Bahía Blanca | Martes, 16 de abril

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En boca de todos: usos y costumbres del habla bahiense

Casi de manera inconsciente, hay palabras y expresiones características que bien podrían conformar un pequeño diccionario ilustrado de localismos. Entre cufas, gamutones y chuflines, pasen y vean de qué se trata.

Archivo La Nueva.

Hay una población local que habita, crece, recorre y se diversifica libremente desde los chalets de Harding Green hasta los muelles de Ingeniero White, y desde los establos de Bordeu hasta los silos cerealeros de Grünbein. 

Esa población no está formada por personas, sino por palabras. Más precisamente, por las palabras que conforman el habla cotidiana de Bahía Blanca.

Mezcla de español latinoamericano, con aportes de la idiosincracia rioplatense, donaciones del lunfardo italiano, ecos de los pueblos originarios e importaciones anglosajonas, el lenguaje empleado en las conversaciones que se escuchan a lo largo de la ciudad podría parecer, a simple vista, no demasiado diferente a tantos otros de la provincia o la región.

Lo que termina por convertir ese grupo de palabras en algo que podría denominarse como "idioma bahiense" es la presencia de los modismos, esos términos que surgieron en alguna parte, sin una fecha precisa ni un autor específico, pero que fueron adoptadas por los vecinos casi de manera inconsciente, posiblemente como una forma de apuntalar la identidad local.

Muchas de estas expresiones fueron compiladas hace más de una década por el comediante Damián Losada en el texto "Así hablamos los bahienses", que circuló durante años en las redes y que actualmente tiene su versión en YouTube.

Se trata de un listado, casi al estilo de un diccionario informal, que recoge términos como "Lejía" (lavandina), "Masitas" (galletitas), "Celoplín" (cinta adhesiva), "Chuflín" (cinta elástica para el pelo) y "Cufa" (estudioso), a los que se agregaron varios aportes de los lectores como "Vejiga" (molesto), "Jeringa" (puntilloso), "Tocoto" (mufa), "Tosca" (piedra) y "Ciclismo" (bicicletería).

El denominador común de todas estas palabras es que, fuera del contexto geográfico, parecen perder buena parte de su significado. Parece difícil que un vendedor marplatense sepa qué producto ofrecer si alguien le solicita probarse el "Gamutón" (gamulán) expuesto en la vidriera. Igualmente extraño resultaría que un tucumano se sienta ofendido si alguien lo califica de "Palihuero" (pretencioso) o que un rosarino se calle, al escuchar que tiene demasiada "Parrilla" (oratoria excesiva).

Losada contó alguna vez que la idea de escribir aquel listado surgió de manera casual. "Son las palabras que uno va recopilando a lo largo del tiempo, casi sin darse cuenta. No lo hice como algo calculado, esperando que tuviera repercusión, sino que fue algo pensado para enviarles a mis amigos por el Facebook, pero creo que el efecto multiplicador de Internet hizo lo suyo", explicó.

"Por lo que pude averiguar, muchas de las palabras que puse también se usan en la región, como 'Celoplín', pero la que no encontré en ninguna otra parte es 'Cufa'. Creo que ese sí es un término puramente bahiense", reveló.

Damián Losada

Muchos modismos quedan al descubierto como expresiones bahienses -o regionales- con una rápida visita comparativa a la ciudad de Buenos Aires.

Mientras la puerta principal de la Galería Plaza está ubicada en "la primera cuadra de calle San Martín", la catedral porteña se encuentra en "San Martín al cero", a secas. Quien espera el paso de "la" 514 en Chiclana y O'Higgins, aguarda la llegada de "el" 152 en Santa Fe y Coronel Díaz.

El que vive en un departamento de "un dormitorio" en el barrio Universitario, tiene un amigo que alquila uno idéntico, pero "de dos ambientes" en Caballito. Los pasajeros de un taxi no piden ser llevados hasta una dirección exacta, como "Alsina 65", sino a una referencia más vaga, del estilo "Córdoba, entre Esmeralda y Suipacha".

Los pequeños ejemplos abundan, si se presta un poco de atención: el "tostado de jamón y queso" se convierte en el "tostado mixto", las "medialunas dulces y saladas" pasan a ser "de manteca y de grasa", las "carasucias" son "tortitas negras", la "pieza" es la "habitación", la "uni" es la "facu", el "vaquero" es el "jean", el "fibrón" es el "marcador", el juego de la "conga" es el "chinchón", el "carnet" de conducir es el "registro", el "zorro" que controla el tránsito es el "rati" y las "hamburguesas" son los "patys", entre otros ejemplos posibles.

Frente a este listado de comparaciones, ¿es posible sugerir la existencia de una forma de hablar típicamente bahiense?

Eduardo Giorlandini

Eduardo Giorlandini, el recordado escritor, investigador y miembro de la Academia Porteña de Lunfardo, creía que era demasiado hablar de dialecto, pero que sí se podía analizar una cierta coloración local.

"Si uno trata de ubicar palabras características, debe tenerse en cuenta la composición sociológica de la comunidad. ¿Qué tiene Bahía? Comercio e industria, pero también agricultura y ganadería. En cada uno de esos ámbitos se van forjando palabras y formas de expresión propias, un poco por la necesidad natural de comunicarse entre sí y otro tanto por las circunstancias que se van presentando. Así es como surgen las jergas", explicaba.

Giorlandini recordaba además algunos localismos que fueron cayendo en desuso, como es el caso de "Pirincho": "Me acuerdo del caso de un taxista que, discutiendo con otro, le dijo: `Callate, te hacés el titular y sos un pirincho', remarcándole así una diferencia social: que era peón y no propietario".

También destacaba la época cuando estuvo de moda la palabra "Tananai": "La trajeron de Buenos Aires unos periodistas de La Nueva Provincia, que tergiversaron sin querer el lunfardismo `Tanolai', que signfica napolitano, y lo incorporaron acá como `Tananai'. Decir eso de alguien significaba que era un tonto", evocaba.

"Así como sucedió con estas palabras, es posible que, dentro de unos años, aparezcan nuevas, renazcan unas y desaparezcan otras. Todo dependerá de si sirven o no", señalaba, con su habitual estilo afable.

Posiblemente, el modismo más aceptado y difundido por los vecinos sea la utilización de la palabra "Pero" al final de una frase, dejando a los foráneos expectantes, con la sensación de que resta algo más por decir.

"¿Pero qué?", suele ser una de las exasperadas respuestas habituales de quienes no conocen este hábito.

Definido en los diccionarios como una "conjunción adversativa con que a un concepto se contrapone otro diverso o ampliativo del anterior", el "Pero" suele ubicarse a la mitad de una oración, al menos en el resto del país. En Bahía el significado no cambia. La ubicación sí, pero.

Losada sostuvo que la forma podría derivar de una herencia itálica, "específicamente de los marchegianos" y agregó que Bahía es una ciudad "muy italiana"· y que "un poco de cocoliche bien se nos puede haber pegado a todos".

Giorlandini, por su parte, creía que se trataba de una forma antigua, instalada desde hace décadas entre los habitantes de la ciudad.

"Es un buen ejemplo de cómo el uso de los modismos está condicionado por la edad de quienes los utilizan. Al ser revalorizado por los jóvenes, el 'Pero' del final, con esa especie de puntos suspensivos tan característicos, se garantiza su continuidad como tradición bahiense", remarcaba.

La utilización tan poco habitual despertó el interés académico de Carlos Muñoz Pérez, licenciado y doctorado en Letras de la Universidad Católica de Chile y autor del ensayo “Algunas propiedades del llamado pero bahiense”.

“Es una particularidad del habla, casi una suerte de dialecto, poco común en el resto del mundo y que ha ameritado un análisis detallado del uso, sus características y hasta la manera precisa de pronunciarlo para que tenga sentido en esa particular ubicación”, explicó en su investigación.

Carlos Muñoz Pérez

Para Muñoz Pérez “el hecho de que sea poco frecuente este tipo de uso en el mundo hispánico lo hace más valioso, como si fuera un animal raro. Por lo mismo, nos interesa preservarlo, para documentarlo y entenderlo".

"Muchos bahienses lo perciben como una marca de identidad: algo propio y distintivo, al menos dentro de la Argentina”, resaltó el investigador.

Si bien no existe una tonada capaz de acentuar las particularidades del habla local, las palabras y expresiones típicas de la ciudad ocupan, sin proponérselo, el espacio necesario para remarcar su identidad cultural dentro del mapa nacional.

Es un trabajo artesanal que atraviesa las curvas del tiempo, casi como una herencia invisible que se transmite de abuelos a padres, de padres a hijos y de hijos a nietos.

Entre cufas, palihueros, toscas y chuflines, Bahía Blanca se resiste a quedar diluida en la mancha de la globalización.