Bahía Blanca | Viernes, 29 de marzo

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El hundimiento del Narwal: Una carta que se abre y espera respuesta

Alejandro Gómez integraba la tripulación del pesquero atacado por los ingleses el 9 de mayo de 1982. A bordo se produjo la muerte de Omar Rupp y, además, hubo 13 heridos. A 40 años del hecho en el Atlántico Sur, aún procura cerrar una historia que aviva sus fantasmas. 

Alejandro Gómez (izq.), en una imagen de esta semana, y el teniente David H.S. Morgan, en una fotografía (sin precisión de lugar) del año 1982. / Fotos: Rodrigo García, Gentileza Flia. Gómez y Archivo La Nueva. / Fotomontaje: Guillermo Kluin-La Nueva.

Guillermo D. Rueda / grueda@lanueva.com

Sr. David Morgan:

Mi nombre es Norberto Alejandro Gómez. Soy uno de los sobrevivientes del ataque al pesquero Narwal.

Ya han pasado cuarenta años desde el suceso y aún tengo preguntas para las cuales no encuentro respuestas.

Nuestro barco estaba tripulado por pescadores civiles y un oficial de la Armada Argentina. Entiendo que la labor comprometía la seguridad de la flota británica, y teniendo en cuenta que estaba absolutamente desarmado, ¿no hubiera sido suficiente una acción intimidatoria y su captura?

Una vez neutralizado el barco con una bomba de 500 kilos, que cobró la vida de nuestro contramaestre y amigo Omar Rupp, ¿fue necesario ametrallar las balsas? Igualmente hubiéramos sido prisioneros de la flota británica y luego entregados en Montevideo, pero sin necesidad de muertos y heridos. Estas, y otras tantas inquietudes, son las que me sigo cuestionando.

Sr. Morgan, mi intención es conocerlo, mirarlo a los ojos para tener paz y poder cerrar este triste episodio de nuestras vidas.

Si hay algo a favor para los dos, es el tiempo que nos hace madurar y reflexionar desde otro lugar sobre el mismo hecho; esto, justamente, nos permitiría hablar sobre lo sucedido.

Ojalá que el destino nos encuentre alguna vez en algún lugar, que pueda obtener mis repuestas y, eventualmente, poder estrechar su mano.

                                                                       ***

Alejandro (Cachorro) Gómez no sabía que las bombas de aquella helada mañana del 9 de mayo de 1982 iban a signar parte de su destino y, aún por estos días, desvelar más de una madrugada en los meses icónicos de la guerra de Malvinas.

Se trata del ataque al buque pesquero Narwal, que navegaba con 25 personas a bordo al sur de las islas y que, finalmente, fue hundido por aviones de la Real Fuerza Aérea Británica (RAF).

La misión le fue encomendada al teniente de patrulla David H.S. Morgan, que volaba un Sea Harrier cargado con bombas de 500 kilos del Escuadrón Aeronaval N° 801 del HMS portaaviones Invincible, junto al teniente Gordon Batt, del 899 Naval Air Squadron.

“Como cada año, en esta época aparecen los fantasmas que tengo guardados en el pecho. Salen, toman aire y luego regresan para quedarse allí alojados hasta el siguiente abril”, dice Gómez.

“La pérdida de un amigo, como Omar Rupp, aún provoca un dolor profundo. A veces creo que si él no me hubiera ido a despertar, quien habría muerto sería yo. Hubo un cambio de roles; lo percibo”, agrega.

Alejandro (Cachorro) Gómez, junto al recordatorio de Omar Alberto Rupp, en La Falda y Cuyo, en una imagen de esta semana.

“Todavía sigo viendo el triciclo que había comprado para su hijo, a quien no pudo conocer. Esas fueron sus últimas palabras: '¡El triciclo Cachorro; no te olvides del triciclo!’. Y así se fue, siempre mirando al cielo”, relata.

“Pero no es sólo mi sufrimiento. En esta guerra existe de los dos lados; acá nadie ganó”, admite.

El lado B del conflicto, tras los vericuetos de una sociedad que apenas concluido decidió ocultar la historia, permitió que, en tiempos contemporáneos, se hayan producido no pocos encuentros entre veteranos de guerra de los países en disputa en el Atlántico Sur.

Los motivos, como se comprenderá, son afines a las vivencias y al devenir de los años para cada uno de aquellos protagonistas.

Este es el espíritu que, desde hace unos años, moviliza al VGM.

“Fue un juramento, de juventud entiendo, que le hice a Omar en sus últimos minutos de vida: le dije que encontraría a la persona que nos había atacado”, comenta.

“El hecho de que nos haya atacado no es crimen; es parte de la guerra, más allá de que no sabía si éramos militares o civiles quienes estábamos a bordo del Narwal”, añade.

Gómez tiene todas las referencias para un eventual contacto personal con Morgan. Pero dice que no es el camino.

“Ojalá que el destino nos encuentre en algún lugar, que pueda obtener mis repuestas y, eventualmente, poder estrechar su mano”. Original de la carta de Gómez a Morgan.

Hace cuatro años se empezaron a hacer gestiones entre la Cancillería y la embajada de Reino Unido en la Argentina, pero en 2019 hubo cambio de gobierno y, a los cuatro meses estalló la pandemia por el COVID-19.

“Es empezar de nuevo. Podría ir a verlo (a Morgan), pero entiendo que se tiene que hacer a otro nivel”, comenta.

“¿Cómo imagino ese encuentro? No lo sé exactamente, Sí que iría que con mi familia, porque siempre nos movemos así”, asegura.

“Puntualmente quisiera preguntarle por qué ametralló las balsas que se tiraron al mar luego del ataque. Es algo que me queda pendiente, más allá de lo que sucedió con Omar”, dice.

“Sé que por ahí son sentimientos que se contradicen, pero es lo que necesito para comenzar a cerrar esa herida de Malvinas”, indica.

“Soy alguien que se considera pacífico y respetuoso. De hecho, ya fui tres veces con mi familia a Inglaterra; la última, hace un mes. Y podría haber alentado un encuentro. ¿Si él sabe que lo quiero ver? No lo sé. Pero sí sé que se enterará a través de esta carta”.

Gómez admite aquel período de silencio tras la guerra de Malvinas, lo que explica su posición de hoy.

“El documental sobre el Narwal, que se proyectó este 9 de mayo en la ciudad, se llama Detrás de la sombra (NdR: del director y productor de cine Matías De Lellis; hecho reflejado también en La Nueva. el 9 de mayo de 2020). Nosotros estábamos mucho más atrás de esa sombra. Teníamos un perfil y, recién ahora, luego de casi 40 años, nos animamos a hablar”, asegura.

“Nos piden que contemos lo que pasó. Y quienes lo hacen tienen razón. Hoy lo podemos hacer porque estuvimos ahí, porque si mañana lo relata otra persona podrían tergiversarse los hechos”, reflexiona.

“A Malvinas se la puso debajo de la alfombra y, a lo largo de ese tiempo, se remó para mantener el tema y que las futuras generaciones sepan qué pasó. Y para que lo sigan difundiendo, ya que el reclamo por la soberanía no es algo que haya concluido”, sostiene.

Gómez recuerda, de todos modos, los instantes de recibimiento de los sobrevivientes del Narwal, el 4 de junio de 1982, tanto en la plaza Rivadavia de nuestra ciudad, como en Ingeniero White, de donde era la mayoría de la tripulación.

“No fue la misma suerte de los chicos que combatieron y llegaron luego del 14 de junio, a quienes se ocultó de la mirada de la ciudadanía”, dice.

                                                                    ***

Al mando del capitán Néstor Leonardo Fabiano, el pesquero Narwal —botado en Bélgica en 1962; con base en Ingeniero White y perteneciente a la Compañía Sudamericana de Pesca— había salido desde Mar del Plata hacia Malvinas en la noche del miércoles 21 de abril, casi madrugada del jueves.

La tripulación estaba compuesta por 24 marinos mercantes y el teniente de navío Juan Carlos González Llanos.

La misión del buque, que no llevaba armas pero sí una importante provisión de alimentos en los camarotes, cargada el día anterior, no tendría vinculación a la actividad de pesca. Y dependería del Control Operativo de la Armada Argentina. 

Dos naves semejantes también zarparían hacia las islas con el mismo objetivo (en esos días): María Alejandra, de la pesquera Argenbel, y Constanza, de Arpemar.

“Según cuenta Morgan en su libro (NdR: Cielos hostiles, de El Cazador, versión 2021 traducida al español), nos encuentran luego de una misión de ataque abortada, por razones climáticas, a Puerto Argentino. En ese momento había vientos fuertes y una tormenta de agua nieve y olas de hasta 8 metros”, explica.

Teniente David H.S. Morgan. / Imagen: dailymail.co.uk

“Ya habíamos sido varias veces interceptados y advertidos (por los británicos) sobre nuestra presencia incómoda, por decirlo de alguna manera”, agrega. La fragata HMS Alacrity estuvo en ese escenario.

“Según añade Morgan, pide autorización sobre nuestro destino y la frase que le expresó su comandante fue algo así: ´Haga desaparecer de la faz de la tierra a esos renacuajos´. No éramos bien vistos, y menos queridos, claro”, relata.

“Y así nos atacaron con bombas de 500 kilos y con metralla de balas de 30 milímetros”, dice.

El Narwal, ubicado entonces al sudeste de las islas, navegaba —en línea directa— en dirección a Puerto Deseado en procura de abastecerse de aceite para el refrigerante de los motores.

El primero de los tres ataques, con aviones Sea Harrier del HMS Invincible, fue alrededor de las 8.45. El segundo cerca de las 10 y el tercero poco antes del mediodía.

“Creemos que todo se hizo con dos aviones. Se podía por la eventual cercanía de los portaaviones para el abastecimiento”, cuenta.

El primer ataque impactó sobre la cubierta de proa. Provocó la muerte de Omar Rupp, que no fue instantánea, y heridas a varios por las esquirlas y la metralla. Al final serían 13 los lesionados.

El Narwal, un calificado buque con una eslora de 70 metros y una manga de 12, ya no contaba con energía y la entrada de agua a algunos compartimientos no podía contenerse.

“No era como en el (crucero ARA) ‘Belgrano’, que lo habían hundido unos días antes (NdR: el 2 de mayo) y estaba tan golpeado que apenas tuvieron unos 45 minutos para abandonarlo. Pero el Narwal iba camino a hundirse más temprano que tarde”, recuerda.

Y aquí, en el momento en que el buque empezaba a encontrar su destino final, se produce uno de los momentos más controversiales del ataque cuya conclusión, aún, se mantiene en vilo.

“Las balsas de cilindro, recubiertas por suncho, no se abrían. A otras les faltaban los elementos y otras fueron dañadas por la metralla, o por las esquirlas”, relata.

También dice Gómez que había una lancha de 7 metros y con motor fuera de borda, pero que no se encontraba en condiciones. Era poco para iniciar la supervivencia en ese mar desatado. Pero algunas balsas se tiraron igual.

Otro plan también se puso en marcha a bordo del Narwal.

“Levantamos los pisos de madera y sacamos las puertas. Luego vaciamos algunos tambores de aceite y los unimos a boyas con las redes de pesca. Todo en función de armar una suerte de balsa para flotar en el mar”, comenta.

En algún momento, algunos de los botes que estaban en el mar, cerca del Narwal, fueron ametrallados e inutilizados, con todo lo que ello implicaba en un contexto poco menos que desesperante.

El hecho que relata Gómez sucedió.

Pero también está la versión del propio teniente Morgan, quien es considerado como el piloto que más derribos provocó durante la guerra de Malvinas; incluso, posee la Cruz de los Servicios Distinguidos.

Lo dijo en una reciente entrevista publicada en Infobae.

“Estaba muy molesto porque ya nos habíamos asegurado de que el buque (por el Narwal) no pudiera ir a ningún lugar, y estos dos pilotos, sin ninguna autorización, atacaron otra vez. Para ser justos, era muy difícil ver que habían puestos los botes salvavidas en el agua, pero atacaron igual y algunos fueron alcanzados y dañados. No tenían idea de que los botes estaban ahí, pero igual hubo una investigación muy veloz. Fueron llevados a un costado al regresar al portaaviones y se los castigó y (se les) explicó que eso no podía pasar”.

Gómez, en la redacción de La Nueva.

La tripulación del pesquero, que a las 9.05 había informado por radio el ataque y la inminencia del hundimiento, sabía que su suerte estaba echada.

“Aquí Narwal. Somos atacados por aviones ingleses en la altitud 52° 45’ sur y longitud 58° 02’ oeste. Tenemos heridos graves”.

Pero no estaban solos.

Operadores del Ejército y de la Aviación escucharon el mensaje y decidieron —desde las Malvinas— el envío de un helicóptero Puma 505 para el rescate de los marineros, aun sabiendo de las limitaciones operativas en función del número de la tripulación y demás.

Cuando los tenientes primero Juan Carlos Buschiazzo y Roberto Mario Fiorito y el sargento mecánico Horacio Raúl Dimotta se dirigían hacia el objetivo —alrededor de las 16 del mismo domingo 9 de mayo— fueron derribados por un misil Sea Dart, lanzado desde el destructor HMS Coventry.

Aún hoy, no se tiene certeza respecto del sitio donde cayó el Puma: si en el mar, o en el sector sur de las islas. Una reciente investigación, a cargo del coronel Luis Bennardi y del subteniente Mariano Sciaroni, posicionaría sus restos en tierra.

Dos Sea King de la Royal Navy se posan sobre el Narwal. Es, acaso, la última imagen del buque. Fue obtenida desde el tercer helicóptero.

Gómez también repasa el hecho.

“Los tripulantes de ese Puma salieron, en forma voluntaria, para hacer avistamiento y rescate. Pero no llegaron. Siempre recordamos, también, que el ataque al Narwal se llevó la vida de esos tres militares”, expresa.

Pero el panorama cambió alrededor de las 15.30 del mismo domingo 9. Fue cuando tres helicópteros Sea King británicos se posaron sobre el cielo del Narwal. Instantes después bajaron varios militares para cambiar el estatus de los pescadores: ya eran prisioneros.

“El buque estaba escorado. Tenía un impacto sobre la línea de flotación; el puente casi había desaparecido y un tramo de la banda de babor también”, agrega Gómez.

“Se hizo una requisa de lo que quedaba. Luego bajaron un paramédico con una guindola, que es una camilla con barandas, para transporte de heridos. Allí pusieron el cuerpo de Omar y lo subieron a uno de los helicópteros”, relata.

Los movimientos se realizaron con no poca tensión. El gesto del oficial a cargo, en la propia cubierta del Narwal, hizo presumir lo peor para la suerte de la tripulación.

“Nos pusieron a todos en fila. Siempre encañonados. Esos minutos fueron horas”, dice ahora.

Gran parte de la tripulación del Narwal, a bordo del portaaviones HMS Invincible y con vestimenta antiflama. Gómez aparece segundo, abajo, desde la izquierda.

Pero al instante, porque no había tiempo para perder en alta mar, comenzaron a bajar los arneses para trasladar a los marineros argentinos a los helicópteros. Con anterioridad, habían subido a un pequeño grupo que se encontraba en un bote salvavidas.

“¿Qué pasó con el Narwal? Entiendo que debe estar hundido no muy lejos de donde lo dejamos. Acaso alguna vez, cuando se desclasifiquen los informes de guerra, se pueda saber”, asevera.

 Aquí Gómez se permite una pausa. La necesita.

Y reflexiona: “De no haber sido rescatados, hubiéramos muerto. La realidad es que nos salvaron los ingleses”.

Tras unos 20 o 30 minutos, porque en ocasiones el tiempo conlleva imprecisión, por la tensión del momento y por el paso de las cuatro décadas años, el primer aterrizaje para los prisioneros fue en el portaaviones HMS Hermes.

“Estuvimos allí poco más de dos horas. Y luego nos llevaron a otro portaaviones, al (HMS) Invincible”, relata.

“Estábamos en la séptima cubierta, hacia abajo, cerca de la sala de máquinas. Nos alojaron en el sector de la capilla católica. El trato fue bueno; incluso, cuando aún no sabían si éramos militares o no”, recuerda.

En el portaaviones HMS Invincible se hizo la ceremonia religiosa por el fallecimiento de Omar Rupp. Estaba envuelto con la bandera del Narwal. Sus restos descansan en el mar.

De todos modos, a poco de llegar el grupo al HMS Hermes, el primer —y único— separado fue Juan Carlos González Llanos, el marino que había destinado la Armada Argentina para tareas de inteligencia.

“Cuando comprobaron que no éramos oficiales, pasamos a otra condición. De hecho, nos permitieron escribir una carta para nuestros familiares”, indica.

“El jefe de Inteligencia Naval británica hablaba español y nos lo comunicó personalmente. Así lo hicimos todos, pero esas cartas llegaron más de dos meses después de haber regresado al país. Habían quedado retenidas en Cancillería”, afirma.

Días más tarde, los tripulantes fueron trasladados al buque hospital HMS Uganda y, finalmente, hacia la ciudad uruguaya de Montevideo en una nave similar: el HMS Hecla. Arribaron allí el miércoles 2 de junio.

La llegada al puerto de Buenos Aires, a bordo del buque de instrucción de la Escuela Nacional de Náutica Argentina ARA Piloto Alsina, se produjo el jueves 3, en horas del mediodía.

Las escenas no podrían haber sido más dramáticas.

Cobertura de La Nueva Provincia, a la llegada a Buenos Aires, el miércoles 3 de junio. Gómez aparece saludando a su madre.

“Estaban todos nuestros familiares. Y cuando digo todos, fue así, ya que en ningún momento se había publicado el listado de heridos o fallecidos tras el ataque al Narwal, lo que provocaba una terrible expectativa”, relata Gómez.

“A medida que bajábamos del Piloto Alsina las caras de nuestros familiares iban cambiando hasta que aparece, como se aprecia en las imágenes de tevé, la de Susana Rupp, la esposa de Omar. En ese instante, ella se enteró de que había fallecido. Fue un momento difícil. Y hasta contradictorio, porque ahí mismo nuestros familiares celebraban el reencuentro”, recuerda.

“Ni bien llegamos fuimos interrogados por militares. En forma individual, con reflectores iluminándonos la cara y sin ver al interlocutor; como en las películas”, asegura.

“En un punto, uno de ellos me dijo: 'Tené cuidado con lo que hablás, porque habrá periodistas y podés tener una sorpresa a la vuelta de una esquina'. Luego de vivir tantos momentos complejos en alta mar, y más allá del contexto, resultó difícil entender ese recibimiento por parte de compatriotas”, admite Gómez.

La mayoría de la delegación del Narwal llegó a Bahía Blanca, en un ómnibus especial, a las 9.30 del viernes 4.

El recibimiento fue diferente.

Como era habitual en ocasiones trascendentes para la ciudad, la gente esperó a los pescadores frente al edificio del diario "La Nueva Provincia", en Sarmiento 54.

La cobertura del diario "La Nueva Provincia" del sábado 5 de junio de 1982.

Las crónicas de entonces resaltaron “la calurosa recepción de un numeroso, entusiasta y ansioso grupo de familiares”, así como la posterior recorrida por las calles Chiclana, Montevideo, Falucho, Ameghino y Drago, hasta llegar a la terminal de ómnibus, que tuvo un “lento andar por la incontable cantidad de personas que se acercaban a testimoniar su solidaridad y saludo a los tripulantes”.

Con 21 años, Alejandro Gómez era el más joven del Narwal. De ahí el apodo que le pusieron sus compañeros. Ese viernes le dijo a este medio: “Por ahora no sé lo que voy a hacer, pero tengo muchas ganas de estar con mi familia”.

Hoy, a casi 40 años, este VGM está embarcado en otra misión.

Algo personal

Cachorro Gómez —quien es Veterano de Guerra de Malvinas— reside en Villa Rosas, pero casi siempre vivió en Ingeniero White.

Tras su regreso de Malvinas, navegó un par de veces más como marino mercante.

“Era difícil trabajar entonces para alguien vinculado a la guerra. No éramos bien vistos”, admite.

En familia: Gómez, junto a su esposa Marcela y sus hijos María Victoria y Javier.

Luego de trasladarse por varias localidades de la provincia de La Pampa, entre ellas 25 de Mayo, Santa Rosa y Guatraché, donde egresó en 1983 como técnico agrónomo especializado en ganadería, en 1986 Gómez  ingresó a trabajar en Indupa (hoy Unipar), en el polo petroquímico de Bahía Blanca. Aún se mantiene allí.

Conoció a su esposa, la fonoaudióloga Marcela Sandra Martínez, el sábado 5 de junio de 1982, el mismo día del regreso de la experiencia de Malvinas. En 1990 se casaron. Javier Alejandro (30), geofísico con residencia en CABA y María Victoria (21), estudiante de Geología en la UNS, son sus hijos.

En nombres propios

La tripulación del pesquero Narwal estaba compuesta por 24 marineros y un oficial de la Armada Argentina.

El capitán de ultramar fue Néstor Leonardo Fabiano; el primer oficial, Jorge Carlos García Solcas y el capitán de pesca, Asterio Daisaku Wagata. 

También formaron parte Carlos Alberto Domínguez; Jorge Ricardo Fulgenzi; Julio César Rodríguez; Carlos Zelasco; Osvaldo Ferrero; Jorge Gerónimo Lucaioli; Justo García; Oscar Atilio López y Juan Angel Eleodoro Gómez.

El Narwal tenía una eslora de 70 metros y una manga de 12. Se consideraba una embarcación calificada.

Asimismo, Jorge Daniel Merino; Luis Wens; Roberto Jesús Morales Araujo; Octavio Esquivel, Arturo Alberto Reinoso; Isidoro Alfredo Martínez; Feliciano Miño; Gregorio Carballo; Luis Alberto Zaragoza; Orlando Lucio Bussetti; Norberto Alejandro Gómez y Omar Alberto Rupp.

Juan Carlos González Llanos fue el teniente de navío asignado por la Armada Argentina.

Hasta la fecha, son siete los sobrevivientes.

Tito Zaragoza; Lucio Bussetti; El Uruguayo Morales Araujo; Carlitos Domínguez y Cachorro Gómez residen en Bahía Blanca. El Japonés Wagata y Freddy Martínez viven en Mar del Plata.