Bahía Blanca | Miércoles, 24 de abril

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Inconsistencias en medio de un clima enrarecido…

La columna dominical de Eugenio Paillet, corresponsal de La Nueva. en Casa Rosada.

   Con una frase, un importante funcionario que tiene su despacho fuera del radio de la Casa Rosada blanqueó por si hacía falta las razones de las internas en el gobierno y entre los bandos claramente definidos como “cristinistas” y “albertistas” que enrarecen el clima interno. En medio del “vamos viendo” que el gobierno pareciera aplicar para combatir la pandemia de coronavirus. También de la eterna renegociación de la deuda externa con los tenedores de bonos. Y en tercer lugar, pero no menos grave, mientras se cocina peligrosamente un coctel explosivo entre cuarentena eterna y delincuencia.

   “Nos piden que salgamos a defender al Gobierno, pero muchos no queremos hablar porque el presidente a la mañana dice A y a la tarde o al día siguiente dice B, y quedás pegado en el medio”, clarifica el panorama bajo estricta reserva el funcionario, que es uno de los que el Instituto Patria ha cuestionado por inacción y que también integra el lote de los que figuran a diario en rumores de pasillo como candidato a dejar el sillón antes de fin de año. Si hay que dar por cierto que en algún momento después de lo peor de la pandemia se viene un cambio amplio de gabinete.

   Antes de avanzar habría que coincidir con esa queja velada. El presidente dijo esta semana que no cree en los planes económicos. Pero en febrero había dicho que tenía un plan económico, pero que no lo quería mostrar…

   Vale un repaso de esos problemas que atraviesa el Gobierno. El llamativo aumento de la cantidad de contagiados y fallecidos por la pandemia de los últimos días dio por tierra con los mejores pronósticos de los funcionarios pero también, porque se supone que son a quienes ellos escuchan antes de emitir opinión, de los equipos médicos que asisten a Fernández, Kicillof y Rodríguez Larreta.

   Un caso testigo, una vez más, de ese estado de desconcierto salió de la boca de Ginés González García. “Pensé que íbamos a tener menos contagios después de la cuarentena dura”, dijo el ministro que no es la primera vez que pifia en la materia. La conclusión de esos malpasos no necesitan del apuntalamiento del ministro: cuando se creyó que volviendo a la cuarentena dura el 2 de julio se lograría evitar el pico de casos, todo salió al revés.

   Por eso cada vez más se hace patente que el gobierno “va viendo” a medida que avanza la pandemia. Y da por cierto hoy lo que consideraba errado ayer. O viceversa. El mismo Ginés le echó la culpa el jueves a quienes comieron asado, hicieron mateadas o fiestitas por el pico de casos que el jueves por primera vez superó los seis mil contagiados. Pero ocurre que según los informes oficiales, el gobierno sabe que esa aceleración proviene de los testeos que se hicieron hasta hace quince días. Es decir antes de que se reinstalara la fase uno como (fallida) promesa de salida del túnel.

   Ya hay a estas alturas un nuevo debate no zanjado entre los gobiernos nacional, provincial y de la ciudad, si es que como pronostican Ginés, el bonaerense Gollán y el porteño Quirós si esto sigue así habrá que volver atrás. “El debate es sobre la gente, sobre si esta vez tenemos margen para retroceder, y hay más opiniones por el no que por el sí”, dice un funcionario nacional. Sin ir muy lejos, en la Casa Rosada se esperanzaron con el dato todavía altísimo del 20 % de caída de la economía en mayo. En abril había sido del 26.4 %, la peor caída de la historia. En parte la recuperación se debió a la reapertura de industrias, comercios y otros servicios que venían en picada. ¿Qué pasaría con esos negocios si hay que volver atrás y deben bajar sus persianas a menos de dos semanas de abrirlas? Pregunta temeraria que en los tres gobiernos prefieren no responder.

   La explosiva combinación pandemia más alarmante crecimiento de la inseguridad es otro de los temas en los que el gobierno parece no dar pie con bola. A cambio, se ha sumergido en una furiosa interna entre Sabrina Frederic y Sergio Berni, o entre el secretario de Seguridad bonaerense y los intendentes peronistas del conurbano, que le achacan mucho de circo y poco de lucha contra la ola delictiva.

   Hay un problema no atendido en medio de semejante desparpajo mientras el ciudadano común padece por igual su economía destruida y ahora la amenaza a su vida y sus bienes. Ya en abril, en medio de la alegre suelta de presos que convalidó el gobierno y sus aliados del cristinismo y el progresismo, la interventora del Servicio Penitenciario Federal, Garrigós de Rébori, advirtió al gobierno que una extensión sine die de la cuarentena provocaría un consecuente aumento de la delincuencia. Está pasando, mientras Berni y Frederic se muestran los dientes.

   El irresuelto tema del arreglo de la deuda externa cerraría esa trilogía de inconsistencias. Llamó la atención de observadores del Instituto Patria el casi ruego del presidente ante el Council of Américas, que conduce la demócrata Susan Segal, para que ayuden a la Argentina “a salir de esta postración”. Justo un ruego ante quienes el cristinismo de paladar negro considera los verdaderos “ejes del mal”.

   Justo también después que días atrás el presidente se vanagloriara de su cercanía con el mexicano López Obrador, con el que en soledad buscarían “arreglar el mundo”. Pero AMLO lo dejó solo y voló a Washington para firmar con Donald Trump la extensión del NAFTA con Estados Unidos y Canadá.

   Llovido sobre mojado, el presidente quedó atado a la frase de Martin Guzmán, que se irá apenas cerrado el acuerdo con los bonistas, que hizo ruido interno: justificó la “última de la última” oferta a los acreedores bajo el dudoso argumento de que de lo contrario deberían pagarlo –otra vez-- los jubilados argentinos.