Bahía Blanca | Viernes, 19 de abril

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Los albertistas y su optimismo a prueba de balas

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   La llegada de fin de año, en medio de los enormes problemas que todavía enfrenta el gobierno, sumado ahora al avance imparable de la tercera ola de la pandemia de Covid, y las desventuras ante el nuevo escenario que tras la derrota electoral del 14 de noviembre debe enfrentar el oficialismo en el Congreso, obligado mal que le pese a guardar en un cajón la chapa de escribanía de la Casa Rosada, no ha impedido a funcionarios del más estrecho círculo presidencial a frotarse las manos de cara al futuro.

   “Somos optimistas contra viento y marea”, dice uno de los hombres que acompaña al presidente Alberto Fernández desde hace más de 30 años, que ocupa un rol clave en el organigrama de gobierno y que pujó y seguirá pujando por dar de una vez por todas por oficialmente nacido al “albertismo”.

   El presidente renegó y reniega de ser el propulsor de otro “ismo” dentro de la larga lista de “ismos” que jalonaron la vida de los últimos setenta años del partido fundado por Juan Perón. Prefiere, a tono con la realidad de por qué está donde está y a quién le debe semejante encumbramiento, afirmar en público aunque no tanto en privado que lo que los une es el Frente de Todos. “No soy albertista, soy todista”, llegó a proclamar en una tribuna bonaerense.

   El propio presidente, sin embargo, o como prueba de que en la intimidad de sus pensamientos suele ser menos cauteloso que a la luz pública, dijo días atrás lo que con aquella dosis de optimismo elevado transmiten sus confidentes. “Hemos pasado un año malo, pero estamos bien y vamos a estar mejor”, se permitió durante un acto al que asistió también Cristina Fernández.

   El presidente, dicen a sus costados, levantó el ánimo y tomó nuevo impulso cuando llegaron a su escritorio dos encuestas: la primera de ellas, de una de las consultoras que habitualmente mide para el gobierno pero también hace trabajos encargados por la oposición. Allí refleja que Alberto Fernández tuvo un repunte de cinco puntos respecto del mes de noviembre entre quienes opinaron sobre el nivel de gestión del gobierno. El mes pasado, la aprobación ciudadana según ese sondeo hacia la gestión albertista era del 32,7 por ciento, y subió al 37,4 en la consulta de diciembre. La desaprobación en el mismo lapso cayó de 67,7 a 63.

   Aunque el porcentaje de rechazo de la encuesta es igualmente alto, da pie para el optimismo del que hablan los funcionarios cercanos al presidente sobre esa levísima mejora.

   La siguiente encuesta, tal vez la más esperada tanto por dirigentes del oficialismo y por quienes navegan en la oposición, y de hecho es consumida en prácticamente todo el primer piso de la Casa Rosada, es la medición que realiza anualmente y renueva cada diciembre la Universidad de San Andrés. Una primera lectura de esos números permitiría refutar ampliamente aquella mirada complaciente del albertismo. El presidente figura sexto entre los diez dirigentes que terminan con peor imagen el segundo año de la pandemia en la Argentina.

   ¿Qué habría para festejar, entonces? Muy sencillo según el análisis de los albertistas que miran más hacia 2023 que hacia la semana que viene. El presidente es el integrante del Frente de Todos que menos imagen negativa tiene, o que mejor mide, si se quiere, si se lo compara con el resto de los frentetodistas que también aparecen como “presidenciables” o al menos son mencionados como integrantes de ese pelotón con aspiraciones. Para ponerlo blanco sobre negro: Alberto mide en el top diez de imagen negativa mejor que Máximo Kirchner, Cristina Fernández, Daniel Scioli, Axel Kicillof y Sergio Massa, que encabezan el lote de los más rechazados, en ese orden. Otro dato de “los optimistas”: por debajo del presidente se ubican opositores como Mauricio Macri, Elisa Carrió, Nicolás del Caño y María Eugenia Vidal.

   Los hombres del presidente insisten contra viento y marea: en el ranking de los diez dirigentes del país con mejor imagen positiva Alberto es el único peronista que figura, aunque en el fondo de la tabla. Igualar para abajo, se llama eso.

   ¿Qué querrían transmitir los funcionarios? Primera conclusión: que el presidente se siente como el más ponderado en una coalición donde en materia de imagen positiva todo el mundo hace agua. Incluyendo a su vice y mentora, por más que se jure, aunque en política nunca se sabe, que ella jamás será candidata. Segunda visión: Alberto Fernández primerea a rivales directos por la candidatura presidencial de 2023 como Máximo, Massa y hasta Kicillof.

   El optimismo que impera en el gobierno tiene que ver además con otro aspecto central: “no explotó diciembre”, dicen en alusión a la palpable tranquilidad que reinó durante uno de los meses más fatídicos en la memoria colectiva de los argentinos. Es cierto: el gobierno emitió y distribuyó una monumental montaña de pesos para contener los reclamos más puntuales y aventar temores.

   Con todo, el desafío --mal que les pese a los optimistas-- es homérico…