Bahía Blanca | Jueves, 25 de abril

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Relaciones, fases y desfasajes

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   La tecnología facilita y acelera procesos, sin embargo la construcción de una pareja en algún momento requiere de esa cuestión artesanal. Las etapas son casi universales aunque la tendencia creciente de evitar la convivencia plantea el interrogante de si no estamos asistiendo a un nuevo paradigma.

   ¿Convivir o no convivir? ¿Forma de preservar el vínculo o imposibilidad de avanzar hacia otras etapas?

   Victoria Cadarso en su libro “Botiquín para un corazón roto” sostiene que en las relaciones se atraviesan distintas etapas, si bien dichas fases no poseen la misma duración para cada pareja y varían de acuerdo con si la llegada al altar estuvo precedida por el noviazgo tradicional o la convivencia previa, las etapas son casi universales.

   La psicóloga de la Universidad Complutense de Madrid define que la primera es la del enamoramiento, con una duración promedio de 18 meses se caracteriza por un tiempo lleno de esperanza, donde la sensación imperante es de reciprocidad y unión simbiótica. Fantasía, deseo y pasión prevalecen sobre las diferencias, se evitan las discusiones ya que se carece de la experiencia para resolverlas. 

   La siguiente es la de la relación y vinculación, quienes constituyen la pareja se muestran afectivos pero a la vez comienzan a mostrar su autonomía, surge la posibilidad de convivencia, disminuye la pasión y afloran los temas conflictivos evitados en el estadio anterior.

   Posteriormente se consolida la convivencia, en dicha etapa la atención y el deseo gira en torno a la “construcción del nido”, el amor se nutre de compañerismo y apego, baja el nivel sexual y surgen molestias y altercados por cuestiones domésticas que en ocasiones se ven interferidas a su vez por suegros, cuñados y tíos. 

   El cuarto período se denomina autoafirmación y se experimenta la suficiente seguridad como para emprender actividades por separado; momento crítico, puesto que de no existir un balance entre los deseos individuales y los comunes surge el resentimiento y las luchas de poder.

   La quinta fase, de colaboración, abarca desde los cincos hasta los 15 años siguientes, los hijos son los protagonistas y surgen fricciones por la disparidad de intereses; puede ser un resurgimiento de la pareja pues elaboran los proyectos venideros a partir de la independencia de los hijos o bien un punto de no retorno.

   El último ciclo implica cumplir bodas de plata y es uno de las más complejos, dolencias, nido vacío, familiares transitando la vejez, en ocasiones desmoronan los pilares construidos al cabo de treinta años y se ve la realidad con crudeza, es el momento en el que la pareja se rompe o bien se reformula.

   Años más años menos hay vivencias comunes en todas las parejas y algunas concluyen antes de lo esperado; mostrarse sin fingir posturas evita desencantos, poner de manifiesto lo singular conlleva a un mejor entendimiento; el diálogo habilita puntos de encuentro y la discusión inteligente permite llegar a acuerdos. 

   Final y fracaso no son sinónimos, es una cuestión de fases y de aprendizaje; asumir que las historias concluyen también es evolución.