Bahía Blanca | Jueves, 25 de abril

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Tormenta casi perfecta

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   La expresión de la crisis es dolorosamente económica, pero la espiral de inestabilidad que hoy nos golpea es profundamente política. De manera que el freno a esta etapa aguda debe provenir de la política, no de la economía. 

   No serán las medidas de los técnicos las que consigan ganar el tiempo que hace falta hasta diciembre para que el país vuelva a tener un gobierno legitimado en un plano de normal continuidad democrática. Serán, en cambio, los gestos y acciones de dos políticos: Mauricio Macri y Alberto Fernández.

   Si Macri se vuelve a equivocar incluso desde lo discursivo, como lo hizo el día después de las elecciones del pasado domingo, puede desatar una riesgosa cadena de sucesos. Si Fernández se deja llevar por su ansiedad o por la ansiedad que seguramente estará presente en su entorno, también.

   El futuro es así de brutal y endeble. Los mercados -que parecen ajenos a la vida cotidiana de las familias, pero deciden en última instancia cuánto habrán de pagar los argentinos por el pan y la leche de sus hijos- desconfían de todo y de todos, aunque increíblemente Macri lo negara en cuanto a sí mismo se refiere y le haya puesto el sayo de esta desconfianza mundial solo a Fernández. 

   El país atraviesa hoy, y lo hará durante los próximos meses, una tormenta casi perfecta. Basta un último soplido para completar su perfección y que, otra vez, los argentinos terminemos arrasados, además de en lo económico, nuevamente, en lo institucional. Por el contrario, si los tiempos se completan, la Argentina habrá superado, tras casi cien años, una prueba de madurez democrática vital para su futuro, sea quien sea el próximo presidente. De esto se trata hoy la principal responsabilidad de quienes aspiran a gobernarnos.