Bahía Blanca | Domingo, 07 de septiembre

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Clave para la competitividad de las exportaciones y el desarrollo del país

“Argentina tiene enorme potencial para aumentar sus exportaciones de energía, productos agroindustriales y minerales y una parte importante de esos flujos saldrá al mundo por Bahía Blanca”. 

Por Luis Zubizarreta (*)

Hace 140 años, las autoridades nacionales tomaron una decisión clave: autorizar la construcción de un nuevo puerto de cargas en Ingeniero White. Las obras comenzaron en 1888 y la inversión se inauguró dos años después.

Este puerto se convirtió en la salida de aguas profundas de una próspera zona conectada por el Ferrocarril del Sud, y rápidamente se transformó en uno de los principales motores del desarrollo regional, impulsando crecientes exportaciones de trigo, lana, cueros y carnes.

A su alrededor, velozmente se construyeron silos y se expandió la red ferroviaria, lo que incrementó el flujo de cargas.

La diversificación de granos fue rápida, seguida por su industrialización mediante el desarrollo de molinos, malterías y fábricas de aceite, además de frigoríficos en la región.

En la década del 80, se consolidó el polo petroquímico, y en una nueva etapa, el puerto incorporó el manejo de grandes volúmenes de productos químicos, gases, combustibles y fertilizantes, además de una terminal de cargas generales y contenedores.

Durante los años 90, la Ley de Puertos fue un gran catalizador para el ordenamiento del sistema portuario. Sobre todo, impulsó nuevas inversiones privadas de alta calidad en todo el litoral marítimo y fluvial del país, permitiendo un salto necesario en un momento en que el Estado no contaba con recursos para modernizarlo.

Bahía Blanca fue parte de ese impacto, con nuevas inversiones en terminales y plantas eficientes.

La buena noticia es que nuestro puerto aún tiene un enorme potencial para crecer, generar más empleo y, lo más importante, aportar competitividad a toda la Argentina.

Nuestro país posee un enorme potencial para aumentar sus exportaciones de energía, productos agroindustriales y minerales, y una parte significativa de esos flujos saldrá al mundo por Bahía Blanca.

Solo así Argentina podrá superar sus crisis recurrentes: con más exportaciones. Y contamos con un elemento fundamental para lograrlo: un sistema portuario moderno y eficiente, fruto de inversiones mayoritariamente privadas.

Si nos comparamos con países competidores, en muchos aspectos estamos en desventaja. Sin embargo, en lo que respecta a la calidad de nuestro sistema portuario, jugamos en primera y estamos a la altura de los países más desarrollados.

A principios del siglo XIX, un sistema logístico portuario eficiente permitió que Argentina se convirtiera en el granero del mundo y en un faro de paz y prosperidad en un contexto internacional convulsionado.

Es probable que, en los próximos 20 años, esta infraestructura moderna y eficiente nos permita posicionarnos como protagonistas en los mercados de alimentos, energía y minerales.

El complemento necesario para que esto suceda es el desarrollo de la logística interna. El desafío inmediato, en el que ya está trabajando el gobierno nacional, está vinculado a la puesta en valor del sistema ferroviario mediante un nuevo esquema de concesiones con acceso abierto, por un plazo que permita el repago de mejoras fundamentales.

A esto se suma la necesidad de concesiones privadas en el sistema vial, actualmente en muy mal estado y sin posibilidad de inversión estatal.

Es urgente retomar el debate sobre el transporte por agua de cabotaje. La flota nacional prácticamente ha desaparecido, y la competitividad de nuestra producción exige una transformación profunda que permita reflotar un sistema de transporte eficiente, moderno y con costos competitivos.

(*) Presidente de la Cámara de Puertos Privados Comerciales.