Bahía Blanca | Jueves, 25 de abril

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Ganar en noviembre: una apuesta de manual no exenta de riesgos

La columna dominical de Eugenio Paillet, corresponsal de La Nueva. en Casa Rosada.

   En despachos políticos del gobierno asumían con una ancha sonrisa el viernes por la tarde la catarata de memes y declaraciones de dirigentes de la oposición que acusan al gobierno de haber dado por finalizada la pandemia de coronavirus un día después de la derrota en las PASO. Mejor todavía, no disimulan la ironía al comentar la postura de quienes creen ver en la catarata de anuncios que hace y hará el gobierno para buscar retomar el favor de unos ocho millones de votantes, la mayoría de ellos de sectores donde viven clase media y baja, la llave maestra para dar vuelta la historia y ganar las elecciones generales del 14 de noviembre.

    Ese y otros hombres del gobierno, entusiasmados ostensiblemente tras el cambio de gabinete y la impronta casi explosiva que le ha dado al funcionamiento del elenco gobernante el nuevo Jefe de Gabinete, Juan Manzur, no dudan en responder a la hora de analizar todo el paquete y sus objetivos. “Claramente es así, además de revisar las causas de la derrota (de las PASO) y decodificar qué nos quiso decir la gente, está la resolución de ponerles un poco más de plata en el bolsillo y otros beneficios como Ganancias, salario mínimo y jubilaciones anticipadas”, se sinceró uno de los funcionarios que conoce al presidente desde hace muchos años.

   En cuanto a la celeridad con la que las autoridades sanitarias con Carla Vizzotti a la cabeza dieron casi por terminada la etapa más agresiva de la pandemia de Covid, las razones de esos confidentes hay que buscarlas en los números y en la mirada hacia otros países. “Es obvio que se mantiene desde hace tiempo una tendencia a la baja, que las medidas de apertura también se están dando en Europa, y hasta (Horacio, jefe de Gobierno de Buenos Aires) Larreta registró otra vez un día sin fallecidos”, añaden.

   De todos esos argumentos para contrarrestar las críticas de quienes dicen que el oficialismo busca ganar las elecciones de noviembre como sea y que por eso tras el cambio de gabinete se lanzó a un frenético raid de anuncios, el mayor de ellos tiene que ver con la presencialidad escolar. Más cuando el gobernador Axel Kicillof, un enamorado del encierro y las clases virtuales durante todo 2020, ahora propone abrir las escuelas hasta los sábados para recuperar conceptos del estudiantado.

    “Es una chicana de Juntos por el Cambio porque ellos reabrieron antes las escuelas, cuando todavía no estábamos seguros si era saludable o no hacerlo, pero como estamos en campaña para noviembre ahora le pegan a Axel por algo que en su momento propuso Larreta”, abunda el funcionario del albertismo.

    Hay, con todo, algunos matices que merecen ser tenidos en cuenta. En especial porque el gobierno también lee encuestas, propias y ajenas, que denuncian un alto grado de sensibilidad del votante, una actitud cambiante, tal vez la persistencia de la idea del “voto bronca” del 12 de septiembre, y en general un pronóstico de resultados el 14 de noviembre sin demasiados cambios respecto de lo ocurrido en las PASO.

    Es decir que el gobierno debería repechar una dura cuesta para cambiar el rumbo de la historia. En el peor de los casos no resignar la mayoría en el Senado ni la cercanía con el quórum propio que mantiene entre propios y aliados en la Cámara de Diputados. Y aquí es donde han aparecido algunas miradas críticas de quienes suelen no dejarse llevar por falsas euforias. Son los que dicen que no vale insistir, como lo acaban de hacer el presidente, la vicepresidente y el gobernador Capitanich, con cargarle todo el fardo a Macri. “Eso ya no paga, la gente no es tonta”, dicen. Del mismo modo que reclaman más cuidado presidencial en sus dichos y sus gestos. No pareció una buena idea, a juicio de esos funcionarios que miran todo del derecho y del revés, que el presidente y el gobernador Kicillof aparezcan aplaudiendo las amenazas directas del intendente Mario Ishii contra la prensa.

   Del mismo modo que sostienen que no aporta nada, y que por el contrario puede convertirse en un pelotazo en contra, la declaración de Daniel Gollán, que sostuvo sin rubores que “por ahí con algunos pesitos más en el bolsillo la foto de Olivos no hubiese molestado tanto”, en alusión al OlivosGate. Hay mucha gente, incluso la que votó por el Frente de Todos y quienes no lo hicieron o todavía meditan qué harán en el cuarto oscuro, que puede sentirse ofendida por esa frase: podría no ser tan así la suposición de que “plata mata dolor”, el de las familias encerradas en dura cuarentena, como pareciera sugerir el exabrupto del ex ministro de Salud.

    Hay quienes en cambio no dudaron en entusiasmarse a última hora con la idea de que “el efecto embarazo”, tras darse a conocer justo ahora que Fabiola y Alberto esperan su primer hijo, aporte su granito.

    Nada que objetar en cambio en los laboratorios del albertismo sobre Manzur o Aníbal Fernández, y en general el resto del gabinete que Alberto paró en la cancha. El gobernador tucumano con licencia le ha dado “una energía inusitada” al gabinete, según un confidente, con la idea de ponerlos a trabajar a tiempo completo detrás del objetivo mayor de ganar las elecciones. Tanto, que su antecesor en el cargo fue el primero en sorprenderse y el último en sentarse a la reunión del lunes convocada para las siete y media de la mañana. Santiago Cafiero, cuentan ahora, nunca llegaba a su despacho antes de las 10.

    Del quilmeño nada hay para sorprenderse después de más de veinte años de ejercer la política desde una barricada. Como reconoció uno de los funcionarios del entorno presidencial, de Aníbal “se espera que rompa una pierna por día”, en el más estricto sentido futbolero de la frase aplicada a la política en el marco de la estrategia para ganar. Para precalentar, Aníbal ya la sacudió sin contemplaciones a Elisa Carrió, su acérrima enemiga.