Bahía Blanca | Lunes, 20 de mayo

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Marina Noceti: de Bahía a Barcelona para cumplir un dulce sueño

La chocolatera, pastelera y organizadora de eventos se mudó a España —hace un año y medio— para enriquecer su experiencia personal y gastronómica. Tiene 40 años y es mamá de tres hijos.

Tortells de reyes, una de las especialidades. Noceti (der.), en la pastelería. / Fotos: gentileza Marina Noceti

Las dulzuras de la bahiense Marina Noceti —pastelera, chocolatera y organizadora de eventos— están hoy en boca de miles turistas del mundo que transitan por Barcelona, en España, adonde decidió mudarse para vivir junto a sus hijos Mateo, Coty y Tromen, quienes en menos de 15 días por fin se reunirán con ella.

Marina cursó sus estudios de gastronomía en el Instituto Pedro Goyena y, durante años, se dedicó de manera autónoma a la realización de chocolatería clásica y de vanguardia y pastelería clásica y moderna.

Trabajó en la cocina de destacados hoteles de nuestra ciudad y su último empleo fue como encargada de pastelería de una confitería local con nombre francés, a la que sigue proveyendo de recetas aún a la distancia.

Hace un año y medio se animó a cumplir un sueño que, por distintos motivos, había ido postergando: mudarse a un pueblo europeo con mar y montaña, como Barcelona, donde vive y trabaja en la actualidad, para tener una experiencia distinta en lo personal y en lo gastronómico.

No fue fácil renunciar a un empleo estable para cumplir con este anhelo que tanto la inquietaba y entusiasmaba (vendió casi todas sus pertenencias para irse) y conseguir cierta estabilidad para que sus hijos pudieran mudarse con ella.

“Hay mucha fuerza de voluntad, perseverancia, focalización y visualización en todo esto para poder sobrellevar cada problema que se te presenta desde el primer día en otro país. Es una cultura muy distinta, a pesar de que venimos de ahí y de que, también, tenemos muchas cosas en común con los italianos y españoles”, contó.

Vive en las afueras de Barcelona, en una casa de alquiler temporario frente al mar, en Santa Susana, un pueblo turístico, pero trabaja en una zona residencial en Sant Gervasi Galvany. Se levanta a las 3 de la mañana para llegar a su trabajo, al que viaja en bus y ferro, y regresa en tren.

“En chocolatería y bombonería hay cosas clásicas y otras en las que ya venía trabajando, pero en pastelería esperaba encontrar algo mucho más moderno, como la que se ve actualmente en Buenos Aires, pero es algo súper clásico que me hizo acordar a las que mi mamá compraba cuando yo era chica”, dijo.

Comentó, como ejemplo, que aún se elaboran brazos de gitanos (una especie de pionono) con relleno de crema pastelera y con la yema quemada por fuera que, en la Argentina, ya no se ven desde hace años.

Marina (der.), en los festejos de cumpleaños de una compañera de trabajo.

“Estoy en Baixas, una pastelería que tiene 70 años y es una de las más antiguas de Barcelona. En los alrededores hay mucha gente catalana de edad avanzada que busca lo clásico. Quieren tortas y pasteles clásicos que, hoy en día, ya no se hacen, pero los dueños originales realizaban”, contó.

“También es una zona donde residen muchos franceses y extranjeros adinerados que piden productos puntuales”, explicó.

Antes de su actual empleo trabajó para el grupo Tragaluz, dueño de una cadena de restaurantes; en otro restaurante y una pastelería, a la que renunció por no estar de acuerdo con el manejo de recetas, formulaciones para los productos y criterios de salubridad.

En su anterior trabajo en Bahía Blanca.

“En cada lugar se trabaja el mismo producto, pero de diferente manera. Muchas veces el español se cierra a una forma de hacer las cosas. Pero es cuestión de abrirse y seguir aprendiendo”, destacó.

Aseguró que los argentinos cuidamos un poco más las cuestiones vinculadas al respeto y a las formas, más allá de que España es un país preparado para dar repuesta y mayores servicios a la gente con problemas de movilidad y son muy organizados para la limpieza urbana.

Marina cumplió con este viaje el sueño de cruzar el charco y trabajar en Europa, que era lo que más anhelaba.

Rosa del desierto, una mouse de frambuesa y frutillas con gelidificado de lichi, una fruta en forma de bola muy común en Asia.

“Quería tener esta experiencia, practicarla y, también, darle esta oportunidad a mis hijos para nuevas vida y mente y un montón de cosas más”, dijo.

Fue un año y medio muy duro, separada de ellos; incluso en las fiestas y, además, vivió el Mundial de Fútbol de un modo distinto.

Marina quedó dentro de los 30 mejores (entre 170 participantes) del concurso que elegía el mejor bombón de España para la revista DPas.

“Tengo gente que me ayudó y que, hoy, está al lado mío. Hubo gente que no quedó, pero la que fue quedando está muy cerca y esas palabras de aliento la tenés todos los días. Mis hijos extrañan y tienen muchas ganas de venir”, contó.

En la actualidad tiene un solo trabajo de mañana, lo que le permite crecer. Y asegura que los impuestos que se pagan se ven plasmados en obras y limpieza y que las estaciones de metro están muy limpias.

“Aquí en casi todos lados trabajás en blanco, porque hay una multa muy grande para los empleadores que contratan trabajo en negro”, dijo.

En cuanto los alquileres de Barcelona, la bahiense comentó que está difícil conseguir vivienda y no es algo tan accesible.

En el aeropuerto, siempre rodeada de sus amigas bahienses.

“Es lo que más me costó y me sigue costando. Son muchos los requisitos que le piden a una persona sola, con hijos, para alquilar una vivienda. Te permiten pagar sólo el 40 % de tu nómina de salario, o no te alquilan. Y terminás en alquileres temporales, que son más caros pero tienen menos requisitos”, dijo.

En este tiempo, Marina (IG: @nocetimari.ch) descubrió que valió la pena esforzarse por cumplir sus anhelos y que, a pesar de que extrañó mucho a sus hijos, dar este salto le permitió crecer y, también, darles a ellos la oportunidad de tener nuevas y motivadoras vivencias.