Bahía Blanca | Viernes, 03 de mayo

Bahía Blanca | Viernes, 03 de mayo

Bahía Blanca | Viernes, 03 de mayo

Un personaje padre que se llama Mauro

Tiene 32 años, es brasileño y se ordenó sacerdote en Bahía Blanca. Ama el fútbol y el carnaval. En las misas hace chistes: le pone color a la liturgia católica local. Belén Uriarte / buriarte@lanueva.com

-Mi primer grupo religioso fue el coro. Pero como yo desafinaba, el cura me echó –dice.

-Cuando vi al sacerdote con su sotana, me paré y dije: “¡Uy! Imagínense yo ahí”. Pero después pensé: “No, yo soy payaso” –dice.

-Esta semana jugamos un partido contra Don Bosco. Uh, Dios... ganar sería un milagro –dice.

El que dice se llama Mauro. Mauro María Henrique Cantanhede Ferreira. Tiene 32 años, el pelo con rulitos, la tez morena. Es brasileño. Ama el carnaval y el fútbol. Y es cura: se ordenó en Bahía Blanca hace un año.

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El papá de Mauro lo dejó cuando era chico. Vivían en Belém, la décima ciudad más grande del país, ubicada al norte, en la desembocadura del río Amazonas. Mucha gente le tendió una mano a su mamá, que era pobre.

Tenía 15 años cuando pensó por primera vez en ser sacerdote. Ya iba al seminario pero no por vocación, sino por la canchita de fútbol que había en el lugar. Es hincha de Palmeiras, Botafogo y Clube do Remo en Brasil y acá, de Boca y Olimpo. Su pasión por la pelota sigue intacta: juega con los chicos de San Roque un minitorneo y en cada sermón recurre al deporte para llegar especialmente a los más chicos.

En plena misa en la iglesia de San Cayetano, Mauro le canta el feliz cumpleaños a uno de los presentes y les dice a los demás fieles:

-Él es del mejor equipo, Boca Juniors, y los invita a todos a compartir un helado.

-Boca no: ¡River! -grita un chico desde la primera fila.

-No, ¡River está bajo! -responde el cura. Y se ríen todos. (Menos los de River.)

Cuando llegó la carta confirmando el ingreso al seminario, a sus familiares y amigos de Mauro no les cayó bien. Pero él no desistió. Trabajó duro como administrativo en una empresa, pudo comprarle una casa a su mamá y luego fue a buscar su realización, “contra todo y todos” para devolver, de cierta manera, lo recibido.

-Puedo ayudar no sólo con lo material: también con una sonrisa, un apretón de manos, un chiste, una escucha. Porque, como el Señor, estamos para servir y no para ser servidos –dice, con su boina y lentes negros, siempre gesticulando.

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En Brasil estudió filosofía e hizo el noviciado para conocer la vida de su congregación, la de los padres barnabitas. Luego cursó teología en Chile y el 29 de diciembre del 2012 se ordenó en la parroquia San Roque, acá en Bahía.

Mauro pide alejarse de los fariseos de nuestro tiempo, esos que “viven de apariencias y critican a los que tienen ganas de hacer”, mientras a la liturgia católica local le pone toques del color que aprendió en las desestructuradas misas brasileñas.

-Acá a veces te miran como diciendo “A este le patina” o “Le faltan jugadores”, pero uno no tiene que dar bolilla. Brasil es un país conocido por la alegría... por eso yo soy serio –dice.

A la vez reconoce que sus formas le han traído problemas, por cierta “información deformada que le llega al obispo y que puede desembocar en una injusticia”.

Pero Mauro cree en lo que hace: cree que la falta de contagio aleja a los fieles. Y él se dedica a contagiar.