El Diablo Negro y su otra cara oculta en el deporte bahiense
Además de ser el enmascarado del speedway, Peter Moore fue jugador y árbitro de rugby en los inicios de este deporte en la ciudad.
Por Ricardo Sbrana - [email protected]
(Nota de la edición impresa)
“¿Quién se esconde en ese disfraz negro?”, “¿Quién es el enmascarado?” empezó a preguntarse la gente, cuando a partir de 1956 apareció un piloto vestido de negro, esquivo y enigmático, en la Pista Roja de speedway del club Liniers.
Siempre con mismo uniforme: campera, pantalón, botas y tapabocas al tono. Guantes negros, gafas y un casco que lo mostraban como un personaje salido de algún comic nortemericano. Por ahí le faltó capa, pero no hizo falta: con los años y las carreras también logró “volar” con su moto.
Un día, Peter Francis William Moore decidió que ya no necesitaba ocultar a los padres que era corredor de motos. El público celebró el descubrimiento. Pero lo que pocos supieron fue (es) que el Diablo Negro tuvo una cara (otra cara) pasó casi inadvertida para los fieles de su leyenda y para el deporte bahiense en general.
Antes de subir a la moto y previo a ganar su primer título en 150cc (1957), El Inglés fue jugador de rugby en Pingüinos. No sólo eso: también árbitro de este deporte e intérprete para los jóvenes que comenzaron de manera oficial en 1953. Inclusive formó parte del preseleccionado de la Unión de Rugby del Sur que en 1958 se preparó para su primera participación en el Argentino de mayores.
Jorge y Ricardo Moore, dos de los hijos de Peter, recordaban muy poco del paso de su padre por el rugby. Además, como El Inglés hablaba poco según contaron y a veces hasta en inglés, sólo mantienen en colores las imágenes y anécdotas de su paso por el speedway.
En cambio Fabio Vanoli, uno de los fundadores de Pingüinos, tenía 16 años cuando conoció a Moore en 1952.
“En junio de ese año Avestruces jugó un partido de rugby contra un combinado de marinos llamado Gaviotas, en una antigua cancha de fútbol del club Pacífico. El primer partido del primer equipo que hubo en Bahía. Y fuimos a verlo con un amigo ya fallecido, Duprat. Cuando fuimos a sentarnos en la tribuna de madera, había una sola persona: Peter Moore. Nos presentamos y le contamos que habíamos fundado un club de rugby, que estábamos juntando gente. `Sí, me interesa´, nos dijo con esas pocas palabras”, recordó.
Un perfil del Diablo Negro en el speedway bahiense
Peter, hijo de madre inglesa y de padre argentino, se educó en colegios bilingue. Primario acá y secundario en uno británico en Buenos Aires. De ahí los conocimientos del rugby, que le permitieron estar un paso adelante y ser guía para los jóvenes que querían aprender y jugar.
“Lo citamos para el primer entrenamiento, que en el caso de Pingüinos durante muchos años se llevaron a cabo en la que fue la primera cancha de Sociedad Sportiva (La Coqueta). Vino al primer entrenamiento y luego jugó el primer partido de Pingüinos, contra Avestruces, el 26 de julio de 1952. Jugó espectacular. Yo era segunda línea junto con (Gustavo) Malek y los pilares eran Toco (Roberto) Garat, Peter y Coco (Guillermo) Travi”, recordó Vanoli sobre el triunfo por 11-0.
Moore usaba el rugby para estar en forma a la hora de subir a la moto. Y pasó un tiempo hasta que los propios compañeros de equipo se enteraron que era el Diablo Negro.
“Peter jugó todo el tiempo con nosotros hasta que Pingüinos desapareció allá por el sesenta y pico. Y un día apareció en las carreras de la Pista Roja del club Liniers. ¡Nosotros no sabíamos que corría en motos! Lo había ocultado, hasta que un día alguien nos dijo que era El Diablo Negro. Le preguntamos y nos reconoció que sí. Desde entonces fuimos a verlo siempre y le hacíamos de hinchada en las carreras”, agregó Vanoli, quien luego de ser jugador continuó ligado a comisiones directivas de la Unión de Rugby del Sur.
En cambio, Peter nunca más volvió al rugby.
“Cuando se desvinculó de Pingüinos, desapareció del mapa. Cada tanto me lo encontraba, porque trabajó en la Municipalidad y era quien arreglaba los semáforos de la ciudad. Nos saludábamos... Siempre de pocas palabras, pero muy amable, buen amigo, buen compañero y un tipo comprometido... Y como jugador era excelente: duro como una piedra. Se aguantaba cualquier cosa... Si ligaba, jamás una queja. Excelente jugador, muy comprometido y con un tremendo espíritu de rugby”, concluyó.
Peter Moore falleció a los 75 años, el 25 de junio de 2006. Pero desde mucho antes se ganó un lugar en la historia del deporte bahiense.