Bahía Blanca | Viernes, 29 de marzo

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“A veces me pregunto por qué murieron mis compañeros”

Ever Schmit es uno de los 770 sobrevivientes (de 1.093 tripulantes) del crucero ARA “General Belgrano”, hundido el 2 de mayo de 1982 por un submarino británico. El paso del tiempo y las preguntas que siguen sin respuestas.

La imagen y el recuerdo de siempre por el "Belgrano". / Fotos: Emmanuel Briane-La Nueva y gentileza Ever Schmit.

Guillermo D. Rueda / grueda@lanueva.com

   “¿40 años? Para mí no ha sido casi nada, pero para el país es mucho. Por eso a veces me pregunto por qué murieron mis compañeros, ya que, en realidad, yo no lo atribuyo al hecho bélico, sino que lo hicieron por algo más grande. Insisto: un rápido repaso deriva en ese cuestionamiento: ¿Por qué?”.

   Ever Schmit es Veterano de Guerra de Malvinas (VGM).

   “También me he preguntado en estos días qué diría cualquiera de ellos, los que quedaron, si tuvieran la posibilidad de levantarse y ver lo que sucedió desde entonces y hasta ahora. Es contrafáctico, lo sé, pero supongo que se sorprenderían”, agrega.

   El estuvo en el crucero ARA “General Belgrano” cuando dos torpedos del submarino nuclear HMS “Conqueror” lo mandó al fondo del mar, en la fría tarde del 2 de mayo de 1982.

La estampa del crucero ARA “General Belgrano”, de 180 metros de eslora y un desplazamiento de 13.645 toneladas. Se botó en marzo de 1938.

   “La comparación es inevitable”, sostiene.

   “Aquella generación estaba dispuesta a ir a la guerra, más allá de las cuestiones políticas, porque no creo que alguien pueda desconocer que cualquier conflicto de este tipo se origina también por motivos económicos y hasta religiosos”, dice.

   “Eso es algo que, creo, se ha perdido casi por completo. Y por eso si tengo que decir qué me dejó mi experiencia en la guerra de Malvinas es eso: el orgullo de pertenecer a una generación que estaba dispuesta a defender a la Argentina en ese otro campo en el que puede hacer: en el frente de batalla y con las armas”, comenta.

“Es muy presuntuoso decirlo, pero acaso nos haya tocado volver para ser la voz de quienes no regresaron”.

   “Lo digo así porque a la Argentina también se la defiende dirigiendo con la verdad y trabajando con honestidad en el día a día”, cuenta.

   —¿La concepción de la guerra ya no pertenece a esta generación de jóvenes?

   —Son varios factores concurrentes, pero en uno de ellos ya perdí la cuenta de la cantidad de años que dicen que la Argentina no tiene hipótesis de conflicto. A nosotros, los VGM, no nos mueve nada que se sostenga eso, pero sí nos preocupa que incida en las nuevas generaciones.

   “Brasil y Chile, en el último quinqueño, han sido los países que mayor inversión sostenida en armamento han realizado en América Latina.

   “La Argentina, con el litoral marítimo más grande, con lo que sabemos que tenemos en la Patagonia; en el norte; en el acuífero del Paraná o en la Mesopotomia, que alguien me diga que no existe una hipótesis de conflicto; que, además, es eso; una hipótesis.

La partida del “Belgrano” hacia la zona de conflicto. Fue el 24 de abril de 1982, desde Ushuaia.

   “Alguna vez alguien me dijo que uno no puede exigir el derecho a tener algo que no está dispuesto a defender. ¡Claro! Yo no puedo pedir por Malvinas si no estoy dispuesto a defenderla”.

   —¿Para eso no están los diplomáticos?

   —La diplomacia es muy bonita y es la forma en la que hay que resolver las cuestiones entre países, pero si detrás no tenés un respaldo de Fuerzas Armadas a la hora de negociar y de exponer tus razones, no servirá de nada. No te darán pelota. Mi interlocutor me respetará la palabra cuando yo tenga una fuerza militar considerable.

   “De hecho, después de 1982 Inglaterra hizo caso omiso a todas las resoluciones en las que fue conminada a dialogar sobre la soberanía de las Islas Malvinas”.

   —¿En una eventual negociación ya estamos en desventaja?

   —Claramente. Se podría imaginar que en Gran Bretaña alguien se despierte una mañana y diga: 'Estuvimos mal con los argentinos. Esto no nos pertenece y vamos a devolverlo'. Bueno, eso no existe. Ellos hoy estarían negociando si nosotros los tuviéramos con la espada de Damocles en forma permanente.

“Ya se torna irrelevante contar cuántas horas estuve en la balsa; cuánto frío pasé y si casi me morí porque estaba cerca de donde pegó el torpedo”.

   “En este sentido, y volviendo a las nuevas generaciones, está claro que se las ha educado con esa idea de que no tenemos hipótesis de conflicto”.

   —Y ahí volvés a pensar por qué, o para qué, murieron tus compañeros…

   —Mirá: En plena guerra atravesé dos momentos en los que podría haber muerto. Pero volví y, 40 años después, mis hijas están haciendo los trámites para irse del país. Al menos una de ellas.

   “¿Por qué? Porque temen por sus vidas, por sus propios hijos, porque no pueden planificar y porque observan que vivimos en una sociedad que cuanto peor, mejor, y en la que el mérito ya no tiene importancia”.

                                                                             *****

   Durante la charla en el quincho de su casa del barrio Millamapu, Schmit se relaciona con el tiempo pasado y con las vivencias actuales. Con los recuerdos, que tiene presentes, pero con una memoria, que, dice, no lo ayuda.

   “Es complejo para mí”, admite.

   “Los recuerdos de Malvinas apuntan a una cuestión interna que, aún hoy, desconozco”, interpreta.

   “Es una materia (recordar) que, a veces, me enoja bastante. Tengo amigos que se acuerdan hasta qué estaban comiendo el día que tomaron una guardia. Yo sólo tengo imágenes fugaces; absolutamente fugaces. Tanto de lo que sucedió a partir del hundimiento como de lo posterior.

   “¿Por qué? No tengo la menor idea. Puedo suponer algo, pero sería arriesgado definirlo. ¿Algún mecanismo emocional? Probablemente”.

   —Más allá del sentimiento, ¿te cuesta hablar del hundimiento del “Belgrano”? ¿Te gusta?

   —No me cuesta; en absoluto. Gustarme es un término que no utilizaría, pero sé que es necesario hacerlo.

Momento del rescate de marineros de las balsas. El clima era, cuanto menos, inhóspito. Fue en horas del mediodía del 4 de mayo.

   “Creo que, a esta altura, se torna irrelevante contar cuántas horas estuve en la balsa; cuánto frío pasé; si casi me morí porque estaba cerca de donde pegó el torpedo y demás.

   “A 40 años son historias que la gente las ha escuchado muchas veces aunque, como diría alguien: ‘El público se renueva’, y acaso aún algunas personas no las sepan. De todos modos no niego que pueda seguir siendo interesante escuchar los relatos”.

   —¿Los 40 años desde la guerra representan una barrera o un límite?

   —Llego a la cuenta de los 40 años porque entonces eran 19 y hoy tengo 59, pero cierto es que desde entonces me acuesto a dormir y pienso en el crucero; y me levanto y pienso en el crucero y en los compañeros que quedaron allá.

   “Sé que es muy difícil de comprender, pero sólo uno puede apreciar que estos 40 años se fueron así —chasquea los dedos.

   “Entiendo que en la vida de las personas cuando das vuelta la cabeza tenés más vivencias hacia atrás que hacia adelante, pero estamos hablando de un hecho muy puntual y que, de alguna manera u otra, involucró a todos los argentinos”.

   —El pueblo argentino estuvo involucrado, pero el grado de afectación no fue el mismo...

   —Sin duda. Digo que, de alguna u otra manera, todos estuvimos afectados porque las Malvinas son argentinas; somos argentinos; estábamos peleando una guerra contra Inglaterra y eso, le pese a quien le pese, te termina involucrando.

   “Por otro lado está en analizar el grado de autoinvolucramiento, el que te viene de arriba porque vivís en la Argentina. Y después está la cuestión de cómo cada uno actuó en función de eso.

   “No me voy a olvidar nunca que, tras el hundimiento del crucero, nos licenciaron unos días y al primer lugar a donde viajé fue a Coronel Dorrego para ver a mi abuela.

En el Camp Nou, la Selección argentina perdió 1-0 ante Bélgica en el Mundial España 82. Fue el 13 de junio; el fin del conflicto se produjo al día siguiente.

   “Luego fui a la casa de un amigo, donde varios me preguntaron dos o tres cosas (de la guerra). E inmediatamente continuaron viendo un partido de fútbol de la Argentina, que estaba jugando el Mundial de España 82. Es decir, la guerra fue de muy pocos”.

   —¿De qué hablan hoy con otros VGM?

   —Nos contamos una y mil veces las mismas historias. Y si nos reunimos puntalmente con otros tripulantes del crucero, siempre aparece algo que alguien no sabía.

   “Ejemplo: Nosotros estábamos divididos en tres grupos de guardia. Cuando pega el primer torpedo, a las 16.01, según está en los libros, una guardia dejaba su lugar y otra la tomaba. Yo estaba entre quienes descansaban, justo en el sitio donde pegó el torpedo de popa.

   “Por una cuestión fortuita me levanté 5 minutos antes y fui al comedor, que estaba pegado al lugar donde dormía, pero debía subir una cubierta y luego bajar. En el camino me cruzo con un amigo que, desde el comedor, iba al lugar donde dormíamos. Bueno, yo me salvé; él se murió. Con esto quiero decir que el grupo al cual pertenecía fue el que más caídos tuvo. Sobrevivimos muy poquitos.

Cerca de las 17 del 2 de mayo de 1982 la luz crucero ARA “General Belgrano” empezó a apagarse.

   “Hace 10 años, un amigo que compartía el mismo grupo de guardia, me contó que uno de los conscriptos, que estaba con binoculares como vigía en la parte alta del buque, alcanzó a decir por el sistema de comunicación interna del buque que venía un torpedo, porque vio la estela en dirección al ‘Belgrano’. Siempre aparecen historias no reveladas”.

   —¿Conocés Inglaterra?

   —He viajado, pero no a Inglaterra. Tampoco a ninguno de los países que integran Gran Bretaña.

   —¿Irías a las Islas Malvinas?

   —Me muero por ir. Por dos motivos: Primero porque es la tierra por la que fuimos a pelear y segundo porque me gustaría recorrer los lugares por donde estuvieron los tipos que tuvieron... unas pelotas grandes como una casa, porque no se puede decir de otra manera, y que les tocó, en algunos casos, combatir cuerpo a cuerpo. Me gustaría tocar con mis manos esos lugares. Ellos son mis héroes.

“Pero si tengo que pedirles permiso a los ingleses para ingresar a Malvinas no voy a ir. No quiero condiciones, ni visa británica”.

   “No sé, acaso incida que mi lugar de combate no estaba puntualmente en las Malvinas; yo me encontraba en el mar. Eso sí, respeto a los compañeros VGM que han ido a las islas”.

   —¿Te gustaría ver al crucero “Belgrano” si, eventualmente, se pudiera extraer?

   —Sacarlo del fondo del mar sería imposible; está a más de 4.000 metros. Pero sí, me gustaría verlo.

   “Me produciría un dolor muy grande, por el estado en el que debe estar… No sé, cierro los ojos y me lo imagino. ¿Cómo será? No, prefiero no decirlo… No.

Acta de la partida del crucero desde Puerto Belgrano, el 16 de abril de 1982, en dirección de Ushuaia. Se destaca de la operación: “Se actuó con mucha serenidad e idoneidad; realizó una maniobra rápida e impecable".

   “No quisiera verlo solo, sino con mis compañeros. Y que no lo viera nadie más que la tripulación”.

   —¿Alguna parte en especial?

   —Donde dormía, porque ahí quedaron mis compañeros. El comedor también, porque es el lugar desde donde salí.

   “Dormía en la popa; de la línea de flotación hacia abajo. Es ahí donde pega el torpedo. Pero yo sentí una sola explosión —repasa Ever, por un momento en que fluye contar, casi sin pausas y acentuando su voz de locutor.

“La gente tiende a opinar sin informarse de lo que verdaderamente sucedió durante la guerra de Malvinas”.

   “Cuando logro salir de abajo tras el impacto, me voy caminado por la otra banda hasta una torre de cañones, que era donde estaba mi balsa. Ahí me dicen que hubo otro torpedo y que había arrancado la proa. Nunca me di cuenta de eso.

   “Fue una tragedia, pero pudo haber sido peor —asegura.

   “No quedaba mucha luz, pero era de día. Uno de los torpedos no nos pegó, ya que pasó de largo; dio en uno de los dos destructores (NdR: ARA “Bouchard”) que llevábamos de escolta y no estalló. Sí, pudo haber sido peor”.

   El crucero ARA “General Belgrano”, ex USS Phoenix, sobreviviente del ataque a Perl Harbor de 1941, fue hundido por el submarino nuclear británico HMS Conqueror, el 2 de mayo de 1982.

La llegada de los sobrevivientes a Ushuaia, en la mañana del 5 de mayo, en la última embarcación asignada: el buque polar ARA “Bahía Paraíso”. Schmit es quien aparece a la derecha, en segunda fila.

   Se produjeron 323 bajas (de las 649 del total de la guerra de Malvinas). Los sobrevivientes fueron 770, del total de 1.093 tripulantes.

   Los sobrevivientes (con heridos, y hasta fallecidos) permanecieron en las balsas por casi dos días, hasta que fueron avistados por un avión Neptune de la Armada.

   Schmit llegó en el buque polar ARA “Bahía Paraíso”, uno de los cuatro asignados por la Fuerza. En el puerto de Ushuaia —en la mañana del 5 de mayo— bajó junto a otros 97 marineros; 18 de ellos ya habían fallecidos. Unos días después, se realizó al traslado —por vía aérea— hacia Bahía Blanca.

   El listado de fallecidos, así como sus lugares de origen, se puede encontrar en la página del Centro de ExSoldados Combatientes en Malvinas de Corrientes.

Tareas de reabastecimiento de combustible del "Belgrano" en alta mar.

   Los doce caídos en el ataque al “Belgrano” que tenían residencia en nuestra ciudad son Eduardo Gustavo Behrendt, Juan Carlos Bollo, Hugo Alberto Galliano; Néstor César Gorosito, Jorge Delfino Pardou, Héctor Osvaldo Ragni y Alejandro Antonio Vergara, cabos segundos.

   También Pedro Antonio Vendramin e Isaías Quilahueque, cabos primeros; Enrique Omar Pereyra y Pedro Antonio Castro, cabos principales y Hugo Angel León Llanos, suboficial segundo.

Deuda: “La gran película de Malvinas”

   “Mi sueño es que, algún día, alguien se anime a hacer una película en serio sobre Malvinas”, dice Schmit.

   “Nadie puede negar que en cualquier guerra hubo tipos valientes, tipos que no y demás, pero lo que hacen los norteamericanos es absolutamente admirable”, agrega.

   “De un conflicto que, a todas luces perdieron, como es Vietman, hicieron películas críticas sobre el tema pero, indefectiblemente, dentro de esa postura siempre muestraron actos de heroísmo de sus soldados”, relata.

“Las pocas pelotudeces que hay filmadas de Malvinas se han utilizado, incluso mintiendo, para hablar de actos de cobardía. Y de sadismo, tortura y demás”, comenta el VGM”.

   “Uno de los ejemplos más representativos es Iluminados por el fuego, la película de Edgardo Esteban (NdR: Fue a la guerra de Malvinas como conscripto; es periodista, escritor y guionista). Se trata de una persona que es repudiada hasta por sus propios compañeros, que eran colimbas”, sostiene.

   “Eso influye en las cabezas de quienes no se informan, algo que sucede cada vez más. La gente tiende a opinar sin informarse de lo que sucedió verdaderamente durante la guerra de Malvinas”, asegura.

Algo personal, con voz de locutor

   Ever Schmit egresó —en diciembre de 1981— como cabo primero para la especialidad Operaciones, donde se nuclea la información para la navegación del buque y para la estrategia táctica del comandante en función de eventuales blancos. Permaneció en la Armada Argentina hasta enero de 1985.

   “Después del hundimiento (del crucero) no sabían dónde ponernos. Y éramos muchos”, dice.

   “Generalmente, en un destino uno puede estar 2, 3, 10 o 15 años, pero yo en seis meses pasé por tres lugares: tres meses donde hice el curso de ingreso; dos en el Comando de Flota de Mar y otros tantos en Ushuaia”, relata.

Junto a otra referencia sobre las Malvinas. El quincho de su casa, en Millamapu, suele ser un espacio de reflexión.

   En el último sitio recibió la comunicación para un destino diferente: Alemania, a partir de enero de 1983 y por seis meses, para presenciar la construcción de destructores Meko 360H2. Tras ese lapso, volvió —con un buque de esas características— a la Argentina.

   “Tras dejar la Fuerza, me fui al campo a trabajar unos años con mi padre. Luego regresé a Bahía Blanca y trabajé vendiendo cortinas, sábanas, acolchados y frazadas, puerta por puerta”, agrega.

   Más tarde llegó el tiempo de la locución y el periodismo en la radio LU3, desde 1988 y hasta 1994. Y dos años como cronista de Gaceta Marinera.

   “Publiqué una de las últimas notas del portaaviones ARA ‘Veinticinco de Mayo’, poco antes de que se lo llevaran. Conseguí un permiso especial para ingresar y eso resultó decisivo para la cobertura. En verdad, fue como entrar a un buque fantasma”, asegura sobre aquella otra nave insignia de la Armada.

Con Héctor E. Bonzo, el último comandante del “General Belgrano”, quien falleció el 22 de abril de 2009.

   En el año 2000, finalmente, ingresó a los Tribunales bahienses, donde aún permanece.

   —¿Te sentiste excluido en algún momento por ser VGM?

   —Ahí hay que apuntar a la cuestión laboral; es decir, qué pasaba con el VGM que quería un trabajo.

   “Si bien estuve un tiempo sin trabajar, pero por una decisión personal, no tuve problemas de reinserción. De hecho, en 1988 hubo una audición porque buscaban a alguien para poder formarlo como locutor y ahí ingresé a LU3. También el factor suerte es fundamental. En nuestro país, eso es determinante.

Noble, la embarcación de Schmit que suele verse en la ría bahiense.

   “Cuando llegué a LU3 estaba Pablo B. Serrat, quien era muy conteste con la causa Malvinas. De no ser así, si hubiera caído en una radio que ideológicamente estaba en las antípodas, hubiera sido diferente. No sé, digo. En el interior del país, y en las localidades más pequeñas, es donde menos problemas se produjeron en este sentido”.

   —Y no volviste a navegar hasta…

   —El año 2009. Fue cuando hice el curso de timonel para embarcaciones a vela.

   —Son varios años. ¿Por qué?

   —Estaba muy mal. Y un día salí de mi casa (de Millamapu) con la necesidad imperiosa de ver el mar. Di unas vueltas, pasé por Circunvalación, por Bosque Alto y no sé cómo terminé en Maldonado. Y me encuentro con un compañero de secundario, con quien me integré a la Armada y sobrevivimos al hundimiento del crucero, Nilo Navas. El había hecho el curso y me contagió. Fue una salida.

   “Dentro del rango etario de los VGM estoy entre los más jóvenes. Tengo 59 años, y el de menor edad tendrá 58. Y todas las semanas recibimos la noticia de uno, dos o tres VGM fallecidos.

   “Esto es producto del estrés postraumático. Está probado que mina el sistema inmunológico y, en muchos casos, la falta de atención médica adecuada termina con la vida del veterano. Es algo que también nos sucede hoy, a 40 años de la guerra”.

   Ever Schmit, quien ingresó a la Armada Argentina como cabo primero y sin más fue destinado al “Belgrano”, vivió casi siempre en el barrio Villa Mitre (aunque haya nacido en Coronel Dorrego).

   “14 de Julio al 200; ¡imagináte!” —se apura en decir. También que está casado y que tiene dos hijas, pero que “cuanto menos exposición, mejor”. Y punto final.