Diario de viaje, día 1: la final que no se vio, las lágrimas y ¿dónde están las antiparras?
Sensaciones, experiencias, comentarios y mucho más de lo que implica cubrir los Juegos Panamericanos Junior en Paraguay.
Periodista. En La Nueva desde 2013. Especializado en el movimiento olímpico. Asistió a los Juegos Olímpicos de Río 2016, a los Juegos Olímpicos de la Juventud Buenos Aires 2018, a los Juegos Suramericanos de la Juventud Rosario 2022, a los Juegos Suramericanos Asunción 2022, a los Juegos Panamericanos Santiago 2023 y a los Juegos Olímpicos París 2024, entre otros eventos internacionales.
Recuerdo haberlo cruzado en Nanterre, a metros del estadio montado para la natación de París 2024 en La Defense Arena, paseando en uno de los tantos shoppings.
Sebastián Montero no irradiaba preocupación; mucho menos ansiedad, pena ni malestar. Más bien todo lo contrario, estaban disfrutando porque sabía que todo estaba encaminado.
Su dirigida había sido 18° en la general, en los 400 metros libres, y 14° en los 800. Aquella vez fue la más joven de la delegación nacional.
El entrenador de Agostina Hein sigue acompañando a sus pupila. Aunque después de ayer, me quedó muy claro su importancia, aquella que va más allá de una patada, una brazada y cronómetros en vilo.
"Seba para mí es como mi papá, hablo y lloro... Pasamos muchas cosas juntos, muchas lágrimas, tanto de felicidad como de tristeza", me dijo Agos, ya con la primera medalla de oro argentina en el cuello en estos Panamericanos Junior.
Tomemos dimensión (si es posible): 17 años, medallista en Juegos Suramericanos absolutos, experiencia panamericana en Santiago 2023 y olímpica en París 2024. Y un sentido de la ubicación que excede su edad y aleja ciertos fantasmas de ejemplos que quedaron en el camino.
"No nos venían saliendo algunas marcas en competencias y para estos Juegos nos preparamos muy bien. Arrancar con un récord de campeonato y ahora nuestra mejor marca, que hubiese sido A para París, es una alegría enorme, un destrabe... Me emociono de solo pensar en la marca", relató Montero, radiante.
Vi su final en un teléfono celular. Del otro lado de la pared blanca, inmaculada, se escuchaba la voz del estadio vitoreando por la argentina.
Es difícil de imaginar en una organización que quiere llamarse como tal, pero la zona mixta (ese sitio donde los periodistas hablamos con los deportistas apenas concluida una competencia) era un cuarto apartado de la pileta. No solo no se veían las finales, sino que tampoco contaba con monitores ni nada por el estilo.
De pronto apareció Agus, ya ganadora. Se sacó el gorro, las antiparras, se acomodó un poco el cabello y habló con los colegas de la transmisión oficial. Enseguida la vinieron a buscar para la ceremonia de premiación. Fue, no sin antes avisarnos que volvería. Le creímos.
Regresó casi una hora más tarde. Logré la entrevista. Lloró recordando todo lo que pasó junto a su entrenador, que andada por ahí buscando las antiparras. Se fue. Nadó la posta 4x100 y se colgó su segunda medalla. Las antiparras no aparecían.
En medio de tanto frenesí, Montero intentó poner en palabras ese enérgico y a la vez afectuoso abrazo que se dieron en plena zona mixta, con La Nueva. como testigo.
"Esto es romper el hielo de la mejor manera. Habla del buen trabajo que venimos haciendo como equipo, como dupla y hay que festejarlo porque se lo merece ella por el trabajo y la dedicación", completó.
Linda forma de comenzar el ciclo olímpico.
Ah, las antiparras las había guardado personal de la comitiva argentina... Menos mal.