Bahía Blanca | Domingo, 23 de noviembre

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No hacer nada

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Entre el mes de julio y agosto de 2025 se viralizó una publicación de Cristian Castro. En la entrevista el cantante mexicano dice: “Les quiero enseñar a la gente a no hacer nada”. La publicación cosecha millones de visualizaciones, se comparte, hay memes, y obviamente resulta divertida y provoca risas, máxime por el recurso de la reiteración y por la gestualidad del astro de la canción.

Indudablemente Castro no es el creador de la idea, ya en la Antigua Grecia, Sócrates mencionaba el "ocio fecundo" como una concepción del tiempo libre entendida no como un mero entretenimiento o descanso sino como un espacio para filosofar, cuidar el alma y autoconocerse.

Las preguntas son muchas, pero hoy planteo las siguientes: ¿Se puede no hacer nada? ¿Se aprende a no hacer nada? 

Como el tema de “no hacer nada viralizado” en las redes sociales es casi tomado a chiste le quiero presentar a Andrew Smart. Ingeniero, científico dedicado a estudiar la conciencia, el cerebro, la tecnología. Sus trabajos ahondan en la neurociencia, la cultura, la filosofía entre otras áreas. Se doctoró en la Universidad Lund de Suecia con una tesis muy original: La utilización del ruido para mejorar la atención y la memoria de los niños con TDAH (Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad). 

El investigador actualmente reside en Suiza. Tras su paso por Estados Unidos, donde también investigó las bases neurales del lenguaje, luego desarrolló un sensor basado en los índices del esfuerzo cognitivo en enfermos de cáncer y de derrames cerebrales. 

La sólida carrera de Smart valida esta cuestión viral y “chistosa” ya que publicó “El arte y la ciencia de no hacer nada. Piloto automático cerebro”. El libro está agotado y lleva varias ediciones.

El autor explica fundamentado en la neurociencia que “no hacer nada” o el ocio socrático no es un tiempo improductivo o un vacío inútil, sino que esta pausa y poner el cerebro en piloto automático es una necesidad cognitiva y especialmente biológica.

Smart en 200 páginas explica por medio de los hallazgos sobre la red neuronal por defecto, que nuestro cerebro solo puede crear, comprender y recordar en profundidad cuando se detiene. En esos momento de reposo las neuronas reverberan, es decir que un grupo de neuronas se activa y, en lugar de pasar la señal una sola vez, la señal vuelve a la misma neurona de entrada o a un grupo de neuronas cercanas. 

En palabras más simples, al “detener el cerebro” este reverberar o bucle posibilita reorganizar la información, conectar ideas y producir intuiciones que no surgirían bajo presión o actividad.

En esta propuesta quedan a un lado el reloj, las pantallas, la hiperconectividad y las multitareas. Por siglos, se ponderó la hiperactividad, la hiperproducción y hasta se las equiparó con “la inteligencia”, conceptos puesto a debate y cuestionados por distintas disciplinas.

Está comprobado que cuando el cerebro no para y está en “constante movimiento mental” hay una saturación que bloque a la creatividad y se pierde el equilibrio emocional. 

Soy una defensora de tiempos y espacios en los que “no hacer nada” es la premisa, ya que la pausa mental es regenerativa, la imaginación se expande, surgen pensamientos superadores, la creatividad se incrementa y lo más importante se consolida el autoconocimiento. El desafío está planteado.