Bahía Blanca | Jueves, 28 de marzo

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¿Quién es el trastornado?

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   ¡Loco! ¡Histérica! ¡Paranoico! ¡Obsesiva! ¡Trastornado! ¡Estás para el chaleco!

   La enumeración podría continuar, pues enfermedades mentales hay muchas, aunque corona la lista “aluvión psiquiátrico”, frase expresada días pasados por un gobernante seguramente sin “mala intención”.

   ¿Por qué la enfermedad mental, cualquiera sea, es empleada para agredir o caricaturizar? ¿Es una cuestión de estigmatización y prejuicio? ¿Es desconocimiento?

   Resulta increíble que en pleno siglo XXI todavía haya en relación con ciertas patologías diversas problemáticas que van desde la estigmatización hasta el tabú, desde el prejuicio hasta la discriminación, y desde el desconocimiento hasta agresión, hacia quienes las padecen.

   ¿Quién está más “loca”? ¿Quién es el trastornado?

   Si bien las disciplinas “Psi”, tales como Psiquiatría, Psicología, Psicopedagogía, llevan años de creación y ejercicio, todos los problemas abordados por tales ciencias siguen siendo observados y hasta catalogados de forma despectiva, peyorativa y hasta demoníaca.

   Mitos, creencias e incluso leyendas giran en torno a las enfermedades mentales, tamaña ignorancia y desconocimiento ocasionan distanciamiento y gran dolor en los padecientes; a su vez las familias también deben lidiar con la situación y a veces también con un sentimiento de vergüenza.

  No fue hasta hace muchos años, que en alguna ocasión “los mayores” nos decían “no lo mires o ignoralo” ante la presencia de una persona con enfermedades mentales, cuando precisamente es la conducta contraria la que debe imperar. Si bien ciertas prácticas culturales se han modificado, el rechazo, la burla, la marginación, los apodos y el bullying, son formas de relación todavía anquilosadas en la sociedad.

   ¡Ni loca, ni histérica, ni obsesivo, ni paranoico! ¡Ni trastornado, ni imbécil!

   Deconstruir “estos adjetivos” provenientes de patologías es el primer paso para desarmar estereotipos; hacer circular el conocimiento sobre los problemas mentales es la vía que permite derribar mitos y creencias dejando atrás la estigmatización y las etiquetas.

   Quienes ocupan lugares de autoridad, espacios de comunicación y de educación, deberían recordar el poder que tienen las palabras; imbécil, idiota son grados de retraso mental; loco, perturbada, ansiosa, son palabras empleadas a la ligera desconociendo el lugar depreciado en el que queda el destinatario.

   En tiempos de coronavirus, todos conocimos la obsesión por el lavado de manos y la desinfección de ambientes, todos nos volvimos paranoicos por el temor al contagio, todos vivimos en una especie de locura e incertidumbre, y seguramente el desafío consista en permanecer sano en una sociedad enferma.

   Una y otra vez me pregunto cuál es el patrón de normalidad, quién define el modelo de lo que es normal. Descalificar al otro empleando conceptos ligados a las enfermedades mentales habla más de quien los dice que de quienes los reciben; en tiempos donde a veces pareciera que la lógica y la razón se extinguen y la solidaridad y lo humano se desvanece, es un acto de grandeza llamarse a silencio y pensar antes de hablar.