De aquella primera descarga a este puerto multiproductivo
Entre el 2 y el 3 de abril de 1828 se realizó el desembarco de los materiales para construir la Fortaleza Protectora Argentina, origen de la Ciudad-Puerto de Bahía Blanca.
La primera descarga en el puerto fue para construir la Fortaleza.
En marzo de 1828, el ingeniero Narciso Parchappe con un grupo de soldados e indios amigos llegó a la bahía por tierra desde el Fuerte de Tandil (entre nuestros personajes el ingeniero Parchappe).
En el estuario, encontró a la Sumaca Luisa, un pequeño velero que, como él mismo, se había adelantado a la columna del ejército y colonos que comandaba el coronel Estomba para fundar un puerto y un fuerte.
El ingeniero, ayudado por el capitán de La Luisa, reconoció la bahía y eligió en la margen del arroyo Napostá el lugar donde se fundaría el Puerto de la Esperanza.
Entre el 2 y 3 de abril en la seguridad de las aguas de la bahía Blanca comenzó la descarga de los materiales.
Estomba aprobó los lugares elegidos por el ingeniero Parchappe y una vez que llegaron todas las fuerzas el 11 de abril, se empezó a construir la Fortaleza Protectora Argentina, origen de la Ciudad-Puerto de Bahía Blanca.
De ese modo el llamado Puerto de la Esperanza se fundó antes que el fuerte y el poblado. Sólo contaba con una infraestructura mínima: un rancho, una ballenera (un barco pequeño de 2 mástiles) y un bote.
Su personal eran el capitán de puerto Domingo Laborda y 5 marinos franceses. Antes de un año de fundado, en un ataque, los indios incendiaron las precarias instalaciones.
Durante los años fundacionales, a excepción del ganado, la mayoría de los materiales y mercaderías con que se abastecía a la guarnición bahiense llegaban por mar al Puerto.
Generalmente arribaban naves de la Armada Argentina que recorrían el litoral, o bien los pequeños bergantines de audaces marinos que recalaban en el Puerto bahiense, cubriendo el trayecto Buenos Aires, Bahía Blanca y Patagones. Significativa fue la visita de la fragata de guerra inglesa Beagle, capitaneada por Fitz Roy, que arribó en 1832 y 1833 trayendo entre sus tripulantes a Charles Darwin quien realizó exploraciones.
Los hallazgos de esqueletos de animales extintos en la punta Alta (donde hoy se asienta la ciudad de Punta Alta y la Base Naval Puerto Belgrano), dieron al joven naturalista argumentos sólidos con los que, años más tarde, gestó su afamada “Teoría de la Evolución”.
Por su parte Fitz Roy hizo un detalladísimo relevamiento náutico de todo el estuario y hasta el río Negro. Las memorias del viaje de la Beagle, de ambos personajes, sirvieron para hacer conocer a nivel mundial las facilidades que ofrecía Bahía Blanca como puerto natural.
Sin dudas, el Puerto de la bahía Blanca, fue una herramienta importante que ayudó a superar el aislamiento en que vivían los primeros pobladores de la pequeña aldea.
La creación de la Ciudad-Puerto exportadora
Los visionarios La formación de la Ciudad- Puerto de Bahía Blanca tuvo el aporte de visionarios que la proyectaron, le dieron forma y la crearon.
Ya se nombró a Dorrego, Rosas, Estomba y Rivadavia, a los que se sumaron otros en un proceso de crecimiento constante que llega al presente y se proyecta al futuro.
A mediados del s.XIX, allá por 1856 llegó un contingente de soldadosagricultores italianos y sus familias para poblar y proteger el pequeño poblado de Bahía Blanca.
Entre ellos llegó un hombre sumamente sabio que sería muy importante para el crecimiento del pueblito, se llamaba Filippo Caronti (como nuestro personaje Filippo Caronti).
Filippo se enamoró de esta tierra, imagino grandes obras para el progreso de Bahía Blanca y trabajó mucho para lograrlas.
En el puerto de la Esperanza, sobre las márgenes del arroyo Napostá, construyó el primer muellecito de madera. Pronto se dio cuenta que el Puerto debía ser más grande y que algún día debía ubicarse sobre el canal principal del estuario, justo donde hoy se ubica el Puerto de Ingeniero White.
En 1859, el mismo año en que Bahía Blanca sufrió el gran malón, llegó al “Pueblo-Puerto” el ingeniero Carlos Pellegrini (como nuestro personaje Carlos Pellegrini), para hacer un informe sobre Bahía Blanca y sus posibilidades.
Pellegrini, vio una localidad chiquita a la que llamó infeliz por sus sufrimientos, pero con una visión extraordinaria observo que el Puerto bahiense llegaría a ser de condiciones inmejorables y el primero de la Argentina.
También Pellegrini pensaba que el Puerto debía construirse en el canal principal del estuario, pero a diferencia de Caronti, debía situarse a la altura de donde hoy funciona Puerto Galván.
Caronti y Pellegrini fueron dos de los hombres que ya, hace más de 150 años, veían las potencialidades de la Ciudad-Puerto de Bahía Blanca.
Hoy seguramente estarían orgullosos que su sueño se haya hecho realidad y se proyecte al futuro.
White, un nombre honorable
Muchos no saben por qué la localidad de Ingeniero White se llama, justamente, ingeniero White y lo honorable que es ese nombre.
En el 1800 llegó desde Estados Unidos un comerciante de Boston que se radicó definitivamente en Buenos Aires; ahí comenzó la historia argentina de los White.
El que fuera el prestigioso ingeniero Guillermo White (como lo representa nuestro personaje el ingeniero Guillermo White), nació en la ciudad de Dolores en 1844, fue uno de los primeros ingenieros civiles argentinos egresados de la universidad de Buenos Aires en la primera promoción de 1870.
Fue tal su contribución al desarrollo del país, con sus grandes proyectos e iniciativas que se lo reconoció como miembro del prestigioso grupo de los llamados “Doce Apóstoles de la Ingeniería Argentina”.
Trabajó como empleado en el Ferrocarril Oeste en los tímidos comienzos del ferrocarril en la Argentina. Fue nombrado presidente de la Oficina de Ingenieros Nacionales durante 10 años. Representó a varias empresas ferroviarias hasta mayo de 1886 cuando el directorio del Ferrocarril del Sud (F.C. del Sud), de capitales británicos, lo nombró uno de los directores de la comisión en Argentina.
Al año, ya era el presidente del directorio del F.C. del Sud. En ese cargo, durante 30 años, llevó adelante con visión, probidad y éxito el desafió “faraónico” de desplegar la gigantesca red ferroviaria por la provincia de Buenos Aires, Río Negro y Neuquén.
El Estado Nacional llevó adelante su proyecto de país agroexportador, valiéndose de 3 herramientas fundamentales: capitales (dinero), nuevas tecnologías (trenes y puertos) y mano de obra (inmigrantes que
poblaran el territorio).
Brazos para construir un Puerto
En 1857 circuló en Buenos Aires el primer tren de la Argentina, la legendaria máquina “La Porteña” y unos pocos vagones cubrían alrededor de 10 km de recorrido. En 1872 el Estado Nacional tenía una Ley de Ferrocarriles, un instrumento fundamental para el desarrollo territorial de matriz agro-exportadora, que tendría como soporte la red ferroviaria y sus terminales portuarias.
La viabilidad del proyecto se respaldó con capitales (dinero) y tecnología europea, especialmente inglesa. Para llevar adelante ese proyecto monumental, el Estado Nacional debió ocupar el territorio y doblegar voluntades como la de los habitantes originarios a los que desplazó por la fuerza de las armas.
Por otra parte, el Gobierno necesitaba alinear distintos intereses: los de las provincias, los de los pioneros rurales que poblaban la frontera, los de los nuevos terratenientes y finalmente los de las comunidades de los pueblos fronterizos que, ahora, se convertían en protagonistas del desarrollo territorial.
En ese contexto la bahía Blanca tenía un lugar de privilegio por las condiciones naturales de puerto de aguas profundas.
En 1881 el Estado acordó la concesión de la red ferroviaria y portuaria al Ferrocarril del Sud (F.C. del Sud), con cabecera en Buenos Aires, para que se proyecte hasta Bahía Blanca donde debía construir un importante complejo portuario.
Todo estaba por hacerse, pero se necesitaba conocer la geografía del territorio, sus recursos, potencialidades, y poblarlo. La noticia del nuevo emprendimiento con la llegada del tren a Bahía Blanca en 1884, atrajo al pueblo migrantes de otras provincias norteñas y más tarde una multitud de inmigrantes europeos, en su mayoría italianos y españoles.
La sociedad bahiense cambió profundamente. A los criollos se sumaron los nuevos pobladores eran de origen campesino, burgués o del proletariado industrial, empresarios, ingenieros, ejecutivos, algunos llegaron como mano de obra especializada, la mayoría como mano de obra masiva y, más allá de las tensiones que generó tanta gente distinta, todos abrazaron con ilusión mística “la nueva tierra prometida”.
El tren, el muelle de hierro y el progreso
El Puerto de la Esperanza, que empezó a llamarse “el Puerto Viejo” dio su último gran servicio recibiendo los materiales que llegaban desde Inglaterra para construir las vías y el “moderno” Muelle de Hierro.
En sus cercanías se empezó a consolidar el vecindario del actual Boulevard Juan B. Justo y, más tarde, con la construcción del nuevo puerto, fueron prosperando el poblamiento de lo que hoy es la localidad de Ingeniero White. Todavía la región no tenía zonas cultivadas, apenas algunos sembradíos de cereales, pero pronto el desarrollo productivo fue arrollador.
Por eso se instalaron en el incipiente sector portuario: almacenes, depósitos, oficinas, casillas de alojamiento y proveedurías para abastecer a los obreros. Incluso en el Napostá se instaló el molino harinero “La Sirena”.
El 25 de abril de 1884 Bahía Blanca vivió un día de fiesta. Llegó la primera formación de trenes que, ante el estupor de la multitud reunida (800 personas), pasó por el andén de la Estación de Bahía Blanca para hacer parada en la Estación “El Puerto”.
Una segunda formación arribó poco después e hizo una parada para no defraudar al público ansioso por ver cómo la modernidad llegaba al poblado a caballo del tren.
Sólo un año después, el 26 de septiembre de 1885 las vías llegaron al flamante “Muelle de Hierro”. Ese día se reconoce como el de la fundación de la localidad de Ingeniero White que todavía no tenía nombre oficial y se la llamaba “Nueva Liverpool” o simplemente “El Puerto”.
Recién en 1899, el presidente Roca la denominó con el nombre del gran Ingeniero argentino. En las poderosas bitas del muelle (como nuestro personaje la Bita), amarraban los cargueros a vapor que ya reemplazaban a los antiguos veleros. Pocos años después se amplió el complejo portuario bahiense, con la construcción de la Base Naval Puerto Belgrano, los puertos Galván, Rosales y Cuatreros.
El Muelle de Hierro fue un símbolo de la transformación de la bahía: la conexión de la Región con el mundo. Ese proceso lejos de concluir ahí, es continuo, por eso sigue vigente y proyecta a la Ciudad-Puerto de Bahía Blanca al futuro.
Las nuevas tecnologías de las obras portuarias, inmediatamente se trasladaron a la ciudad. En esos años Bahía Blanca entró en una etapa de gran expansión, de crecimiento en general que se reflejó en las obras de infraestructura como el agua corriente, alumbrado eléctrico público y domiciliario, gas, servicios de transporte público (el trolebús), desagües, servicios sanitarios, y parques.
La población de la zona fue creciendo en forma exponencial, se fundaron las actuales localidades de Punta Alta, Daniel Cerri, Cabildo y otras crecieron usufructuando el gran desarrollo portuario local.
A esta corriente de inversiones, también se le sumaron capitales franceses, que invirtieron en el emprendimiento del Ferrocarril Rosario Puerto Belgrano y el inicio del proyecto del actual Puerto Rosales cercano a Punta Alta.