La delgada línea entre el combate a la pandemia y el humor social
La columna dominical de Eugenio Paillet, corresponsal de La Nueva. en Casa Rosada.
El Gobierno, dicen voces de la Casa Rosada, camina todo el tiempo sobre una delgada línea que separa la lucha contra el coronavirus y la preservación del humor social de las mínimas condiciones para no descalabrar del todo la economía.
“Las dos cuestiones, la pandemia y la economía, son preocupaciones centrales”, reconocen en despachos del primer piso donde habita Alberto Fernández. Una mirada que, vale señalar, afina mucho más con la realidad del momento que atraviesa el país que con aquellas definiciones más cerradas que jalonaban el discurso presidencial en marzo o abril del 2020, cuando el flagelo sanitario mundial era por estas playas algo menos que una amenaza.
El Presidente se ha movido en estos días bajo esa premisa y, en todo caso, cabría añadir un elemento de peso que incorporó a sus análisis diarios que provino en especial del último encuentro con su equipo de intensivistas e infectólogos. Ellos le expresaron un alto grado de preocupación por la llegada de las vacaciones de invierno, y el riesgo de que algunos excesos, propios de esa temporada de relajamiento social, deje al país a las puertas de una tercera ola.
Los profesionales llegaron a Olivos con el recuerdo todavía fresco del pico de contagios que se produjo luego del feriado de Semana Santa. Un dato que, aseguran a su lado, Fernández tiene muy presente mientras los datos diarios de contagios y fallecimientos, en especial en zonas como el AMBA o Córdoba y Santa Fe, comenzarían a dar signos del amesetamiento tan deseado.
Esos dos datos, el del freno de la curva ascendente de casos, que todavía tiene a juicio de los médicos un techo demasiado alto como para pasar de una actual fase de alarma epidemiológica a la de alto riesgo epidemiológico, que permitiría algunas licencias en materia de controles, y a la vez el de las advertencias por la llegada de las vacaciones de invierno, fueron puestos sobre la mesa por La Nación, la Provincia y la Ciudad en la reunión de los jefes de Gabinete del jueves pasado. Del mismo modo que toda esa información fue conversada por el presidente con los gobernadores de todo el país en reuniones virtuales que mantuvo a mitad de semana.
Santiago Cafiero acordó con sus pares bonaerense, Carlos Bianco, y de la Ciudad, Felipe Miguel, que las normas que regirán durante los próximos 15 días deberán ser un calco de las que se aplicaron hasta ahora. Tal vez con algún relajamiento en materia de horarios y de autorización para el funcionamiento de algunas actividades económicas claves según como evoluciones, para abajo se entiende, los números diarios de nuevos casos.
Los pequeños tironeos entre Axel Kicillof y Horacio Rodríguez Larreta sobre casos muy puntuales como la presencialidad escolar o una mayor apertura de bares y restaurantes, que el gobernador resiste y el alcalde propicia, no alcanzaron esta vez para alterar una reunión de tono más civilizado que todas las anteriores, como se encargaron de reflejar voceros de las tres jurisdicciones.
El Presidente, ya se ha dicho, hubiese deseado evitar la firma de un DNU para poner en marcha la nueva etapa de restricciones por la pandemia y contar para este segmento con la ley que envió al Congreso. El titular de la Cámara de Diputados, Sergio Massa, que tendrá esta semana una gira por Estados Unidos, le había avisado a Fernández el jueves lo que se descontaba: el oficialismo no contaba con el número suficiente para introducir el tratamiento del proyecto en la sesión, por la negativa de los diputados que responden a Juan Schiaretti, a la que tras algunos cabildeos se sumaron los diputados de Roberto Lavagna, más los representantes de la izquierda.
La gira de Massa y la necesidad de volver a las conversaciones con aquellos bloques obligaron a que el proyecto sea cajoneado al menos hasta fines de mes o principios de julio.
La decisión de sostener la actividad económica, que es la segunda de aquellas dos grandes preocupaciones que anidan en el Gobierno, se zanjó esta semana con algunas decisiones que tomó la autoridad económica, que se veían venir. El Poder Ejecutivo modificará el Presupuesto 2021, desvalorizado por otra parte a estas alturas en especial por las erradas proyecciones sobre la evolución de la inflación, para inyectar unos $ 480.000 millones la ayuda social, a empresas con dificultades y comerciantes no esenciales.
Si bien la cifra es bastante menor que la que el Estado volcó al asistencialismo durante todo 2020, una suma cercana a los dos billones de pesos, pone en evidencia que el Gobierno debió hacer frente ahora a los efectos de una segunda ola que tal vez no estuvo en los cálculos, no al menos en su real magnitud, de los funcionarios de Salud o de los equipos médicos que asesoran al Presidente. Esta mirada crítica queda patentizada en un solo dato oficial: los recursos por $ 83.000 millones previstos para el Gasto Covid en el Presupuesto para todo 2021, se consumieron entre enero y abril, según planillas del Ministerio de Economía.
El tema de la provisión de vacunas parece a la vez mantenerse como la verdadera piedra en el zapato del Gobierno, no solo porque esta semana detonó en el Congreso el caso de Pfizer, sino porque las provincias parecen decididas a avanzar de manera unilateral en la compra de esos insumos en el exterior, sin atender la “bajada de línea” política desde la Casa Rosada. Una postura resistida por Fernández y hasta por algunos laboratorios que prefieren negociar con los Estados y no con los gobiernos provinciales. La legislatura cordobesa aprobó una ley para comprar vacunas en línea con lo que planea la Ciudad.
Nubarrones innecesarios que asoman en la emergencia: la Casa Rosada le va a descontar a los que sigan esa vía la cantidad de vacunas que le corresponde desde la Nación.