Bahía Blanca | Miércoles, 17 de abril

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Hablar de reelección mientras se emparcha la estrategia

La columna dominical de Eugenio Paillet, corresponsal de La Nueva. en Casa Rosada.

   Pareció una jugada de manual, de esas que deleitarían a Aníbal Fernández, como la de salir a atacar como la mejor estrategia para defenderse de un mal momento político. La sorpresiva propuesta del ultracristinista Jorge Ferraresi de promocionar ahora mismo la reelección de Alberto Fernández en 2023, a la que rápidamente se sumaron adeptos como gobernadores o dirigentes frentetodistas, busca justamente eso: instalar en la opinión pública y los medios la posibilidad de que haya vida para Alberto más allá de diciembre de 2023, mientras atraviesa el peor momento político de su gestión, y tal vez de toda su larga carrera, como consecuencia de los golpazos recibidos tras la revelación del OlivosGate.

   Primera comprobación de que hay bastante de estrategia para zafar del difícil momento que atraviesa el oficialismo por las esquirlas del escándalo por el cumpleaños de Fabiola Yáñez que encienden alarmas de cara a las PASO y las elecciones de noviembre: tres encuestas que leyeron esta semana en la Casa Rosada y en el Instituto Patria, dan cuenta de que la imagen del Presidente se derrumbó otros cinco puntos, algunas hablan de siete puntos, como consecuencia de su errático proceder en la saga.

   A continuación hubo en varios despachos del oficialismo y en encumbradas oficinas del Congreso una lectura casi cantada. Dicen esos primeros análisis que si bien esa caída en la imagen del Presidente, que rozaría un piso histórico del 30 % cuando en marzo de 2020 casi alcanzaba los 80 puntos de aceptación ciudadana, no necesariamente se traduciría, no al menos de manera automática, en pérdida de intención de voto, el clima político del oficialismo se enrareció y provocó que algunos propusieran “poner la pelota en otro lado, lo más lejos del Presidente” , mientras se esperanzan con que la incipiente mejora de la economía pueda disimular el derrape.

  Allí encajaría como anillo al dedo, dicen, la decisión de salir ahora mismo con el “operativo clamor” detrás de la candidatura a la reelección de Alberto Fernández, una jugada de la que obviamente no sería ajena Cristina Fernández, principal preocupada por el daño electoral que podría sufrir el gobierno en las urnas por el fastidio social.

   “Alberto está pagando algún costo por sus idas y vueltas con el tema del cumpleaños, pero no hay ningún dato que diga que eso se traduce en pérdida de votos, seguimos cinco o seis puntos arriba tanto en Buenos Aires como en el total país”, dicen para tranquilizar con encuestas y proyecciones en las manos en despachos políticos del ministerio del Interior.

   Todo pareciera nomás salido de la necesidad a la que aludió Cristina Fernández en Avellaneda, cuando le pidió al Presidente que ”ponga orden donde tenga que ponerla”, con la idea de que de esa manera se logrará recuperar la centralidad de Alberto al frente del poder y de paso intentar recuperar parte de la “calidad” de la imagen perdida desde que estalló el escándalo y de la que hablarían aquello muestreos o los tradicionales focus group que organiza el secretario General y uno de los brazos derechos del Presidente, Julio Vitobello.

   Un dato que aún transcurridas las horas tras aquella impensada apuesta de Ferraresi, a la que se sumaron entre otros Sabina Frederic, Daniel Arroyo y Juan Zabaleta no deja de llamar la atención para quienes buscan escarbar en medio de ese escenario si se quiere novedoso: el albertismo puro no dejó de sorprenderse por las palabras de Ferraresi, un hombre al que le reconocen que pese a su alineamiento incondicional con Cristina Fernández ha trabado una “buena relación” con el Presidente. “Nos enteramos como ustedes, al leer los cables”, dijo uno de los hombres que por su lado es partidario de la reelección de Alberto desde la primera hora, cuando llegaron a la Casa Rosada.

   Los hombres y mujeres que rodean al Presidente desde mucho antes de que Cristina lo ungiera candidato creen que la novedad adquiere mayor relevancia desde que el portador “de la buena nueva” haya sido Ferraresi, y no alguien del palo, o un propia tropa. “(Ferraresi) No hablaría ni lanzaría esa candidatura sin una venia de más arriba”, interpretan en el albertismo para entender el paso, y a la vez entusiasmarse, en referencia a la obvia existencia de un guiño de la vicepresidenta a las palabras del exintendente de Avellaneda.

   No son todas rosas. En la Casa Rosada tomaban nota el viernes, luego del habitual repaso minucioso de diarios y cables de agencia o portales de noticias, de la ausencia de apoyo explícito a la iniciativa de Ferraresi de tres factores de poder relevantes en la coalición de gobierno: el massismo, La Cámpora y el cristinismo que suele recostarse en el gobernador bonaerense, Axel Kicillof. Hay silencios que truenan más que cien palabras.

   No es un secreto que Sergio Massa y Axel Kicillof guardan intactas sus aspiraciones de ser los continuadores en 2023 del “proceso de transición de cuatro años” del macrismo al cristinismo como suelen decir en esos cuarteles que debe leerse la gestión de Alberto. Y que La Cámpora, en secreto pero no tanto, sigue apostando fichas a la candidatura de Máximo Kirchner. Desde los costados del gobernador dirán incluso sin conmoverse que su jefe “ya ha sido bendecido” por la vice, un dato que en verdad estaría por verse.

   Zabaleta, tal vez el más albertista de los que salieron a apoyar la reelección, respondió en privado por la cautela de esos tres factores de poder interno. “Alberto representa esa transición necesaria de ocho años, y la que vota es la gente”, le escucharon decir.

   El ministro de Desarrollo Social y otros miembros del gabinete creen que dos periodos de Alberto en la Casa Rosada son la “base mínima” de gestión para a la vez garantizar aquel reclamo de Cristina en La Matanza, cuando dijo que se necesitan “muchos más períodos de gobierno del Frente de Todos” para sacar al país de su actual estancamiento económico y social.