Bahía Blanca | Sabado, 19 de julio

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Pantalla partida

Naturalizamos percibir lo que sucede en el mundo como si fuera una pantalla de múltiples ventanas.

Convivimos inmersos en  un mar de información. La simultaneidad de sucesos en diferentes lugares del planeta es tan apabullante que los canales de noticias optan por abordar las más salientes y atractivos  al mismo tiempo, recurriendo a múltiples ventanas que conviven en la pantalla.

Por un lado, la guerra en vivo; por otro, el fútbol. En una esquina, el show del espectáculo; en la otra, tragedias humanas en tiempo real. Todo en zapping continuo, sin necesidad de recurrir al control remoto familiar.

Este síndrome es contagioso. Naturalizamos percibir lo que sucede en el mundo como si fuera una pantalla de múltiples ventanas. Pasamos del horror del impacto de un misil al clima festivo del  mundial de clubes sin inmutarnos. Abrumados por la avalancha informativa, así  transcurre el  día a día,  donde los problemas cotidianos propios se  entrecruzan con  espectáculos y desgracias ajenas  que  saltan de una ventana a otra en una sucesión sin fin de la pantalla partida

Las dos carátulas del teatro de la vida. Tragedia y espectáculo en dúplex: el espectáculo de la tragedia.

Botón de muestra fue el último fin de semana. En una ventana veíamos  la guerra en directo. La muerte en vivo  con misiles cruzando el cielo  de ida y vuelta entre Irán e  Israel. En otras, el mundial de clubes con el banderazo de Boca en la playa de Miami repleta de turistas; el glamour estruendoso de la Fórmula 1 en Canadá y el asesinato brutal de una congresista demócrata y su marido en el país donde se juega el mundial de clubes. Todo al mismo tiempo en recuadros   múltiples y simultáneos.

¿Es posible entender la complejidad de lo que transcurre  en ese mosaico de ventanas simultaneas y editadas de la realidad? ¿Esto aclara o oscurece?.  Por si algo faltaba, en el  popurrí  del fin de semana se colaba la historia del único sobreviviente del  avión que se estrelló  en la India a poco de despegar.  Un hombre con camisa rasgada y ensangrentada caminando como un zombie entre 240 cadáveres, bajo la mirada ansiosa de los noticieros que necesitaban del héroe  milagroso para endulzar la horrorosa  historia antes de cerrarla y pasar a la siguiente.

Según Discépolo, el siglo XX fue un “cambalache problemático y febril”.  El XXI  va en la misma dirección, con el plus que donde antes solo se mezclaba  “la biblia y el calefón”, ahora se  agregan  algoritmos,  fake news y sobredosis de pantallas y ventanas.

Es inevitable y necesario  estar informados, pero también  protegernos, poner límites, recuperar  la autonomía  de detenernos a observar  lo que nos interesa y analizar cada cosa por separado y no  todas a la vez.

Quizá el verdadero desafío de este tiempo no sea tanto estar informados, sino evitar intoxicarnos con sobredosis de información. Aprender a establecer límites entre lo que transcurre en el mundo y lo que somos capaces de procesar, sin que se tilde el disco rígido interior que todos llevamos adentro.

Tal vez la clave no sea apagar la pantalla, sino elegir  cuándo y cuál ventana abrir.

Porque más allá de las ventanas editadas a distancia, están las nuestras, por donde se asoman problemas pendientes made in casa, que no son pocos ni sencillos.

Con eso tenemos  bastante para entretenernos.