Bahía Blanca | Viernes, 19 de abril

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El pero bahiense, un dialecto que analizan los especialistas

Un trabajo de investigación de la Universidad Católica de Chile se basa en la particularidad del lenguaje coloquial de nuestros vecinos, quienes arman oraciones ubicando la conjunción al final.

Bahía Blanca suma particularidades. / Fotos: Pablo Presti y Emmanuel Briane-La Nueva.
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Audionota: Romina Farías

Mario Minervino / mminervino@lanueva.com

   El Dr. Carlos Muñoz Pérez, licenciado y doctorado en Letras, investigador de la Pontificia Universidad Católica de Chile, ha publicado una interesante y singular nota en una prestigiosa revista científica destinada a cuestiones lingüísticas, bajo el título: Algunas propiedades del llamado pero bahiense.

   El trabajo se basa en la particularidad del lenguaje coloquial de los habitantes de Bahía Blanca de armar oraciones ubicando la citada conjunción al final.

   Para clarificar la cuestión, los siguientes ejemplos: “Guillermo es un buen tipo, un poco amarrete pero”; u “Olimpo jugó muy mal, ganó pero”.

   “Es una particularidad del habla, casi una suerte de dialecto, poco común en el resto del mundo y que ha ameritado un análisis detallado del uso, sus características y hasta la manera precisa de pronunciarlo para que tenga sentido en esa particular ubicación”, explica Muñoz Pérez en su trabajo.

   Si bien para los bahienses resulta simple entender una expresión donde el pero ocupa la posición final, en realidad conforma, al decir de este estudio, un giro muy particular en el uso del idioma, sin que signifique, sin embargo, incurrir en un error gramatical.

   “El pero bahiense tiene varias propiedades en común con el pero en la posición inicial, pero ambos elementos difieren en los constituyentes con los que pueden co-ocurrir; su valor semántico-discursivo y su prosodia”, señala el autor del texto, utilizando terminología que da cuenta de la especificidad del asunto.

   Lo habitual del uso del pero en la lengua castellana es ubicarlo al inicio, o en una posición intermedia. Su uso al final es habitual, según indica el estudio, en el español andino. “Me encanta el fútbol. No me gusta el tenis, pero”, es un ejemplo tomado de esa zona.

   En esa línea, la Nueva Gramática de la Lengua Española menciona que ese uso en posición no inicial “se debe a la influencia del quechua”, aunque detalla que no existen estudios que defiendan esta hipótesis, más allá de aceptar un contacto lingüístico.

   Su uso se atestigua también en zonas de contacto catalán-español. Un ejemplo corresponde al dialecto hablado en Palma de Mallorca. “Siempre recibieron otros. No recibí yo, pero”. También se ha detectado su uso en Barcelona.

   “Estamos en España, aunque no lo quiero aceptar, pero”, fenómeno que sugiere su origen en el catalán de Islas Baleares.

   Sin embargo, en el caso del pero bahiense, Muñoz Pérez explica: “No ha sido objeto de estudio gramatical sistemático, por lo cual no existen teorías que justifiquen su aparición y funcionamiento”.

   Sin embargo, los bahienses tienen una explicación popular para justificar su origen. “La modalidad aparece a partir del contacto con el habla de los inmigrantes italianos, lengua que exhibe una construcción análoga: ‘era la settimana scorsa, pero”.

Foto: WipsDigital

   Esta es, sin dudas, una herencia reconocida en una ciudad donde la colectividad italiana ha tenido una presencia definitiva en la constitución de su población.

Varios tipos de pero, pero

   El pero en el dialecto de Bahía Blanca posee aspectos formales propios y distintivos de cualquier otro.

  Muñoz Pérez comienza por definir un pero, al que llama suspendido, que también aparece al final de la oración pero con entonación ascendente, con lo cual quien escucha entiende que la expresión tiene una continuidad.

  Un ejemplo es decir: “Iba a comprarte un regalo, pero...”. Vale decir que el final queda abierto a una explicación adicional. El pero bahiense es distinto: es definitivo y final. No hay más nada que agregar. No acepta la repregunta “Pero qué…?” de parte del oyente.

   Una segunda construcción es la del pero adverbial, cuando esa palabra aparece en el medio de una oración. “El pero bahiense tiene naturaleza coloquial. Pero cuando es escrito se usa como adverbial”, explica el autor.

   “El pero en posición final constituye una marca de identidad y pertenencia del dialecto bahiense. Aparece al final y rechaza otro elemento a su derecha, sin alterar los valores de la proposición, deja en claro cuál es el concepto que se pretende manifestar”, indica.

   La partícula puede aparecer tanto al inicio como al final: resulta irrelevante para la aceptabilidad de la expresión.

   Una diferencia importante que marca Muñoz Pérez se refiere al fraseo de la oración.

   El pero inicial se encuentra prosódicamente integrado a la oración. El pero bahiense, en cambio, no forma parte del mismo constituyente fonológico que el resto de la oración. Está separado mediante una leve pausa, acompañada de un descenso entonativo, análogo a un tono de frontera.

   Para que se asuma cuánto de específico tiene el asunto, vemos una explicación de Muñoz Pérez. “Resulta contradictorio que el constituyente en cuestión forme su propia unidad entonativa, pero al mismo tiempo se mantenga desacentuado. Una solución es considerarlos elementos prosódicamente enclíticos fuera del alcance de la regla de asignación de acento nuclear”. Una linda explicación académica, para entendidos pero.

Un toque inglés

   Aceptado por los bahienses que el pero al final es herencia de los italianos, no se puede ignorar que también la comunidad inglesa tuvo protagonismo en nuestra ciudad, concesionarios como eran de los servicios de agua, electricidad, gas, ferrocarriles, puertos y tranvías.

   De acuerdo a ciertos estudios, existe una palabra que, a la manera del pero bahiense, utilizan los ingleses. Es el término “though”, que se ubica al final de las oraciones para hacer contraste entre dos ideas.

   “Es un poco como la palabra ‘but’, pero con unas reglas algo diferentes”, explican los especialistas.

   Su uso también es coloquial y al final de la frase tiene la misma función que but en el medio. “En el inglés hablado, se usa todo el tiempo”, aseguran.

   Así la expresión: “Tom doesn’t like cats, but he loves dogs”, es habitual decirla como: “Tom doesn’t like cats. He loves dogs, though”. Las frases significan lo mismo, aunque con otra estructura.

Muñoz Pérez: “El pero al final es como un animal raro”

   El Dr. Muñoz Pérez (1983) egresó en 2011 de la Universidad de Buenos Aires. Hoy se desempeña como profesor adjunto de Lingüística en la Universidad Austral de Chile. Fue también docente en la UBA, en la Pontificia Universidad Católica de Chile, además de actuar como profesor visitante en las Universidades de Göttingen, Newcastle y Utrecht.

   Como especialista en lingüística, le bastó una ocasional vista a Bahía Blanca —hace algunos años— para advertir el uso del pero al final de la oración. Recién arribado de Europa, contestó algunas preguntas adicionales sobre el tema a La Nueva.

   —¿Por qué le pareció interesante analizar esa manera de utilizarlo?

   —Lo escuché varias veces al final de la oración y me llamó la atención. Después me explicaron que era un uso típico bahiense. El hecho de que sea un uso que no se observa en el resto de la Argentina ya resulta interesante.

Dr. Carlos Muñoz Pérez.

   “Desde un punto de vista lingüístico, es un fenómeno que parece seguir pautas de funcionamiento que van más allá del español. Por ejemplo, en Australia hay usos de but ‘pero’, que parecen idénticos al pero bahiense. Esto nos dice que el pero al final de la oración no es simplemente una cosa curiosa, sino que nos informa acerca de las propiedades generales del lenguaje humano”.

   —¿Cuál de las teorías sobre su origen le parece más acertada? De ser el italiano, ¿por qué otras ciudades con fuerte presencia de esa colectividad no han tomado ese uso?

   —El pero al final de la oración se observa en, al menos, otros dos puntos del mundo hispánico: en los Andes, por influencia del quechua y del aimara, y en Mallorca, por influencia del catalán. Esto nos da la pauta de que el fenómeno emerge en situaciones de contacto lingüístico.

   “Por tanto, la explicación a partir de la influencia del italiano parece ser la más indicada. Esto no quiere decir que en todo lugar en el que haya contacto italiano-español vaya a aparecer el pero al final de la oración. Seguramente, haya otros factores sociales y lingüísticos que determinen su aparición. El contacto lingüístico parece ser una condición necesaria, pero no suficiente para que aparezcan estos usos”.

   —¿Es incorrecto el uso del pero final o permite interpretar el sentido de la oración?

   —Hay que distinguir entre los usos formales e informales de la lengua. Por supuesto, sería raro encontrar el pero bahiense en documentos legales u otros contextos similares. Sin embargo, no tiene nada de malo utilizarlo en la cotidianidad.

“Los bahienses no tienen problema para entender su funcionamiento al hablar entre ellos”.

   “La precaución se debe tener al utilizarlo con personas de otros lugares, aunque no es diferente al que se tiene con otros modismos. Por ejemplo, si viene un alemán y le digo: ‘Che, tomemos un feca’, tampoco lo va a entender”.

   —¿Considera que es importante que se mantenga el uso y la tradición como un elemento de identidad?

   —A los gramáticos nos interesan cuestiones como el pero bahiense por su funcionamiento morfológico y sintáctico. El hecho de que sea poco frecuente este tipo de uso en el mundo hispánico lo hace más valioso, como si fuera un animal raro. Por lo mismo, nos interesa preservarlo, para documentarlo y entenderlo. Muchos bahienses lo perciben como una marca de identidad: algo propio y distintivo, al menos dentro de la Argentina. Bajo el supuesto de que el pero bahiense tiene su origen en el contacto con el italiano, su uso es también testimonio de la historia de Bahía Blanca y de cómo se conformó su población. Es decir que hay un montón de razones válidas para cuidarlo: lingüísticas, culturales, históricas.

   —¿En las escuelas debería tratar de que se corrija esa forma de ubicarlo?

   —La escuela debe enseñar a los jóvenes a expresarse utilizando el español formal. Esto no quiere decir que haya que inculcarles a los chicos que no se debe usar el pero al final; simplemente les tiene que quedar claro que su uso es coloquial y familiar. De hecho, seguramente haya más de una profesora o profesor de Bahía Blanca que utilice el pero bahiense en sus clases de lengua.

   —Es interesante su observación sobre la entonación que tiene el pero final.

   —Una oración como: “Gerardo está comprando frutas” tiene una entonación descendente en español; al estar al final, la palabra frutas se pronuncia con un tono mucho más bajo que la palabra Gerardo. La entonación del pero bahiense se relaciona con eso. En cierto sentido, el pero bahiense es un pero que se agrega una vez que la oración ya concluyó. Por eso, se pronuncia con un tono extremadamente bajo. Esto es bastante común para elementos que se pegan al final de una oración.

   —Es notable cómo se mantiene el uso del pero de generación en generación. ¿Se hereda? ¿Se escucha? ¿Se incorpora de manera natural? ¿Es independiente de cualquier nivel cultural?

   —Mientras los bahienses continúen utilizando el pero al final de la oración, las nuevas generaciones seguramente también lo hagan; es improbable que la escuela pueda alterar esto. Los niños desarrollarán su uso de forma prácticamente inconsciente a partir de escucharlo en su entorno. De la misma manera en que no es necesario explicarles a los niños cómo formar oraciones pasivas o relativas, tampoco hace falta instruirlos en cómo utilizarlo.

“Los hablantes con un nivel educativo más alto tienden a respetar más las normas de habla y a utilizar, en menor medida, expresiones populares. Sin embargo, esto no quiere decir que una persona muy educada no vaya a usar el pero bahiense”.

   —¿Considera que el uso del pero bahiense es un dialecto?

   —Es difícil definir lo que es una lengua o un dialecto; no hay parámetros evidentes que permitan separar variedades de una lengua. Sin embargo, creo que es posible decir que los bahienses tienen su propio dialecto, aunque no sea radicalmente distinto del rioplatense más estándar.

“El pero bahiense es un mecanismo gramatical que los hablantes del rioplatense no tienen. Esta es una diferencia bastante objetiva que permitiría distinguirlo”.

Mirada local: “El pero final evoca nuestra identidad”

   Elizabeth Mercedes Rigatuso es doctora en Letras, docente del Departamento de Humanidades de la Universidad Nacional del Sur e investigadora del Conicet. Consultada sobre el tema, destacó la calidad del modismo como parte de la identidad bahiense. 

Dra. Elizabeth Rigasuto

   “Sería interesante reflexionar sobre el hecho que el pero resulta funcional a los hablantes para lo que desean, y, al mismo tiempo, evoca, en forma inconsciente o consciente, una identidad local. Su importancia como recurso lingüístico parece, en tal sentido, quedar subrayado”, afirma.  

   De esta manera, la especialista da cuenta de la importancia del uso del pero final como parte de una manera particular de expresarnos.

   “En coincidencia con otras variedades lingüísticas, hablar del pero bahiense (el conector pero producido al final de emisión) es hablar de identidad, elección de formas lingüísticas en función de propósitos, de sus metas en la interacción, de lo que desean transmitir con el discurso que producen”, amplía.

   El uso responde, indica, a un conjunto de variedades dialécticas del español en nuestro país, en particular al español bonaerense, siguiendo la denominación de la Dra. María Beatriz Fontanella de Weinberg, impulsora de estudios lingüísticos en la UNS.

   “El uso del pero al final, en el comportamiento cotidiano, enfatizando frases previas que se oponen, parece recortar un uso propio en Bahía Blanca y zonas cercanas”, asegura.

   La Dra. Rigatuso menciona que esta modalidad resulta de mucho interés a los estudiantes de la zona que llegan a nuestra  ciudad, “llegando a ser tema de conversación y de discusiones lingüísticos de las carreras de Letras”.

   “Como fenómeno lingüístico es objeto de interés por parte de especialistas en el plano internacional. En 2016, en ocasión de celebrarse en nuestra ciudad el Congreso de la Sociedad Argentina de Lingüística, uno de los conferencistas, un investigador alemán de prestigio internacional, expresó su interés sobre el tema y realizó varias entrevistas que indagaban sobre su uso”, añade.

   Respecto al origen, Rigatuso rescata la opinión de la la Dra. María Fontanella, quien consideraba que es producto del contacto con la lengua del grupo inmigratorio italiano que arribó al sudoeste bonaerense. “De todos modos, cualquier afirmación requiere en realidad de un estudio sistemático sobre su uso, a partir de una recopilación de datos y modalidades, en contextos socioculturales específicos, atendiendo a variables como sexo, edad, nivel educacional de los hablantes y la realización de entrevistas. Eso arrojará luz a la interpretación del fenómeno, sus valores y funciones”, concluye.

Opiniones de ocasión

   Como todas las ciudades, Bahía Blanca tiene varios modismos –además del pero— propios y distintivos. Decirle toscas a las piedras, masitas a las galletitas o carasucias a las tortas negras son algunos de ellos. Las siguientes opiniones corresponden a bahienses que viven, o han dejado de hacerlo, en la ciudad y han establecido distintas relaciones con el uso del pero final.

—“Hace mucho tiempo que no lo uso. No me acuerdo tampoco si lo tenía incorporado cuando era chico, pero desde que me fui a vivir a La Plata, a los 18 años, tomé conciencia de que era un modismo muy bahiense y, si lo tenía, lo fui dejando. Mi señora, que es de La Plata, me confirma que nunca me escuchó. Sí noto que mis amigos bahienses lo tienen; lo detecto enseguida”. (Luciano, arquitecto, desde hace 5 años residente en Madrid).

—“No me doy cuenta si lo utilizo, pero mi marido me dice que sí, que lo tengo incorporado como algo natural. No lo noto en los chicos del jardín ni en los adultos de esa comunidad, pero muchos me apuntan que siempre está, que se usa”. (Silvina, directora de un jardín de infantes local).

—“Conozco el pero bahiense, pero en general no lo uso. En mi familia no creo haberlo escuchado. Pero sí tuve compañeros de Bahía Blanca en la facultad de la Plata que lo usaban y los cargaban por esa manera de hablar. Incluso, en cierta ocasión, cursando la materia Traducción literaria, se habló de ciertos modismos y su traducción al inglés y la profesora nos preguntó puntualmente como traduciríamos el pero de Bahía Blanca, que ella conocía por allegados. Todos quedamos a medio camino y desorientados al intentar traducirlo”. (Agostina, traductora de inglés, quien reside en La Plata).

—“No lo uso. Incluso, le pregunté a mi señora, que es de Mar del Plata, y me dice que nunca lo notó. Recuerdo que existía y cómo se coloca en la oración, pero hace tantos años que me fui de la ciudad que ya no lo tengo incorporado”. (Germán, abogado, reside en Mar del Plata).

—“Creo no usar el pero final, lo cual no sé si no me hace todavía más bahiense porque, acaso, lo utilizo es sin darme cuenta. No creo hacerlo de manera consciente, pero tampoco podría considerar que jamás se me escapa”. (María Eugenia, licenciada en Comunicación).

—“¡Por supuesto que lo uso! Lo tengo recontra incorporado. Tuve la oportunidad de vivir 8 años en Buenos Aires y era una de las cosas que, desde el punto de vista lingüístico, notaban mis amigos porteños. Mis hijas, que nacieron en Buenos Aires, hasta hoy me señalan lo que consideran una característica de su papá al hablar”. (Obe, médico veterinario).

—“Lo tengo incorporado naturalmente y me lo marca mi mujer, que es de La Plata. Incluso, no termina de entender bien el sentido al final, porque siempre me pregunta: “¿Pero qué?. (Roberto, arquitecto).

—“Es un modismo bahiense típico, pero no lo empleo. Es un armado de la oración un poco indefinido, como una reafirmación de lo que estás diciendo. Pero no, no lo tengo incorporado”. (José, licenciado en Historia).