Bahía Blanca | Jueves, 25 de abril

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Paradojas, entre señales de una probable vuelta atrás

La columna dominical de Eugenio Paillet, corresponsal de La Nueva. en Casa Rosada.

Archivo La Nueva. y NA

   Algunas luces de alarma se han encendido en el Gobierno. Ocurre en torno a una situación absolutamente paradojal: mientras el pasado fin de semana se decidió flexibilizar la cuarentena y abrir cada vez más la actividad económica paralizada desde hace 50 días, empezaron a crecer los casos de contagios y fallecimientos en distritos y comprometidos como la ciudad de Buenos Aires y el conurbano bonaerense.

   La pregunta que se impone es si los equipos médicos que asesoran al presidente Alberto Fernández, o los que secundan al gobernador Kicillof y al jefe de gobierno porteño, Rodríguez Larreta, previeron este cambio para peor de la pandemia. O si aquellas flexibilizaciones que se dispusieron al iniciarse la fase cuatro de la cuarentena fueron producto más de la necesidad de darle alguna salida al hartazgo social por el encierro y a los incontables reclamos de los sectores de la producción y el trabajo para salir del ahogo de la economía. 

   Si llegaron, en fin,  producto de la necesidad de no tensar demasiado la cuerda del humor ciudadano o del derrumbe económico. “No estamos para descorchar pero tampoco podemos seguir encerrados”, podría ser la conclusión de uno de aquellos funcionarios que alentaba algún aflojamiento y ahora frunce el ceño. 

   Es decir, se podría convenir, se decidió flexibilizar antes de corroborar efectivamente que la curva de contagios y fallecidos estaba encontrando su techo y porque al presidente, que era un duro defensor de no mover demasiado el tema de las flexibilizaciones y aperturas, no le quedó más remedio.

   La siguiente cuestión que encierra otra paradoja que sorprende al Gobierno y que corroboran en sus miradas otros actores sociales, sindicales y económicos, tiene que ver justamente con aquella apertura paulatina para comercios, industrias y servicios. Se podría resumir en una frase de uno de los funcionarios  que participa de las reuniones semanales en Olivos para monitorear el avance de las medidas para combatir la pandemia: “Hay comercios abiertos, pero la gente no tiene plata para salir a comprar, está gastando lo mínimo para subsistir”. 

   La conclusión en una primera mirada de lo que está ocurriendo y que preocupa al Gobierno es que la tan ansiada recuperación de la economía, que pareció comenzar a cristalizarse con las flexibilizaciones que se decidieron el 10 de mayo, no solo no se visualiza en la práctica sino que al parecer deberá esperar bastante para ser analizada como una política correcta. 

   Con el agravante de que si algo se ha podido observar desde que se decidió la apertura parcial y paulatina de la actividad, es mucha más en las calles y accesos de la ciudad y el conurbano en particular, y en las grandes ciudades como Córdoba, Santa Fe, Rosario y Mar del Plata, pero sin que ese movimiento se haya trasladado de manera automática a una mejoría en la situación de los comercios y en general de la actividad económica que tiene ahora más problemas para pagar sus compromisos de mayo que los que tenía en abril. Ello pese a la monumental emisión del Gobierno para acudir en auxilio de tantos reclamos. 

   El viernes había una mirada coincidente tanto en el Ejecutivo nacional como en los despachos de Kicillof y Larreta, que también expresó el gobernador Schiaretti. Tiene que ver con la posibilidad hoy más cercana que lejana de que haya que dar marcha atrás. Retroceder con las aperturas y flexibilizaciones si se consolida en los hechos que  los efectos de la pandemia están lejísimos de concretarse en tono a una declinación ostensible de la curva de contagios. 

   Alberto, el alcalde porteño y el gobernador bonaerense avisaron con tiempo que, si hay problemas, se volverá al punto de partida. Es decir cuarentena dura y sin flexibilizaciones para todos los ciudadanos. Ese era el sentimiento que anidaba sobre la llegada del fin de semana en algunos de los equipos que asesoran al presidente. Las cifras record de contagiados del jueves y la alarmante situación de la pandemia en las villas de emergencia de la CABA y del GBA, sumado al drama de los geriátricos y ahora la presencia del posible contagio entre asintomáticos, perfilaban el panorama más en esa dirección que en una reafirmación de las aperturas dispuestas hasta ahora.

   En el medio, como podía esperarse, aparecieron los primeros roces entre Kicillof y Larreta. Por lo bajo, aunque ha habido señales en público, empezaron a cruzarse algunos dardos sobre las responsabilidades frente al avance del coronavirus en el Área Metropolitana. 

   Ya es un dato conocido que Larreta suele desgranar quejas en privado por el drama que le provocan los millones de bonaerenses que a diario cruzan la General Paz para trabajar en la ciudad, con el riesgo que ello implica. Kicillof deslizó ahora que también los bonaerenses sufrirían ese riesgo por el tránsito inverso. 

   El presidente, un viejo esgrimista de la política, reflotó en estas horas inciertas una de las gestualidades que mejor maneja, que es buscar enemigos hasta donde no los hay. Dicen quienes lo conocen que mientras espera que Mauricio Macri salga a la luz para hacer blanco en su figura, Alberto dispara contra las segundas líneas, como hizo esta semana con María Eugenia Vidal, aunque también Kicillof, y hasta Ginés González García, salieron a pegarle. Antes el presidente arremetió contra Alfonso Prat Gay, Miguel Pichetto, o sobre el desastre que dejó el gobierno de Cambiemos.  

   Pequeñas miserias que de seguro iban a surgir cuando todo empezara a complicarse.