Bahía Blanca | Viernes, 26 de abril

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Marina, una enfermera que lleva 30 años al cuidado de los más chiquitos

Es bahiense y trabaja en la Terapia Intensiva Infantil del Hospital Penna.

Fotos: Rodrigo García-La Nueva.

Por Belén Uriarte/ buriarte@lanueva.com

   Recorre pasillos, atraviesa varias puertas, baja al subsuelo y camina hasta el sector de Terapia Intensiva Infantil. Ahí se detiene. Se pone su camisa blanca, saluda a sus compañeras y empieza el desfile de termómetros, jeringas y estetoscopios.

   La escena se repite desde hace tres décadas y tiene como protagonista a Marina Madueño, una enfermera bahiense de 53 años que dedicó su vida al cuidado de los más chiquitos.

   En sus 33 años de vocación —los 3 primeros trabajó con adultos— vio lo que pocos se animan a ver: enfermedad, abuso, violencia y muerte. Sufrió el dolor por las camas vacías y la impotencia por lo injusto. Pero también compartió la dicha de aquellos chicos —la mayoría— que pudieron volver a su hogar.

   Para Marina, verlos de alta es su mayor satisfacción. Recuerda tantas despedidas, tantas sensaciones, tantas caras.

   Como la de aquel bebé de 6 meses que se repuso de una leucemia y 24 años después, hecho todo un hombre, se acercó y le dijo: "¿Sabés qué tengo guardado?, el sonajero que vos me regalaste".

   Marina terminó la secundaria y decidió estudiar Enfermería, animada por la acción de Cruz Roja. En los 3 años de carrera encontró su pasión y desde entonces no se separó del hospital: pasó por el Privado del Sur y actualmente trabaja en el Penna y en el Italiano.

   Aunque aprendió en todos lados, destaca la experiencia que adquirió en el ámbito público y la labor del Penna, donde hace más de 25 años se conformó la primera Terapia Intensiva Infantil.

   —Para Pediatría es muy difícil conseguir personal, tanto enfermeras, médicos como personal de limpieza, porque no a todos les gusta ver al niño enfermo y grave.

   Marina, que es la encargada del servicio de Terapia Intensiva Infantil del Penna, cuenta que lo más duro de la profesión es enfrentar la muerte y que, si bien las creencias y el apoyo del grupo médico ayuda, no hay una preparación previa.

   —No te preparás, nadie está preparado para la muerte de uno, ni de un familiar y menos de un chico. Lo vas haciendo día a día y las familias, los padres, los mismos pacientes inconscientemente te preparan —explica.

   Ella no acude al psicólogo de forma particular y tampoco recibe asistencia en el hospital. Cuenta que una vez llevaron a un profesional, pero no funcionó.

   —No tenemos todo resuelto, pero lo sobrellevamos porque no hay otra salida. El grupo de Pediatría, aunque parezca loco, tiene muy bajo índice de carpetas psiquiátricas comparado con el resto de los servicios. Todos nos dicen "¿cómo pueden manejarse?" —Marina se encoge de hombros— Nos mantenemos, porque nos gusta lo que hacemos, nos gusta proteger.

   Además de enfermera, Marina es mamá: tiene 4 hijos, ya grandes.

   —¿Cómo hiciste con la profesión cuando eran chicos?

   —Lo hice —dice sin encontrar otra explicación.

   Las enfermeras del Penna tienen 4 o 5 francos al mes —solo uno cae fin de semana — y turnos rotativos de 6 horas. Pero nunca son exactamente 6 horas.

   —Cuando tenés muchas urgencias te vas a tu casa pensando "¿hice todo? ¿dejé todo?". Y llamás y decís "me faltó esto, fijate". Vos cerrás la puerta y no termina ahí… Después llegás a tu casa y tenés que preocuparte por lo de tu familia. Tal vez podés descansar 4 horas —dice y se ríe.

   Marina sabe que la tarea requiere sacrificio, pero las fotos de chicos recuperados, los mensajes en las redes sociales de papás agradecidos y los saludos que nunca faltan en las fechas importantes, le recuerdan que no es en vano.

   El servicio de Terapia Intensiva Infantil del Penna cuenta con 8 camas. Todas están ocupadas y algunos pacientes fueron derivados a Buenos Aires.

   Marina cuenta que no hay presupuesto para ampliar porque no hay recurso humano y asegura que se necesitan varias cosas para una mejor atención.

   —Falta un equipo de psicología y de asistentes sociales más fuerte, porque los equipos que hay no dan abasto. También médicos, lugar físico y equipamiento. Bahía Blanca ya necesitaría un Hospital de Niños, porque hay mucha demanda.

   Y hace hincapié en las enfermeras.

   —Siempre se necesitan. La enfermera no se dedica a una tarea específica, sino a muchas cosas, es fundamental. Y por eso el trabajo tiene que ser más reconocido.

   En diciembre Marina va a dejar la enfermería. Pudo haberlo hecho mucho tiempo antes —se necesitan 25 años de aporte y 50 de edad—, pero decidió seguir un poco más.

   —Para mí, entré a trabajar ayer. No es que me costó llegar o que estoy contando los días. Es muy difícil retirarme, pero lo tengo que hacer porque mi tiempo está cumplido. Tengo que dar un paso al costado y disfrutar de otras cosas.

   De los nietos, de los cursos que le quedaron pendientes y de los viajes. De eso quiere disfrutar Marina desde el próximo año, cuando la vida la encuentre lejos de aquellos termómetros, jeringas y estetoscopios que la acompañaron durante 30 años.

La elegida

   Valeria Herlein es bahiense, enfermera y madre de dos chicos. Tiene 33 años y una gran experiencia: trabajó en el Hospital Raúl Matera, pasó por el Privado del Sur y finalmente llegó al Penna, donde la enfermedad de uno de sus hijos la hizo vivir una experiencia distinta.

   —Mi hijo tuvo leucemia, pero ya está curado. Él hizo el tratamiento con el médico [Horacio] Caferri. Me sirvió tener conocimientos para afrontar más tranquila ciertas cosas que le pasaban, pero después lo sufrí como madre. Con él era madre, no enfermera.

   A Valeria, que lleva una década en el servicio y será la encargada de reemplazar a Marina en su cargo, le encanta trabajar con chicos.

   —Siempre buscamos los medios para llegar al chico a través del juego, del cariño. Muchas veces hacemos de madres ahí adentro porque en el horario de visitas están con sus padres, pero después quedan con nosotras mientras están despiertos —cuenta Valeria, quien de pequeña jugaba a curar a sus muñecas.

  Para ella lo más lindo de la profesión es ver cómo el paciente se va recuperando y lo más feo, el momento en que un chico pierde su vida o queda con una discapacidad grande. Pero en cuanto a tareas no tiene preferencias.

   —Cuando uno elige esta profesión sabe lo que tiene que hacer. Así que te tiene que gustar todo, porque si hay algo que no te gusta no podés hacerlo.

   Valeria vive a las corridas. Cuando está en el turno mañana se levanta a las 5 para llegar a las 6 al hospital, donde trabaja hasta las 12. Después vuelve a su casa y atiende a sus dos chicos. Y si le queda un rato, aprovecha y va a zumba para desconectarse.

   Pero no reniega de eso.

   —Nunca pensé en dejar la profesión porque me aferro a las situaciones buenas, no a las malas. Cuando me toca vivir cosas malas me afecta, pero siempre rescato a los otros chicos, los que pueden salir adelante. Esa es nuestra fuerza.

Juventud y sacrificio

   Silvia Castro (25), Mariela Maldonado (29), Emilce Torres (25) y Paola López (30) trabajan con Marina en la Terapia Intensiva Infantil del Penna.

   Mariela y Silvia son bahienses y confiesan que viajar es su cable a tierra. Emilce y Paola son de Punta Alta y tienen un hijo cada una. Pero hay algo que las une a todas: las cuatro son enfermeras y aseguran que no se ven haciendo otra cosa.

   —Hay que trabajar a conciencia, con el compromiso y la responsabilidad que asumís cuando empezás. Y siempre teniendo presente que estás ante una persona que siente, que sufre y que necesita de vos en ese momento —dice Silvia.

   Ella lleva 4 años ejerciendo esta profesión y cuenta que el comienzo fue duro: le costaba llegar a su casa y desprenderse del hospital. Hoy lo ve de otra forma.

   —Llega un momento en que ya no depende todo de vos y hay que quedarse con la satisfacción de que se hizo todo lo posible.

   Mariela también empezó a trabajar hace 4 años y el inicio fue similar.

  —Los primeros días llegué llorando a casa y no sabía cómo hacer. Se me cruzaban un montón de cosas por la cabeza.

  Pero con el tiempo descubrió que la enfermería la ayudaba. Y mucho.

   —Ser enfermera me ayudó en todo, a ser más fuerte y a crecer como persona. No se puede explicar con palabras el amor que se siente hacia un paciente, la fuerza que le pone para salir adelante y la satisfacción que te da verlo irse a su casa.

De izquiera a derecha: Paola, Emilce, Valeria, Marina, Mariela y Silvia

  Paola siente la misma satisfacción, aunque su arranque fue distinto: eligió Enfermería porque era una carrera corta y en el camino descubrió que realmente le gustaba.

   Como el resto de sus compañeras, empezó a ejercer de joven y su vida social fue cambiando.

   —Con esta profesión vivís al revés —dice y se ríe—. Estás mucho tiempo de noche y empezás a aislarte. Sos joven, querés salir, ir con tus amigos, pero es el laburo, es lo que te gusta y valen los sacrificios. Para todo esto tenés que hacer un sacrificio: decir no, ponerte los guantes y salir.

   Paola muchas veces aprovecha los más de 25 kilómetros que separan a Punta Alta del Penna para descansar en el colectivo. Porque además del hospital tiene otro trabajo, un hijo, una familia.

   Son sacrificios que dan placeres. Así también lo siente Emilce, que de chica decía que quería ser "femera" y de grande optó por el cuidado de los más chicos. Se siente feliz por su decisión, aunque representa todo un desafío.

   —El adulto por ahí entiende cuando vos le decís 'bueno, te pincho acá, relajate y listo'. El nene no; tiene miedo. A veces uno llega con el uniforme y gritan o lloran, no quieren saber nada. Pero con los dibujitos, con el tele, con la pintura uno se acerca.

   Ella, al igual que Silvia y Mariela, estudió en el Penna, donde funciona una escuela de Enfermería a la que también concurren alumnos de Medicina de la Universidad Nacional del Sur.

   Emilce asegura que ver nenes indefensos, en una cama y luchando por sus vidas hace que todo tenga otro sentido.

   —Te lleva a replantearte muchas cosas. En mi casa me dicen "me pasó esto, me pasó lo otro". Y respondo "bueno, eso no es nada: hay cosas peores; peor es el que está internado". Y me miran.

   Decidir ser enfermera no es fácil. Y por eso les deja un mensaje a los futuros y actuales estudiantes.

   —Háganlo si realmente sienten hacerlo, no por una salida laboral. Piensen que tienen una vida en sus manos, tienen a alguien a quien cuidar y uno no puede estar con la cabeza volada. Tienen que estar seguros de que quieren hacerlo.