Bahía Blanca | Martes, 16 de abril

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Unieron La Quiaca con Ushuaia en el "Kururú", un Citröen de 1971

Luisina "Luchi" Zitelli y Adtiana Bruselario son entrerrianas y viajan desde hace un año y dos meses. Brindaron talleres de elaboración de papel reciclado y diseño editorial en todo el país.

   Anahí González
   agonzalez@lanueva.com

   Adriana Bruselario coordinaba un taller de percusión en una biblioteca de Paraná (Entre Ríos) y estaba cansada de andar con los tambores a cuestas, o en la bicicleta, por lo que decidió comprarse un Citröen 3CV para transportarlos. Pronto supo que unas aventureras habían  hecho un viaje largo en un vehículo de similares características y se preguntó ¿por qué no intentarlo?

   Enseguida tuvo una cómplice: Luisina "Luchi" Zitelli, una diseñadora gráfica de Paraná, a la que solo le falta la tesis para recibirse como Comunicadora Social.

 

 

   El entusiasmo empezó a crecer y juntas diseñaron un proyecto para lanzarse al camino: Cultura Anfibia.

   "Al principio no sabíamos muy bien por dónde iríamos. Fuimos a Córdoba, cruzamos  a La Rioja y al llegar a La Quiaca dijimos: 'Ya que estamos acá tenemos que llegar hasta Ushuaia'",  contó Adriana, de 34 años.

   Y así lo hicieron. 

   Salieron a la ruta en marzo del año pasado, dispuestas a conocer gente y a brindar talleres de elaboración de papel reciclado,  encuadernación  y diseño editorial, para intercambiar saberes y generar ingresos para solventar la experiencia.

   "Nos sorprendieron los paisajes que tiene nuestro país, la diversidad cultural y lo bien que nos recibía la gente. Estamos muy felices", contó la viajera.

   Al auto lo bautizaron Kururú, que significa sapo en guaraní, idioma originario de la tierra de la que son oriundas. (al Citröen se lo relaciona con las ranas por el parecido de su forma con el animal) 

   "Tuvimos que acomodarlo mecánicamente y también de chapa", dijo.

   "Tenemos un mecánico muy bueno en Paraná, que nos dijo que si lo tratábamos bien y andábamos  despacio, el auto iba  a llegar", contó.

   Durante la travesía durmieron en carpa y usaron Couchsurfing, una red internacional de viajeros que se brindan alojamiento mutuo.

   También realizaron voluntariados en huertas orgánicas  donde aprendían sobre cultivos y trabajaban a cambio de alojamiento y comida. 

 "Ya estamos sintiendo la ansiedad y todo lo que implica la vuelta después de más de un año de viaje. En unos 15 días estaremos otra vez en casa", dijo.

   El auto no las decepcionó.

   "Hay muchos citroneros en Argentina y cada vez que escuchábamos un ruidito los  convocábamos por internet. Nos ayudaron mucho. Hay citroneros que solo se dedican a este tipo de autos. No tuvimos ningún problema grave", contó la viajera.

   "Es un auto que despierta cariño y nostalgia en muchos, es simpático. Eso ayudó mucho también a entablar diálogos y nos abrió puertas", comentó.

   En el camino se vincularon con bibliotecas populares, cooperativas de trabajo y escuelas rurales.

   "Fue hermoso. estamos felices por el viaje y más que nada por la gente que conocimos", dijo.

   Entre miles de anécdotas hay una que no olvidarán.

   "Habíamos hecho muchos kilómetros y llegamos a la tardecita a una ruta de ripio, que une Mendoza con Neuquén, en Lago Malargüe. Había estado lloviendo mucho y el camino estaba detonado. No se podía pasar: o volvíamos o acampábamos", recordó.

   "Había gente empantanada pero algunas 4 x 4 se estaban animando. Dijimos: '¡El Kururu tiene que pasar! Tomamos coraje y pasamos. La gente vitoreaba: ¡Kururú! ¡Kururú!".

   El auto se hundió bastante pero salió airoso de la dificultad.

   En Ushuaia estuvieron 20 días y allí programaron el regreso. No olvidarán el día que la gente vitoreó al Kururú, por pasar por un camino de ripio que estaba anegado por las lluvias.

   De Sierra de la Ventana , donde están ahora, partirán a Trenquelauquen, Chañar Ladeado (Santa Fe), luego  a visitar a las viajeras que las inspiraron y ¡a casa!