Bahía Blanca | Jueves, 25 de abril

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El oficialismo busca evitar un derrape mayor en noviembre

La columna dominical de Eugenio Paillet, corresponsal de La Nueva. en Casa Rosada.

   La idea fuerza del último tramo de la campaña hacia las elecciones generales del 14 de noviembre quedó en sus trazos gruesos delineada esta semana en la Casa Rosada. Allí, prácticamente todo el comando del Frente de Todos resolvió “personalizar” en este mes y medio el contacto con los votantes, en especial aquellos que habitan el conurbano bonaerense y provincias que se creían seguras y que sufrieron sonoros traspiés en las PASO: La Pampa, Neuquén y Santa Cruz figuran al tope de ese ranking de necesidades urgentes.

   La estrategia armada en el Salón de los Escudos, dominios del ministro de Interior, Wado de Pedro, persigue en líneas generales y a la par de la montaña de anuncios con beneficios de la más variada índole para las clases más postergadas, retomar “el contacto con la gente”. Como si ese gesto que en el pasado no tan lejano fue patrimonio del macrismo, por caso la campaña de 2015 que depositó a Mauricio Macri en la Casa Rosada, hubiese estado ausente en el Frente de Todos en la etapa previa a las elecciones primarias.

   Si bien “la unidad” seguirá siendo el motor central de la campaña para ganar las elecciones generales o al menos evitar un derrumbe mayor que el que ocurrió en septiembre, esta vez se aprobó una diferenciación. Unidos, de hecho, pero separados o “personalizados” en cuanto al momento y el territorio en el que se apresta  a desplegar sus argumentos.

   “No es lo mismo el mensaje que puede bajar un intendente que conoce su territorio, que un ministro o nuestros referentes en el Congreso, una vez que se delimiten áreas en las que desplegarse, no sirve que haya cinco candidatos en la misma cuadra hablando de lo mismo”, dijo con una lógica que envidiaría el mismísimo Durán Barba uno de los asesores que estuvo cerca de la mesa donde se decidió todo.

   Una curiosidad que no es menor y que marcaría los nuevos vientos que corren en el oficialismo, con Cristina replegada en el Senado aunque ejerciendo su autoridad (y sus habituales chicanas) vía redes sociales, el presidente Alberto Fernández más dedicado a la función propiamente dicha, y la campaña pura y dura al hombro de Juan Luis Manzur, la “figurita nueva” del gobierno y de la coalición. En aquel cónclave no estuvo presente el Presidente. A la misma hora, mientras en el despacho de De Pedro se pulían los movimientos de campaña, Alberto se reunía con el canciller Cafiero y Cecilia Todesca para analizar la crisis del Mercosur.

    En sustancia, lo que decidieron De Pedro, Manzur, Máximo Kirchner, Sergio Massa, Gabriel Katopodis, Aníbal Fernández, Axel Kicillof y Martín Insaurralde, poco menos que el comando en jefe de la campaña en ciernes, fue “segmentar” el proselitismo tanto en Buenos Aires y especialmente en el conurbano como en el resto del país, con foco especial en aquellas provincias en las que hay riesgo de perder la mayoría en el Senado.

   El oficialismo asumiría ahora que la arcaica modalidad del clientelismo se hizo pedazos con el comportamiento de buena parte del electorado de los sectores más desprotegidos de la sociedad, que reclamaría en todo caso a cambio de su voto no “platita” en el bolsillo sino mejores condiciones de vida. Así de simple. Más seguridad, más educación, trabajo, cloacas, asfalto, agua potable. Más Estado y menos punteros. En el propio gobierno han empezado a tomar nota de los miles de beneficiarios de planes sociales que en las PASO votaron en contra del Frente de Todos o directamente no fueron a votar, y son más de un millón de planes apenas en el GBA, según planillas que los intendentes desplegaron delante del gobernador bonaerense y que fueron llevadas a aquella cumbre.

    “Acá nadie puede enojarse, la gente está pidiendo soluciones y no tantos planes, y es nuestra obligación escucharla si queremos dar vuelta esta historia”, aseguran fuentes gubernamentales que fue la síntesis de la arenga del tucumano al cabo del encuentro con la plana mayor de la campaña.
La idea es también “provincializar” el discurso, territorio por territorio y según el conocimiento más directo que cada gobernador o cada intendente tiene del perfil del votante local. Salir a hablar con los vecinos, en suma. En la mesa de arena, se sabe, todo suele verse bien…