Zwi Migdal, la mafia polaca que dejó su sello en Argentina
LAURA GREGORIETTI
"La Nueva Provincia"
Kazrilev, Polonia, 1926.
Dina le anuncia a su madre que no se casará aún porque quiere seguir estudiando y su padre apoya esa decisión. La madre, furiosa, la amenaza: "¡vos vas a terminar en Buenos Aires!
Poco después, el vaticinio materno comienza a cumplirse: Dina es violada por un compañero de estudios. Este hecho trae vergüenza a la familia y el desprecio de quienes la conocen.
Es entonces que aparece un hombre que llega desde la Argentina buscando una novia para casarse. El periplo de Dina en una tierra lejana y desconocida, estaba apenas por comenzar.
***
Elsa Drucaroff es escritora, ensayista, investigadora y docente de amplia trayectoria.
El pasado viernes presentó en nuestra ciudad la reedición de su exitosa novela El infierno prometido. Una prostituta de la Zwi Migdal, un libro que reconoce "le ha brindado muchos placeres y la oportunidad de llevarlo a varios lugares".
Allí describe de qué manera la Zwi Migdal explotaba sexualmente a miles de "polaquitas" en la Argentina. Su "central de operaciones" se encontraba en Córdoba 3280, un lujoso palacete de mármol, con dos plantas, sinagoga, jardín, salón de fiestas, bar y sala de velatorios, entre otras dependencias, que años después sería demolido.
Allí también se hacían subastas de "carne humana": las mujeres eran exhibidas desnudas y vendidas al mejor postor.
Para muchos, esta famosa institución que respondía al mote de "mutual", ocupa sin dudas un lugar imborrable en la historia criminal de la argentina del siglo pasado.
Otros aún hoy desconocen su existencia.
Lo cierto es que la organización de tratantes de blancas y proxenetas de origen polaco encontró en esa Buenos Aires conocida como la "París de Sudamérica" una tierra rentable, fértil y casi virgen para sus negocios. Algo así como la bíblica "tierra prometida".
En la piel de Dina, Drucaroff enfoca y describe a modo de novela, las humillaciones a las que eran sometidas estas jóvenes de entre 16 y 22 años por sus coterráneos en los burdeles de nuestro país, a veces, hasta por "madamas" que una vez supieron estar "del otro lado".
En su mayoría, huían de la discriminación, la miseria y el antisemitismo que sufrían en su propia nación desde comienzos del siglo pasado y si bien algunas sabían de su destino al momento de viajar, otras eran engañadas con falsas promesas de matrimonio.
***
"El infierno prometido... es una novela que tuvo un periplo muy lindo, se vendió mucho y sobretodo llamó la atención en el exterior. Ahora me enteré que por estos días se publicará en Polonia", cuenta Elsa, vía telefónica, en una charla previa a su viaje a nuestra ciudad.
Explica que su novela es una historia de discriminación, miseria y marginación sobre un grupo de cafishios judíos que se aprovecharon de la miseria de sus "hermanas" para conformar una red de esclavitud "con la impunidad y el aval de varios poderes de nuestro país".
"Eran tiempos en los cuales la falta de derechos políticos en la que vivían los judíos en Polonia, la miseria y el antisemitismo resultaban muy notorios".
En el libro, de literatura histórica, la escritora conjuga vidas y personajes imaginarios, ficcionales, pero en un escenario y tiempo real.
"Aparecen personajes que existieron pero en situaciones que yo imaginé. Por ejemplo, hay uno inspirado en Roberto Arlt, pero es una anécdota de su vida que nunca ocurrió".
Jugar con esa verosimilitud para dar la impresión de que está contando algo que si alguna vez pasó, nunca se supo, resulta uno de sus placeres a la hora de escribir.
"Soy muy obsesiva con eso, muy detallista. Por ejemplo, la historia transcurre efectivamente en el año en que Arlt trabajó como notero de policiales en el diario "Crítica". Todo hilado con los hechos reales, pero sin olvidar que es ficción".
Por esos días, los prostíbulos generaban ganancias impensadas: los impuestos que pagaban representaban más del 20 por ciento de los ingresos de algunas ciudades. Un negocio redondo, sin fisuras y perfectamente legal.
Según consta en diversos medios, la mafia de "la Zwi" operó desde 1860 hasta 1939 y llegó a tener más de 500 miembros sólo en la Argentina y algunas ciudades del interior, incluyendo Bahía Blanca (ver aparte).
Las ramificaciones alcanzaron a países como Brasil, Estados Unidos (Nueva York), Sudafrica, India, China y por supuesto, Polonia. En los años '20 la organización ya regenteaba cerca de 2.000 burdeles y 4.000 mujeres en la Argentina.
***
Si bien todas las colectividades que se instalaban en nuestro país traían a sus prostitutas, los judíos polacos proveían de mujeres a los obreros e inmigrantes y a una incipiente clase media que crecía al ritmo del desarrollo industrial argentino.
Mientras en la Zwi Migdal se nucleaban todos los judíos de origen polaco, los rusos y rumanos hacía lo propio en la Sociedad Israelita de Socorros Mutuos Askenazum. En tanto, los franceses, que tenían una red de trata más poderosa, proveían prostitutas a la clase dominante.
Pero la colectividad judía tomó una posición muy enérgica de repudio frente a sus cafishios.
"Lo hicieron porque tenían miedo al antisemitismo. Encontraron por fin un país donde tenían derechos políticos y tenían terror de que les hicieran perderlos".
Para prevenir esta situación las entidades judías resolvieron marginar a quienes se dedicaran a la prostitución. Los tmeim (impuros), como se llamó a los proxenetas y tratantes de blancas, tuvieron la entrada prohibida en los lugares de reunión y esparcimiento comunitarios, entre ellos los templos y los cementerios.
"Entonces los cafishios se juntaron y armaron una mutual de inmigrantes completamente legal. Lo que no pusieron ni informaron en ninguna cláusula era la profesión de estos señores!".
***
Las "polaquitas" atendían un promedio de entre 50 y 70 hombres por día, de 4 de la tarde a 4 de la mañana.
El Chorizo, Las Esclavas, Gato Negro, Marita, Las Perras, eran algunos de los prostíbulos de la asociación que estaban enclavados en la "zona roja", con epicentro en las calles Lavalle y Junín de Buenos Aires.
Para aguantar tremenda jornada sexual, Elsa asegura que recurrían a la cocaína.
"Uso esta droga en la novela porque en ese momento era totalmente legal, no estaba bien visto tomarla como hoy tampoco el alcohol, pero circulaba muchísimo por los bajos mundos como los del tango. Además, si bien no encontré testimonios de droga en los prostíbulos polacos, no me imagino otro modo posible de que pudieran mantener ese ritmo de trabajo".
El mito dice que los cafishios que iban a Polonia a buscar "candidatas" se hacían pasar por novios de buen pasar y deseosos de encontrar una mujer con la que pudieran compartir su vida.
"Yo trabajé con la idea del engaño del hombre a la joven inocente, de todas formas tratando de ser más crítica, también hay que admitir que Buenos Aires era un centro de trata de esclavas y de prostitución muy reconocido --el segundo después de El Cairo-- y muchas llegaron sabiendo perfectamente de qué iban a trabajar".
La estructura mafiosa de la Zwi Migdal era sostenida además por policías corruptos, políticos, jueces "amigos", médicos que firmaban las libretas de salud y, la Iglesia.
"La historiadora norteamericana Donna Guy, autora de un libro sobre la prostitución en la Argentina de esa época llamado El sexo peligroso, analiza muy bien la complicidad del poder político argentino y la ideología católica que planteaba la prostitución como un modo de salvaguardar la moral de los buenos".
Por esos años el catolicismo ostentaba un planteo de tolerancia muy abierto a la prostitución con el sólo objetivo de "proteger la moral de las chicas buenas".
"Hay una frase de Tomás de Aquino muy ejemplificante que resume esa actitud: `los prostíbulos son a una sociedad, como la cloaca a un palacio. Eliminar las cloacas era entonces infectar un palacio".
***
En su libro El camino de Buenos Aires (1927) el periodista francés Albert Londres (Albert London) relata el nivel de explotación "repugnante" que vivían las "polaquitas" en nuestro país.
"Cuenta en su libro que atendían hasta 70 hombres por día, pero quiero pensar que exageró... Puede ser que en 10 horas brindaran sus servicios a 60 hombres, en turnos de 15 minutos cada uno, pero no más. Además, relata que era muy común que en cinco años las vaginas de estas mujeres quedaran inservibles, sin dudas esos prostíbulos eran fábricas a destajo".
Pero, el 27 de septiembre de 1930, la historia cambió.
"En mi libro yo lo menciono al pasar, pero el testimonio de Raquel Liberman, una polaquita que a los 18 años había sido traída de la ciudad de Lodz marcó el principio del fin".
Ese día la Justicia dictó la prisión de 108 rufianes de la "Zwi" (el resto logró escapar). Pero, un año después liberaron a casi todos. Algunos fueron deportados a Uruguay, pero de a poco y con los años volvieron a la Argentina como si nada hubiera pasado.
Sin duda una historia conocida para un país como el nuestro cuya justicia muchas veces sabe y sabrá a "injusta".
* Bibliografía: "Tierra de Rufianes" (Sidus); Clarín (Eduardo Parise); Wikipedia; "La Zwi Migdal. Para una memoria de la vergüenza argentina" (Segundas Jornadas Interdisciplinarias del Sudoeste Bonaerense - UNS 2003).
Bahía, punto de encuentro.
El mercado de la prostitución fue muy fuerte en una ciudad como Bahía Blanca que crecía al ritmo de la inmigración. Hasta aquí trae la organización a trabajar a la desolada Cosia Zeilon y donde se oculta el rufián León Norvik. Además, se hablaba de alguien muy poderoso, el "rey de los burdeles de Bahía", Kloter Leille, que habría pertenecido a la Zwi Migdal y que poseería 20 casas aquí, en Juárez, Gonzales Chaves, Tres Arroyos y Olavarría. También se mencionaba a Samuel Rosenzweig y a Achiel Moustowsky, que operaban en la zona y la ciudad.
Cuestión de nombre.
La originalmente "Sociedad Israelita de Socorros Mutuos Varsovia" tuvo que cambiar su nombre a Zwi Migdal el 7 de mayo de 1906 a raíz de la queja del embajador polaco ante las autoridades argentinas por el uso de la palabra "Varsovia". Entonces la asociación cambió su nombre a "Zwi Migdal" en honor a uno de sus fundadores, Luis (en ydish Zwi) Migdal. Otros afirman que la expresión remite a una palabra, también en ydish, que significa "gran fuerza".
En primera persona.
Elsa Drucaroff es escritora, ensayista, periodista, investigadora y docente.
Judía por parte de padre, su apellido es de origen ucraniano, judío askenazi.
Presentó el libro de la Zwi Migdal en el Festival de Cultura Judía de Cracovia invitada por la Judaica Foundation y en nueve universidades de los Estados Unidos: Berkely, Stanford y la University of Southern California, entre otras. Este año un productor de cine compró los derechos para llevar la novela al cine.
Publicó las novelas La patria de las mujeres, Conspiración contra Güemes y los cuentos Leyenda erótica (Eloísa Cartonera). Tuvo a cargo la dirección del tomo II de la Historia Crítica de la Literatura Argentina.
Y además de numerosos artículos especializados en revistas académicas nacionales y extranjeras, también publicó dos ensayos: Mijail Bajtín, la guerra de las culturas y Roberto Arlt, profeta del miedo.
Actualmente trabaja en un ensayo sobre narrativa argentina contemporánea para Emecé y este año Editorial Norma publicará una novela, La última investigación de Rodolfo Walsh.
"Siendo hija de padre judío me da un poco de vergüenza hablar sobre estas atrocidades, más después de la invasión a Gaza en donde los judíos han pasado a ser victimarios". Sí que aprendieron la lección, pero la aprendieron como lo hacen los niños golpeados que luego se vuelven golpeadores, es muy triste".