Bahía Blanca | Sabado, 20 de abril

Bahía Blanca | Sabado, 20 de abril

Bahía Blanca | Sabado, 20 de abril

Termina el carnaval, sin agua ni baile ni serpentinas

   Se dice que nada termina de morir mientras la memoria de una persona siga conteniendo su recuerdo. Los carnavales ha sido una de las fiestas más alegres, singulares y hasta polémicas de todos los tiempos. Hoy son parte de un feriado largo. ¿La alegría ha desaparecido?.

Mario Minervino / mminervino@lanueva.com

Fotos: Archivo La Nueva.

“Yo quiero ver muchos más delirantes por ahí bailando en una calle cualquiera.En Buenos Aires se ve que ya no hay tiempo de más, la alegría no es solo brasilera (no, mi amor)”. Charly García

 

   No hay más agua en carnaval. Aquella festiva costumbre, de las contiendas barriales, donde vecinos de todas las edades se prestaban a un juego sano y divertido se perdió en el camino, en algún recodo dejó de estar. Hoy termina el carnaval y el agua estuvo ausente. Como también los grandes corsos del centro y los multitudinarios bailes barriales. No es por la pandemia, es el cambio de costumbres, son las nuevas generaciones, acaso hay algo de alegría que quedó olvidada.

   El carnaval se originó por estas tierras como una fiesta cristiana. Son tres días antes al miércoles de ceniza, cuando comienza la Cuaresma y un período de ayuno como preparación para la Pascua. El "jugar con agua" de estos días alude a una intención purificadora, como ocurre en ceremonias bautismales y de exorcismo, donde el líquido cobra poderes de desencantamiento.

   Tampoco están los bailes barriales. Hasta entrado los 70 los clubes se veían desbordados por miles de personas, con orquestas en vivo, serpentinas, papel picado y una alegría desbordante. También han ido mutando los corsos, los desfiles de carrozas, los concursos de disfraces. Todo parece ser parte de otra época, de otra sociedad, de otros motivos. El carnaval es por estos tiempos parte de un feriado largo, pero el espíritu de fiesta ya no existe.

   

La serpentina encantadora

“Ay, no hay que llorar (No hay que llorar), Que la vida es un carnaval Y es más bello vivir cantando”. Celia Cruz

   Pascual Ángel Pietracatella, vecino bahiense, en sus plenos 91 años, evocó hace algunos años perfiles de aquellos tiempos.

   “La hermosa serpentina, jugo el rol más importante de la fiesta de carnaval por ser discreta mensajera de nuestros íntimos sentimientos. Cuando el rollito se arroja y, una mano blanca la oprime, nos hacemos la ilusión que la cintilla establece, entre la bella mascarita y el mortal que la arrojó, una misteriosa corriente, cuyo final, al escapársenos de las manos, nos lleva a un suspiro del alma. ¿Cómo no ha de triunfar y vivir para siempre la hermosa serpentina...?

Bailes de carnaval en el Salón de los Deportes, Soler 444, los 70

   El rey momo manda a beber y bailar, ahí va coronando con vainas de algarrobo y le arrojan almidón, lo harinan, lo aplauden, a sus alrededores nadie sabe quién es.

   No hay un solo frustrado a lo largo de la calle larga, no hay una sola frustrada bajo las lamparitas de color, en que la sociedad olvida su carga, sus roles, y tanto se bebe, como se baila y cantan la canción del que me importa, “que me importa la muerte si la vida es puro colorinche y banderitas…”

   Bahía Blanca tendrá un despertar de alegría sin preocupaciones ni excesos. El reinado Mono hará que la cuerda tensa de la memoria añoremos los corsos del centro, 12 de Octubre, Almafuerte, Bella Vista, La Falda, Villa Mitre. Sentiremos que los vendedores vociferan “tres triángulos de papel picado a veinte centavos, los pomos de plomo de agua a treinta y cinco centavos y los lanza perfumes a cincuenta centavos”.

   Termina el carnaval. En un mundo jaqueado por una guerra de alcances insospechados. En un país en crisis, con deuda externa y pobreza. Quizá haya que recuperarlo, acaso sea tiempo de reencontrarse con ese espacio de alegría y olvido, de máscaras y baile, de agua y serpentinas.