"Jamás se comprobó un robo de bebé en un supermercado"
La pérdida o desaparición de niños es, desde tiempos inmemoriales, una de las mayores causas de angustia de las personas adultas.
Quizás nada atemorice más a un padre o una madre que la posibilidad --en estos tiempos tal vez más latente que nunca-- de que "algo malo" pueda llegar sucederle a un hijo.
La prevención de ciertas situaciones acaso sea un ámbito de casi exclusiva competencia hogareña.
A cada casa le corresponde enseñar a sus integrantes qué detalles se deben cuidar para volver "sanos y salvos" al seno familiar cada vez que se sale de su abrigo.
Conocer el camino de regreso, manejarse adecuadamente en medios de transporte, memorizar teléfonos y direcciones o no brindar confianza a personas extrañas cuando se está en la calle son recomendaciones tan usuales como convenientes y necesarias.
Pero ¿qué sucede cuando, algo falla, y un chico, simplemente, desaparece?
El sentido común indica que cuando esta fatalidad llega, a ningún padre del mundo le alcanza con avisar a la policía para que lo busque y luego sentarse a esperarlo.
Acaso así se encuentre la razón de existencia de Missing Children Argentina (o "Chicos perdidos", según su nombre castellano) una organización que, dentro de los actos por el primer año de actividad de la Red Solidaria en Bahía Blanca, ayer desembarcó en nuestro medio.
Sus orígenes se ubican en los Estados Unidos y se remontan al año 1984.
Obedeció a una iniciativa de una familia cuyo hijo se perdió y apareció muerto.
El impulso de padres doloridos sirvió para crear un centro único de registro de chicos perdidos.
En 1998, al notar que ante similares problemáticas, en nuestro país no se contaba con alguna organización similar, Juan Carr --creador de la Red Solidaria-- pidió a una amiga información respecto al tratamiento de este tema en Estados Unidos.
Esa persona es Susan Murray, quien por espacio de 10 años vivió en aquel país.
Ella fue la encargada de recabar datos y experiencia y, finalmente, de entablar un sólido contacto con Missing Children International, entidad de cuyo directorio llegó a formar parte.
Hoy, si bien existen sólidas conexiones entre la sede original de la institución y su filial argentina, ambas son organismos independientes que colaboran mutuamente en el intercambio de experiencias e información, pero que no mantienen ninguna otra subsidiariedad.
Durante una reunión desarrollada por la tarde en los salones del Patronato de la Infancia, la titular de la entidad, presentó la actividad que llevan a cabo y brindó otros detalles sobre los alcances de esta organización que eligió a Bahía Blanca como primer punto del país (fuera de Buenos Aires) para comenzar extender su accionar.
Antes de eso, la visitante había concedido una amplia entrevista a "La Nueva Provincia", cuyos tramos más salientes se reproducen a continuación.
Bahía Blanca, primera escala
--¿Por qué a nuestra ciudad para abrir la primera oficina de Missing Children fuera de Buenos Aires?
--Si bien recibimos denuncias y atendimos casos de distintos puntos del país, casi puede decirse que fue la ciudad la que nos eligió a nosotros. Nunca olvidaremos que uno de los primeros casos que ayudamos a resolver fue el de un chico de Azul que fue hallado aquí; pero en este caso, todo surgió como respuesta a una inquietud de un concejal bahiense interesado en emular una idea que en Buenos Aires nos trajo algunos buenos resultados: la de reproducir fotografías de chicos perdidos en las boletas por servicio de energía eléctrica. Gracias a ese método, no hace mucho, fue posible el hallazgo de tres niños que estaban desaparecidos. En tono de broma, algunos medios dijeron que fue uno de los pocos casos en los que la llegada de la factura de luz constituyó una buena noticia para un hogar.
--Concretamente ¿qué se hará al respecto en nuestra ciudad?
--A partir del ofrecimiento municipal, llegamos a la conclusión que si a todos los domicilios de Bahía Blanca llegaba una fotografía de un chico buscado, era mucho más conveniente que a su lado apareciera un número de teléfono local para acercar cualquier información. Como somos parte de la Red Solidaria, nos pareció que entre sus referentes bahienses, podría haber voluntarios para cumplir esta misión.
--¿Pondrán énfasis en los casos relacionados con nuestra ciudad?
--La idea es concentrarnos en chicos perdidos de Bahía Blanca y la zonas aledañas, pero no descartamos nada. Resulta sorprendente comprobar cuánto puede viajar un niño extraviado. A medida que esta idea se vaya expandiendo por todo el país, quizás vayamos publicando en otras partes, para incrementar la posibilidad de hallazgo. De todas maneras, tenemos claro que nunca resulta beneficioso incluir más de dos fotografías por boleta, así se permite una mayor fijación de los rostros y evitar confusiones.
--¿Buscar chicos perdidos se parece más a asistir padres en un parto complicado, en el que existen muchas posibilidades de llegar a un feliz término, o a tratar de juntar sopa con un tenedor?
--A veces una cosa, a veces la otra. Las estadísticas de las que disponemos se basan únicamente en las llamadas que recibimos nosotros ya que no existe un ente que reúna todas las denuncias de chicos perdidos y señalan que hasta aquí hemos tenido un 89 por ciento de efectividad: sobre 995 casos que atendimos, 110 están sin resolver y 19 corresponden a niños que lamentablemente aparecieron muertos.
De la angustia a la emoción.
--Específicamente ¿cómo ayudan a los padres que se acercan a ustedes?
--Primero, tratamos de brindarles una contención que tal vez no encuentren en otros organismos intervinientes en búsquedas como ser la policía o los juzgados. Después, les aportamos ideas para que puedan colaborar en la búsqueda. Digamos que ofrecemos herramientas para que venzan al sentimiento de impotencia que los embarga ante una situación de esta naturaleza.
"Digamos que nuestros voluntarios se exponen a un constante tránsito entre la angustia y la emoción. La experiencia nos va demostrando que quizás nos resulte más beneficioso intentar mantener una situación más objetiva".
--¿Por qué?
--Porque en situaciones desesperantes, a veces no sirve sumar más nervios o histeria, sino tener la capacidad de mantener la mente tranquila para tratar de ayudar. En ocasiones, los mismos padres van contando cosas que pueden dar pie a nuevas formas de búsqueda. Lo cierto es que vamos aprendiendo de la propia experiencia y esta nos va demostrando que suelen aparecer algunos patrones que, debidamente descifrados, sirven para alentar resultados.
--¿Se puede hablar de una fórmula a aplicar para encontrar un chico perdido?
--No, no hay fórmulas cuando lo que prima es la angustia y la desesperación. Apenas si ayuda un poco el acopio de experiencias anteriores, como por ejemplo cómo hacer un afiche para pegar en la calle. A eso, debemos sumarle que nuestros voluntarios reciben capacitación para colaborar con padres en este estado y, como organización, procuramos tener la mayor llegada posible a los medios de comunicación. Los números comprueban que esta es la mayor ayuda que se puede disponer para buscar a un chico perdido.
--¿Más que colocar una fotografía en una tasa municipal?
--Muchísimo más. En el tema que nos ocupa no se puede desestimar ningún tipo de ayuda y gracias a lo de las boletas de Edesur, se encontraron tres chicos, lo cual es mucho. Pero el 75 por ciento de los hallazgos se debe a que alguien ve una fotografía por televisión o en un diario, reconoce a un chico extraviado y avisa. A veces, para un padre es dificultoso tener acceso a un medio, por eso tratamos de ayudarlo.
--¿Tienen alguna relación con organismos judiciales?
--Ultimamente, a partir de la difusión de nuestra existencia, algunos juzgados nos han pedidos alguna ayuda o consejo. Siempre que esté a nuestro alcance, la prestamos. Nuestro objetivo es que aparezcan los chicos que están perdidos.
Números para derribar mitos.
--Dentro de las estadísticas de las que disponen ¿tienen definido cuál es la mayor causa de pérdida o desaparición de chicos?
--Sí, claro, y resulta interesante asumir que la Argentina no escapa a los porcentajes que se registran en todo el mundo occidental. El 80 por ciento de los casos se originan en conflictos que no son importantes y terminan con adolescentes yéndose de sus casas. Una discusión por una mala nota, un reto por una llegada tarde o un momento de bronca, muchas veces, pueden terminar tapados por dramas peores por culpa de los peligros a los que se expone un chico en la calle.
--¿Y el 20 por ciento restante?
--Allí, los motivos están muy divididos. Una buena parte se origina en padres divorciados que toman a sus hijos como rehenes. También hay discapacitados mentales y, en menor medida, chicos extraviados que salen de su casa y pierden el camino de regreso. Dentro de toda esta división, la desaparición a manos de personas extrañas, ocupa el porcentaje más pequeño, pero esa cantidad menor desemboca en el índice más elevado de desenlaces trágicos, es decir niños que aparecen fallecidos.
--Hay madres que no llevan a sus hijos a los supermercados porque temen que allí se los puedan robar ¿Tienen casos registrados al respecto?
--En todos los años que llevamos dedicados a esto, nunca tuvimos un caso como este ni recibimos información de que en algún lugar del mundo haya sucedido algo parecido. Obviamente que también escuchamos la versión de que los raptan, los adormecen, los llevan al baño para teñirles el pelo y después los venden, pero me parece que todo responde más a una leyenda urbana, aunque también hay quien dice que todo se originó en una competencia desleal entre dos grandes cadenas internacionales de supermercados. Parece que una, para desmerecer a la otra, hizo correr la versión que en la competencia, robaban los hijos de las clientas. Pero nada de esto nos consta, como sí nos consta que no conocemos casos de este tipo.
--¿Ni siquiera parecidos...?
--Una vez, hace dos años, en San Isidro, se registraron cuatro denuncias de intento de robo de bebés en la calle. Nos llamó la atención que todos los chicos que intentaron llevarse eran relativamente parecidos y, según parece, la que se los quiso llevar, era una pareja joven, lo que llevó a suponer que quizás se trataba de un matrimonio que había perdido un hijo de corta edad y, desesperada, buscó reemplazarlo. Pero nunca más pasó algo parecido...
--También se dice que existe un tráfico internacional de chicos que se utilizan para vender sus órganos.
--Lo sabemos, pero esa parece ser otra leyenda. Es prácticamente imposible que se roben chicos para traficar sus órganos por una cuestión muy sencilla. Es imposible saber a simple vista si resultan compatibles con quien pudiera llegar a necesitar un transplante. Entre los chicos que nuestra organización buscó y aparecieron muertos, jamás encontró alguno al que le faltara un órgano. Me temo que es otra leyenda urbana. Quizás esas cosas que meten miedo sirvan para levantar algún rating, pero no son ciertas.
--¿Han atendido casos de raptos de jóvenes para su explotación sexual?
--Esa pregunta me sirve para aclarar que nosotros no investigamos, sino que colaboramos en que los padres encuentran a sus hijos. Evidentemente hay casos de explotación sexual de niños, pero muchas veces obedecen a las miserias de sus propios padres. Actualmente estamos buscando a una adolescente de 15 años, perdida en la zona de Pilar, cuya foto difundimos por distintos medios. Recibimos un mensaje anónimo donde se nos dijo que estaba siendo explotada sexualmente en dos direcciones. Acercamos esa información a la fiscalía, pero aún no arrojó ningún resultado positivo.
--Como en muchos otros órdenes de la vida, también en este, acaso sea preferible prevenir antes que curar ¿Hay algún consejo práctico que usted pueda brindar para evitar que un chico pase a engrosar esta lista?
--No puedo decir mucho más que lo que todas las madres saben: estar muy atentas a los hijos y hacerle caso a la intuición y las corazonadas. Una mamá puede sentir cuando algo o alguien que no es conveniente para su hijo, se le acerca. En caso que perciban algo así, es preferible pasar por ser un poco antipática antes que lamentar males mayores.
DESGLOSE
Un recuerdo para María
Marta García Belsunce
Hija de irlandeses, de allí su nombre, Susan está casada, es madre de dos hijos (un varón y una mujer), trabajó durante años en la docencia y vive en un country de Pilar.
Hace unos años, su actividad al frente de Missing Children motivó una entrevista en una emisora de frecuencia modulada de zona.
Lo llamativo fue que la entrevistadora quedó encantada con la labor de la organización. Tanto que se sumó a la causa y pasó a formar parte activa de la misma, como voluntaria e impulsora.
Con el tiempo, y por las más fulígenas connotaciones que se puedan suponer, el nombre de aquella mujer pasó a estar en boca de todo el país: María Marta García Belsunce.
Cuando el escándalo que desató su aún impune asesinato estalló, entre las múltiples versiones que se echaron a rodar no faltaron algunas que deslizaron que su compromiso con la búsqueda de chicos desaparecidos y/o robados podía haber sido uno de los móviles del homicidio.
Como una honrosa excepción dentro de la laberíntica maraña de rumores, cortinas de humo, suspicacias, sospechas y otras sinuosidades que rodean a la historia, cualquier relación entre su vinculación con Missing Children quedó prontamente reducida al nivel de disparate insostenible.
No obstante, como suele suceder cada vez que una muerte violenta queda sin resolver, un incordio insoportable invade las existencias de cada uno de los que conocieron a la víctima.
Y como amiga muy cercana de María Marta que llegó a ser, Susan, no es ajena a esa sensación.
"Emocionalmente a la organización le hizo mal esto que pasó con María Marta a quien personalmente conocía desde hacía 12 o 13 años. Ella fue una de las primeras que se puso a disposición nuestra cuando comenzamos con esto", recuerda.
"Cuando nos enteramos que su muerte no había sido un accidente me acerqué al fiscal con cierto temor. Rápidamente quedó claro que nada de lo que nosotras pudimos haber hecho para encontrar a algunos chicos perdidos podía tener vinculación con algo así", comenta.
No obstante que la noticia parece haber salido, por el momento, del candelero, Susan asegura sentirse muy optimista en cuanto al total esclarecimiento del crimen.
"La búsqueda de chicos me enseñó a no ponerme impaciente. Tengo claro que si no se hubieran borrado tantas huellas, esto ya se habría resuelto hace rato. Pero hablo bastante seguido con la fiscalía y me parece que todo está bien encaminado hacia una resolución", considera.
Entonces, pese a la amabilidad que demuestra en todo momento de la entrevista, da la impresión de preferir no hablar más de un asunto que parece conocer muy bien.
"Sé que la gente se imagina cosas muy complicadas y yo no sé si la verdad lo será tanto. Mi única perturbación aparece cuando pienso en cómo habrán sido los últimos minutos de mi amiga. Por haberla conocido bien, espero que haya estado a salvo del horror de ver que la cara de quien la mató fue alguien cercano a ella", concluye.