero es el mismo fenómeno. Un periodista importante de la época, Manfred Schönfeld, del diario La Prensa, tituló: 'Nicolás Kasanzew, un desmalvinizado en individual'. Fue lo que me pasó”.

—¿Eso se revirtió?

—En lo que respecta a mí desde el punto de vista profesional, no. Volví al país en 2014, con ganas de trabajar acá, pero a pesar del cambio de gobierno en 2015 sigo sin posibilidades. A través de contactos he llegado al presidente de la Nación (por Mauricio Macri) y al secretario de Medios (por Hernán Lombardi) y ambos me bajaron el pulgar.

Con el sargento Miguel Angel Saraza y soldados del Regimiento Patricios, quienes trasladaban un cañón sin retroceso Czekalski.

“No lo lamento en realidad, porque todo periodista tiene fantasías de escribir una determinada cantidad de libros que, al final, nunca escribe porque está trabajando. Al prohibirme, me han hecho un favor”.

—'La historia la escriben los que ganan' dijo el periodista y escritor George Orwell. Sin embargo, ya escribiste dos libros sobre Malvinas...

—Sí. El primero es de 1982, al enterarme que casi el 95 % de mis materiales (de la guerra) no sólo no habían sido mostrados, sino destruidos. Quise compensar contándolo con letras de molde.

La Pasión según Malvinas, de 2008, cuando Kasanzew lo presentó en La Nueva Provincia.

“Y luego había sacado fotos en Malvinas, con mi cámara, y las tuve durante 25 años en un cajón hasta que un día una dirigente kirchnerista, Gabriela Cerruti (NdR: periodista y escritora), salió a atacarme y, como siempre, no hay mal que por bien no venga. Ese fue el empujón para que desempolvara esas fotos e hiciera un libro comentando las imágenes. Se llama La pasión según Malvinas.

—Pero hay otros, desde El Zar y la revolución hasta Las claves del verdadero amor...

—Sí. Son dos temas muy caros para mí. Soy de origen ruso, mamé la historia rusa desde chico, leí todos los libros que hay sobre la revolución y siempre quería hacer uno de ese momento en la versión de los perdedores. Como decís, la historia la escriben los que ganan; este libro sería algo revisionista.

“En cuanto al otro, como me fue bastante mal en el tema de los amores, decidí estudiarlo y hacer un pequeño ensayo”.

—¿Qué temas tenés en carpeta?

—¡Tantos! Como periodista he viajado mucho por el mundo; tengo historias de guerra, de personajes increíbles que he conocido que quisiera, algún día, volcarlas en un libro.

“Soy apasionado de la literatura y he entrevistado a muchos literatos de renombre. Conozco muy bien, porque la he seguido, la política de la Unión Soviética y quisiera hacer algo sobre ese segmento terrible de la historia rusa posrevolucionaria, que sigue hasta el día de hoy porque continúa gobernando la misma clase de gente. Y un libro de la guerra civil rusa, donde participaron mis dos abuelos; u otro sobre la Segunda Guerra Mundial, donde intervinieron un abuelo y mi padre; en fin, la lista es interminable. Debería tener una gran capacidad de trabajo y no una menor longevidad para lograr, aunque sea parte, de estos proyectos.

Del otro lado: Kasanzew entrevistado tras haber cubierto la guerra civil, en Nicaragua, en 1979. A su izquierda, el camarógrafo Ángel Libonatti

—Hoy vivís en el barrio de Belgrano, en Buenos Aires. ¿Es tu lugar en el mundo?

—Diría que sí. Me gusta mucho y lo conozco de memoria. Pero eso no significa que sea definitivo, ya que puede haber algún movimiento tectónico, llámese ojos verdes o negros, que me puedan apartar de Belgrano. Ahora, mis hijos viven en el exterior. Como me tuve que exiliar para trabajar en el extranjero ellos crecieron afuera y me pasó lo que sucede con los hijos de los diplomáticos: cuando cumplen 19 años se quedan porque allí tienen sus novias, amigos y carreras.

—Nicolás, ¿cómo esperás que te recuerden?

—Como un periodista que fue fiel a sus convicciones y leal a la verdad.