Bahía Blanca | Viernes, 26 de abril

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Cambiemos: crujidos en el patio trasero

La columna dominical de Eugenio Paillet, corresponsal de La Nueva. en Casa Rosada.

Archivo La Nueva.

   Con su optimismo a ultranza sobre los hombros, el gobierno intenta por estas horas minimizar los problemas presentes y probablemente por venir que hoy envuelven a la coalición Cambiemos, y que figuran al tope de las preocupaciones de Mauricio Macri y su mesa chica. Tanto, que por primera vez en todos estos meses en la Casa Rosada reconocen que los crujidos en el oficialismo provocados por los entreveros entre macristas y radicales, de final absolutamente incierto a punto tal que hay aventurados que se interrogan sobre si ambos socios llegarán en esa condición a las elecciones de octubre, empardan a las otras dos obsesiones del presidente.

    Que son claramente, por un lado, la necesidad de enderezar la economía y conseguir que algunos éxitos "macro" que comenzarían a vislumbrarse se trasladen a la percepción del bolsillo ciudadano. Y por el otro, sostener a todo efecto la estrategia volcada a los medios y las redes sociales de plantear que en octubre la rival a vencer será Cristina Fernández, y no una alianza del resto del peronismo . Es decir, se reitera una y otra vez en los laboratorios de Pro, mantener viva la grieta entre el pasado que representa la doctora y el futuro que ofrece Macri. Que estaría a la mano, claro, después de atravesar algunos sobresaltos, en medio de un camino que para el paladar de los más ansiosos dentro del propio oficialismo se está haciendo demasiado largo.

    Detrás del público reconocimiento de Macri sobre el fracaso de sus esfuerzos, que comandó personalmente Marcos Peña, para impedir la ruptura del radicalismo en Córdoba, hay un mar de turbulencias subterráneas que escasamente salieron a la superficie.

    Para empezar, Macri personalmente pareció perder la brújula de ese camino de unidad que planteaba para enfrentar con alguna chance a Juan Schiaretti en las elecciones del próximo 12 de mayo. Primero ordenó volcar todo el apoyo al diputado Mario Negri, que aparecía como la figura adecuada aunque nunca hubo una sola encuesta de las que manejaban que lo diera ganador en una interna frente a Ramón Mestre, el intendente cordobés que no aceptó ser mandoneado por "el porteñismo" y se sabía triunfador en esa eventual pulseada con su correligionario. Finalmente, el presidente habría terminado por sugerirle al propio Negri que se bajara de la postulación, lo cual obviamente y a la luz de los hechos terminó con una negativa rotunda de parte del jefe del Interbloque de Cambiemos en Diputados.

    Los encontronazos entre macristas y radicales ya no tienen solo que ver con el eterno reclamo de los herederos de Alem por obtener más cargos y mayores cuotas de poder en la administración. Macri ya ni siquiera puede jactarse de manejar la relación con el titular de la UCR, el gobernador mendocino Alfredo Cornejo, que lo desairó públicamente cuando aclaró que no se iba a meter en la interna cordobesa ni menos decirle a Negri y Mestre lo que tenían que hacer. Se dirá que Cornejo viene con la sangre en el ojo desde que le negaron ser candidato a vicepresidente en octubre, pero el conflicto desgranó en esos y otros menesteres.

   Un ejemplo: el gobernador de Mendoza nominó como candidato a sucederlo a su correligionario Rodolfo Suárez, intendente capitalino, mientras la Casa Rosada le ofreció su respaldo al macrista y jefe comunal de Lujan de Cuyo, Omar de Marchi. En esa pulseada están, pero desde el radicalismo cuyano no retroceden y dicen que "el único candidato" es Suárez.

    Los macristas de paladar negro no ahorran críticas para sus socios por lo que denominan "una angurria" por el poder y los cargos. Y citan como ejemplo otras dos decisiones que debió tomar el presidente para evitar que todo termine mal mientras las urgencias pasan claramente por aquellos otros dos costados, el de domar la economía y sostener en alto la candidatura de Cristina.

    Macri bendijo a dedo a la senadora radical Silvia Elías de Pérez en Tucumán y dejó en el camino las aspiraciones de José Cano, Domingo Amaya y Alfonso Prat Gay. Y le despejó el camino de la interna en La Rioja al exministro de Defensa, el también radical Julio Martínez, que busca destronar al peronista Sergio Casas, si es que la Corte Suprema le habilita un tercer mandato. "¿Qué más quieren?", se preguntaba con fastidio un ladero de Peña.

   Subyace en todo este entramado que pone a los socios de Cambiemos en un punto de conflicto nunca antes alcanzado, la confidencia de funcionarios que sostienen que lo que también se busca es evitar internas en el patio trasero donde aparezcan bochazos como el triunfo del radical Kroneberger en La Pampa sobre Mac Allister, el preferido de la Casa Rodada. O, lo que sería peor, que cunda la impresión de que "el que pierde no es el candidato local sino Macri", como se plantó en el ambiente luego del fiasco de "Pechi" Quiroga en Neuquén.

    "Tenemos que preservar a Cambiemos, pero a todo Cambiemos", dijo el viernes sin doble sentido un funcionario. La intervención de Elisa Carrió para intentar enderezar el problema en Córdoba, recostada claramente del lado de Negri y con críticas a la posición de Mestre, no sirvió.

    Y ya es un secreto a voces en el macrismo que el ala más rupturista del radicalismo, que encarnan Ricardo Alfonsín, Federico Storani y Enrique Nosiglia, con la curiosa prescindencia de Cornejo y del propio Ernesto Sanz, ha entablado conversaciones con el socialismo santafecino, de hecho hablaron con Miguel Lifschitz y con Margarita Stolbizer, que por si fuese poco exploran una vía de acuerdo con el peronismo alternativo que propone a Roberto Lavagna, a través del cordobés Schiaretti, una tercera opción que avanza más que lo que se cuenta.

    El coctel, explosivo, está servido...