Bahía Blanca | Lunes, 06 de mayo

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Los mundos de Lucas

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Foto: Archivo - La Nueva.

Por Fernando Monacelli

   Probablemente octubre de 2003. Habíamos ido de campamento a Sierra de la Ventana, a orillas de un arroyo poco profundo. Agua y piedras. Los chicos pescaban mojarritas con migas en botellas. Éramos varios padres, madres, hijos, entre ellos, Lucas, de once o doce, el mayor de sus hermanos, sentado en su silla de ruedas, mirando al resto jugar en el agua, divertido.

    De pronto Darío, su padre, lo alza y lo sienta en una cámara inflada, ahora Lucas flota en el arroyito y la corriente lo lleva un poco. No tiene control de ese desplazamiento y se asusta o mira con ojitos asustados. Alguien, tal vez el propio Darío, camina unos pasos con el agua hasta la rodilla y lo trae de vuelta. Se ríe, nos reímos.

   Más tarde, me doy cuenta de que aquel lugar de las sierras no era solo el lugar que yo veía, sino múltiples lugares, incluso, uno donde corría un río bravo rodeado de piedras que eran montañas, un espacio repleto de desafíos, algunos, incluso, imposibles.

   Ahora que Lucas se fue, pienso en las razones de que tantísima gente que se cruzó con él en la vida estemos tristes y lloremos. ¿Qué vacío se abre al enterarnos de la muerte del querido Capocha?

   Entonces se presenta aquella tarde en el arroyo. Imagino que con la ida de Lucas se cierra una ventana muy particular desde donde veíamos los infinitos espacios que conviven en un mismo espacio.

   Lucas era la ventana al mundo verdadero, ese que en realidad es un conjunto de mundos conviviendo. La mayoría de nosotros nos aferramos a uno y en ese vamos. Lucas se movía entre ellos, era un viajero, un aventurero, un temerario buscador, y de esos viajes, mostraba postales. Postales de otros mundos que no miramos.

   Ojalá, ahora que Capocha se fue, en aquel hilo de agua serrana sigamos viendo a la vez un río bravo, y en aquellas piedras, montañas.