Bahía Blanca | Jueves, 25 de abril

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Cuando Bahía Blanca pudo ser una de las sedes del Mundial '78

En octubre de 1970 la ciudad formalizó sus intenciones de ser una de las plazas para recibir a los seleccionados en la XI Copa del Mundo. Qué pasó con esa nominación.

   La historia, en verdad, comenzó 30 años antes del inicio propiamente dicho.

   Fue en el invierno de 1936, cuando la Fédération Internationale de Football Association (FIFA) desechó la candidatura argentina para convertirse en sede del tercer campeonato mundial, luego de los certámenes disputados en Uruguay e Italia. Un sorpresivo y arbitrario cambio de planes de los congresales europeos dejó a la delegación nacional observando cómo el certamen quedaba en manos francesas, a pesar de que existía una promesa de alternancia entre ambos continentes para organizar los torneos.

   Las postulaciones para los torneos de 1962 y 1970 también culminaron en fracasos diplomáticos. Pero, como si se tratara de un asunto de Estado, la Asociación del Fútbol Argentino (AFA) mantuvo en alto la bandera de la insistencia. La compensación llegó finalmente el 6 de julio de 1966, cuando el 35º Congreso de la FIFA designó de manera formal al país como anfitrión de la XI Copa, prevista para el entonces lejano junio de 1978.

   Pese a que se trataba de un viejo anhelo para una sociedad que entiende el fútbol como una cuestión identitaria, la elección pasó extrañamente desapercibida en ese momento, más allá de algunas menciones publicadas en los cables de las agencias de noticias. Es posible que las tensiones que sobrevinieron al Golpe de Estado contra el presidente Arturo Illia -sucedido apenas ocho días antes del anuncio- hayan influido en esa indiferencia de la opinión pública.

   De hecho el tema prácticamente se esfumó de la agenda mediática durante los siguientes cuatro años, hasta que la AFA decidió poner en marcha los primeros esbozos logísticos, una vez finalizado el Mundial de México en el que Brasil obtuvo su tercer título.

   Un escueto boletín de la entidad anunció en septiembre de 1970 que “antes del 31 de diciembre” de ese año debían definirse, entre otros puntos básicos, “la elección de sedes y subsedes” y “las condiciones generales que deben cumplir los estadios” de acuerdo a los estándares internacionales.

   El texto, acaso la primera comunicación oficial sobre el certamen, aceleró las pulsaciones de los dirigentes de varias ciudades que deseaban sumarse a Buenos Aires como anfitrionas del torneo: en pocos meses quedaron conformadas comisiones promotoras de subsedes en Rosario, Córdoba, La Plata, Tucumán, Salta, Mar del Plata, Mendoza, Corrientes y Comodoro Rivadavia. Todas querían ser parte de la postal mundialista.

   Bahía, por supuesto, no fue la excepción.

   “El reto está echado y eludir el intento será inadmisible. Comencemos por convencernos de que están dadas las condiciones esenciales; de que Bahía y su gran zona de influencia conforman un nucleamiento humano y edilicio apto; y de que su base de urbanización está preparada para recibir el impulso específico que exige la consigna (…) Luchar por la obtención de la subsede estará en estricta correspondencia con las excelentes perspectivas de que disfruta nuestro medio”, apuntalaba un artículo de La Nueva Provincia en octubre de 1970.

   Aún no estaba definido por la FIFA si el certamen tendría 16 o 20 equipos participantes, por lo que la cantidad de sedes todavía no podía ser determinada. En principio, la AFA trabajaba sobre la hipótesis de un campeonato a disputarse en nueve ciudades, con Buenos Aires, Rosario, Córdoba y Mendoza como columna vertebral del fixture.

   Pero el creciente malestar político, económico e institucional del país también forzaba a evaluar una alternativa más ajustada a las posibilidades reales. Un plan B, por si todo fallaba. En ese caso se pensaba en un torneo limitado a algunos estadios porteños (River, Boca, San Lorenzo, Vélez, Huracán y Ferro eran las posibilidades que se mencionaban), uno del conurbano (Racing o Independiente) y otro rosarino (Newell´s o Central).

   Las indefiniciones sobre el formato del Mundial se debían, en buena medida, a los constantes cambios y desplazamientos de los dirigentes de AFA encargados de la organización, pero también a la escasez de fondos disponibles para iniciar las obras requeridas.

   La FIFA, en ese punto, se mostraba inflexible: estadios nuevos o completamente remozados, con tribunas de cemento, accesos cómodos y seguros, sistemas eficientes de iluminación y comodidades para los seleccionados, los invitados y la prensa. Además, se exigía que todas las subsedes fuesen capaces de ofrecer una amplia capacidad hotelera, un moderno sistema de telecomunicaciones y una buena infraestructura aérea y vial.

   Estaba claro que las ciudades postulantes deberían realizar grandes inversiones si finalmente resultaban elegidas.

   Con ese largo listado de requerimientos en la mano, la comisión denominada “Bahía Blanca, subsede del Torneo Mundial de 1978” se reunió por primera vez el lunes 19 de octubre de 1970 en el recinto del Concejo Deliberante, que en ese momento se encontraba dentro del palacio de Alsina 65.

   El organismo estaba integrado por representantes de la Municipalidad, la Liga del Sur, la Corporación del Comercio y la Industria, la Universidad Nacional del Sur, la Federación Sur de Fútbol de la Provincia de Buenos Aires y el Círculo de Periodistas Deportivos.

   El encuentro, abierto a la prensa, comenzó con una detallada exposición del titular de la Liga, Jorge Valemberg, quien explicó los plazos que manejaba la AFA para tomar la decisión final sobre las subsedes, mientras que el presidente de la Federación Sur, Juan Carlos Sáez, reclamó “una muestra gráfica, estadística y demostrativa de los elementos de juicio” para respaldar la candidatura.

   El comisionado municipal Gustavo Perramón Pearson aseguró a su vez que la ciudad tenía la ventaja de contar con un Plan Regulador de Desarrollo Urbano, lo que podía favorecer las aspiraciones locales, en tanto que el representante de la Corporación, Carlos Roa, remarcó que Bahía Blanca estaba “acostumbrada a este tipo de desafíos” y que la ciudad quedaría “primera o segunda entre las postulantes” si se comenzaba rápidamente a trabajar.

   La comisión bahiense se reunió nuevamente durante los últimos meses de 1970 para analizar cuestiones presupuestarias, logísticas y de infraestructura y también para debatir sobre la conveniencia de construir un nuevo estadio o de modernizar uno existente, como el de Olimpo. Pero las presiones internacionales sobre una AFA que se mostraba errática precipitaron las definiciones, en especial ante el creciente rumor de que la organización del Mundial podía pasar a la órbita de Brasil, Países Bajos o España, que ya se ofrecían como posibles reemplazantes.

   Tras apurar en 1972 una preselección de subsedes, la FIFA sentenció finalmente en julio de 1974 que en la Argentina se jugaría un Mundial con 16 equipos distribuidos en seis estadios de cinco ciudades. Las plazas elegidas fueron Buenos Aires (“Monumental” y “José Amalfitani”), Rosario (“Gigante de Arroyito”), Córdoba (“Chateau Carreras”), Mendoza (“Ciudad de Mendoza”) y Mar del Plata (“Mundialista”).

   Quedaba así definitivamente descartada la opción de Bahía como subsede.

   “Entiendo que se ha hecho algo bien hecho. Y que me perdonen por esta apreciación los platenses, salteños, tucumanos, bahienses y algunos otros argentinos puestos a salvo de la obligación de tributar fortunas para lujos de minorías. Lo que se ha hecho bien hecho es reducir a cinco las ciudades que harán de sede del Mundial de 1978. Aun con esta reducción creo que está sobrando alguna. Con Buenos Aires y Rosario teníamos perfectamente cubierta toda la pretendida exigencia de la FIFA”, celebró el recordado periodista Dante Panzeri en septiembre de 1974.

   Recién en febrero de 1975, y con las primeras obras en marcha, el brasileño João Havelange garantizó de una vez por todas que el Mundial se disputaría en la Argentina.

   El resto de la historia -con sus controversias, sus sombras y sus goles- es conocido.