Bahía Blanca | Domingo, 23 de noviembre

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Erika Halvorsen y una novela de autoficción centrada en el desamor maternal

Una novela que atrapa, conmueve y abre interrogantes sobre el siempre complejo mundo familiar.

“¿Cómo le explico a alguien de dónde vengo?”. La Maravillosa, Erika Halvorsen

La Maravillosa. Es el nombre del nuevo libro (Editorial Planeta) de Erika Halvorsen (Río Gallegos, 1980), un libro que conmueve con su trama, apasiona por momentos, genera angustia en otros, provoca risas, lleva a reflexionar, despierta curiosidad, abruma.

No se trata de una historia cualquiera, es personal, autobiográfica, cruda y escrita en un momento de la vida de la autora en que su crecimiento personal le han permitido manejar cierta perspectiva de las cosas, decidir cómo contarlas, siendo todo lo directa que se puede ser, expresando sentimientos que hasta pueden parecer crueles.

Erika cuenta la historia de su familia. O, mejor expresado, la familia generada por una madre despótica, egocéntrica, agresiva, especuladora. “Es una historia de desamor maternal”, explica.

Es su propia vida y la de sus hermanos, atravesada por esa madre y condicionada por mentiras y secretos, con una habilidad de manipuladora que por momentos la convierte en la mejor de las actrices.

Los primeros renglones del libro dejan en claro el grado de sinceridad y la decidida apertura del corazón de la autora, compartiendo parte de una trama que le resultaba tan difícil de explicar al punto de rogar que nadie le preguntara por su familia.

“Los seis hermanos, desde muy chiquitos, nos sorprendimos con la misma fantasía recurrente: que Madre muera. Nos sentimos un poco monstruos y bastantes miserables. Nadie odia a su madre. O todos. Pero nadie se anima a decirlo”, escribe.

La Maravillosa es la manera en que Erika nombra a la madre, no por sus virtudes, sino por Roberto Sánchez, por Sandro, por Rosa Rosa tan maravillosa. Porque Sandro es parte de esta novela, envuelto en las mentiras o las verdades a medias, en los silencios y la envidia.

“Una cosa es la madre, y otra cosa es la lengua de la madre”. Esa frase que la autora escuchó durante la presentación del libro de un amigo fue la disparadora final de esta novela.

Que gira en torno a las consecuencias que una madre (o un padre) o los padres, generan en la vida de sus hijos, para bien y para mal.

Penas y penas y penas

La Maravillosa es, según su autora, una novela de “autoficción”, género literario que mezcla elementos de la realidad y de la ficción, donde utiliza su propia vida como punto de partida y que va tomando licencias creativas al contar la historia.

“Todo lo que narra el libro es verdad. Nada es producto de la imaginación”, señala Erika a La Nueva., dejando en claro que quien lee el libro está leyendo su historia de vida.  “Digo que es una novela de no ficción, aunque la operación de la escritura ya la convierte en ficción, porque siempre será un recorte, un punto de vista”, detalla.

Son tantas las definiciones y referencias que va haciendo la autora hacia su madre, las propias y las de sus hermanos, que es difícil encasillar a esa mujer en una única definición.

“La relación con nuestra madre fue una relación de poder. Ella ejercía un poder sobre sus hijos y todos crecimos bajo esa dinámica”. Poder que era generador de un sentimiento perturbador. “El miedo gobierna nuestra casa, por eso estamos siempre en silencio. Cuando ella sale la casa se llena de aire y de alegría”, se lee en el libro.

Para Erika y sus hermanos no fue fácil descubrir que esa madre generaba un ambiente que hoy reconoce agresivo y que dominaba con su enorme capacidad para dar vuelta cualquier discurso o reproche y cargar de culpa a cada uno de los hijos.

“Pero cuando uno nace y crece con determinadas reglas no siempre puede discernir si lo que vive es un infierno o es la normalidad. Eso es lo peligroso de las familias puertas adentro.  Pueden ser territorios peligrosos y violentos porque cuando no conoces otra cosa no alcanzas a discernir lo sano de lo insano”, menciona Erika.

El libro va detallando además como cada hijo va buscando su camino sin que ninguno pueda desprenderse de la influencia de esa madre, porque en general todos somos producto de nuestros padres, son sin dudas los primeros referentes, a los que se idolatra primero y se cuestiona después.

“Creo que todos crecemos buscando referencias,  referentes. Uno puede admirar o rechazar a esos referentes pero sea por imitación o sea por oposición a ellos es que vas construyendo una identidad, una narrativa propia”.

Como una rosa deshecha por el viento

Erika Halvorsen fue encontrando su vocación en el teatro. Estudió Dirección Escénica en la Universidad Nacional de las Artes y comenzó a escribir obras y guiones.

Su talento le fue abriendo puertas, casi de manera inesperada, ingresando incluso al mundo de la televisión y el cine como guionista en los principales medios del país.

Hoy es showrunner, tiene la responsabilidad creativa en una serie de televisión, combinando los roles de productor ejecutivo y guionista jefe. Es responsable del producto final. Es por esa actividad que el libro suma anécdotas y referencias en las que aparecen famosos, situaciones en sets de filmación, un toque de color en el cual, y a pesar de estar a cientos de kilómetros, la madre sigue marcando el ambiente.

Una de las historias que atrapa en el relato, involucra a Sandro, una vivencia contada por la madre que más allá de dudas y falencias, logró imponerse a todos.

“Lo que contaba mamá sonaba verosímil. Porque además, ¿Por qué inventar algo así? ¿Qué ganaba con eso?. Cuando en algún momento empezamos a ponerla en duda comenzamos a sospechar de todo. Ahora, no sé si fuimos ingenuos: de los cuentos que pueden contarte tus padres o tus abuelo, De sus romances de juventud,  ¿Pensarías que son inventados?”, señala Erika.

Hay otra pequeño gran momento de la autora vive con la actriz China Zorrilla, en un set de filmación, un momento surrealista.

De allí que cada capítulo puede conmover, angustiar, alegrar y eventualmente entretener. Cada capítulo puede ser otro día, como lo es la vida misma.

Sacarlo todo afuera

“Nunca no es indiferente su violencia, siempre nos hiere, nos lastima, siempre nos vuelve a doler”. La Maravillosa

Toda autobiografía implica para su autor asumir un riesgo. Sobre todo cuando, como La Maravillosa, abre la puerta de una familia disfuncional. Para Erika haber abierto esa puerta fue bueno, sanador.

“Siento alivio por haber podido echar luz sobre mi propia vida. Poder escaparme del pacto de silencio que en algún momento establecimos con mis hermanos. De alguna manera mi madre nos hacía cómplices de sus mentiras y creo que finalmente sacar toda la verdad es algo que libera”, explica.

Esta relación padres-hijos es inevitable que genere sensaciones en cada lector. Porque es simple identificarse con la complejidad de esta relación parental, que puede haber cambiado en el tiempo pero que sigue siendo clave para todos y cada uno.

“El libro también libera a los lectores. Cuando me escriben me hablan de sus propias madres, de sus propias relaciones. En ese sentido, mi historia funciona de espejo y otras mujeres, otras hijas de madres rotas, se encuentran en ese reflejo”, reconoce.

Con Brenda Gandini y Gonzalo Heredia durante la presentación del libro

Esa situación le ha servido a Erika para descubrir que lo que quizá a veces pensó como una “anormalidad”, que su familia era la única que atravesaba semejante dominio y maltrato materno, encontró, menciona, “que sus heridas también son las heridas de una generación”. 

“Encontré que existen muchas madres como la mía y que muchas otras hijas todavía no pudieron mirarlas con la distancia necesaria para despegarse de ellas, al punto de aceptar no quererlas”, puntualiza.

El origen

La Maravillosa, la madre, fue además creadora de grandes mentiras para ocultar puntos oscuros que afectaban la vida de los hijos.

Se suele decir que todas las familias guardan secretos. Pero también es claro que las mentiras presentes en el ambiente familiar son como una "carga invisible”, que afecta el bienestar emocional de cada uno.

“Creo que tenemos que recuperar las palabras como secreto, lealtad, confianza. Redescubrirlas y resignificarlas. Que el secreto y la complicidad sean con fines nobles y sanos y no maneras de encubrir violencias, abusos, heridas”, señala Erika.

Un libro para leer. Para tener otra mirada. De una apertura enorme, de una sinceridad total: “Siento la profunda desgracia de no haber podido amar a mi madre”.