Bahía Blanca | Lunes, 30 de junio

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La experiencia familiar en Angola, detrás del entrenador bahiense Martín Luis

Vivir y dirigir en medio de un contexto con muchísimas carencias. Así y todo, cumplió su contrato y regresó feliz por la vivencia deportiva y cultural.

 

Twitter: @rodriguezefe

Instagram: ferodriguez_

 

Finalizada su experiencia dirigiendo en Angola, Martín Luis regresó a la ciudad con la cabeza un poco más abierta, convencido de lo que pretende de su carrera y feliz por el balance positivo en esta aventura que pudo disfrutar, en parte, también junto a su familia.

Si bien es tiempo de reencuentro en su casa, como todo entrenador abierto a cualquier posibilidad que le cierre, Martín dejó armado el bolso.

-¿Estás listo para salir a cualquier destino o priorizás fuera del país?

-Para ir fuera del país, siempre y cuando esté contemplado lo que vengo visualizando con María (su esposa): que sea algo que, obviamente, tenga que ver con lo profesional, pero que también signifique una experiencia para toda la familia, como en Angola.

-¿En qué sentido?

-Pudimos ir con la familia, viajar, conocer, que fue siempre lo que tuve en mente. Entonces, la intención es estar preparados para aprovechar cualquier oportunidad, pero al mismo tiempo poder visualizar que esa oportunidad tenga que ver con lo que queremos como familia hace mucho tiempo.

-¿Esta prioridad te condiciona?

-Tal vez condiciona si hay alguien que está buscando específicamente un crecimiento puramente profesional: el mejor club, la mejor categoría, el mejor torneo y demás, algo normal en la vida del entrenador. Personalmente, estoy en una especie de camino paralelo, lo que busco tiene más que ver con experiencia de formación, con jugadores jóvenes, eso hace que no me limite tanto. Por el momento no me condicionó, todo lo contrario.

-A diferencia del entrenador tradicional, pasional, que prioriza la competencia y el resultado inmediato, vos buscás una devolución más amplia a partir de tu trabajo.

-Totalmente. Entiendo que, por esto, alguno puede pensar que no laburo, y en realidad a mí el deporte y el básquetbol me apasionan. El tiempo que estuve en Petro, Bahía Basket y Pacífico, más la gente con la que ha trabajado conmigo, saben que le meto pasión, seriedad y trato de capacitarme y hacer las cosas cada vez mejor. Ahora, tengo un punto de equilibrio en el cual no quiero llegar a los 60 o 70 años, habiendo estado en ciertos lugares sin haberlos aprovechado desde un punto más integral. Tengo la capacidad de poder desprenderme y decir “esto además de básquet significa conocer personas, generar vínculos, viajar”. Y el día de mañana, cuando repases lo que hiciste con el deporte, sepas que pudiste aprovecharlo desde diferentes aspectos.

-Este perfil de entrenador que venís desarrollando, ¿te da la posibilidad de asegurarte también un proyecto, como mínimo, de un año al no tener la urgencia del resultado? ¿Lo evaluás así?

-Lo evalúo a partir de un paso antes de esta cuestión que te puedan echar por malos resultados y demás, que se puede dar o no. Priorizo el nivel de tensión y estrés que requiere ser un entrenador que está todo el tiempo con la urgencia de tener que ganar. Obviamente, después puede pasar lo que vos comentás, te pueden echar a los cinco partidos, o ganás y te puede ir muy bien profesional y económicamente. Pero todo el proceso requiere de una impronta y un nivel de tensión que hay que saber sobrellevarlo, y hoy por hoy, debido a mi familia y a cómo soy yo de manera personal, prefiero ir a lugares cuyos resultados tengan que ver con un proceso y no con esa necesidad de ganar dos partidos. De todos modos, si bien hoy me parece más complejo, no lo descarto para el día de mañana. Es una cuestión de salud y lo tengo en cuenta.

-A todo inicio de proceso en el deporte se lo denomina proyecto, el cual a veces se diluye en cinco derrotas. ¿Considerás que a nivel mundial se invierte en entrenadores con el perfil que vos tenés, de realmente trabajar en busca de resultados a largo plazo?

-Se invierte, hay diferentes lugares en el mundo que lo hacen, y el último ejemplo que tengo es donde estuve, en Petro de Luanda, que invertía en un equipo B, pleno de formación. Los que no tienen problemas en la conjugación entre lo que significa la formación y la competencia, son los que tienen las cosas separadas. Si vos tenés un equipo que puede competir bien y al mismo tiempo un proceso de formación, la cosa va mucho mejor. Ahora, si un equipo plagado de jóvenes que se están formando pretendés que compita, a la larga la competencia te lo hace pagar. Algo que aprendí hace mucho tiempo es que cuando esas cosas se juntan, lo que termina predominando es el ganar, como pasa en cualquier lugar del mundo y en todos los deportes. Entonces, perdiste cinco partidos y te empiezan a mirar de reojo...

-Es decir, considerás que la formación te saca el foco de lo que significa estrictamente la formación.

-Exacto. Ahora lo viví con Petro B, que era un equipo de formación y con el que nosotros perdíamos dos partidos y ya la visualización de lo que estaban mejorando los chicos jóvenes ya no se podía observar, y cuando ganábamos dos partidos todo se veía mucho mejor. Por eso, creo que depende mucho, básicamente, de cómo lo aborde el club de origen.

-¿Deportivamente qué  dejó este paso por Angola?

-Lo que más me dejó fue trabajar con un equipo de 15 jugadores con atletismo puro, nunca lo había vivenciado, ni siquiera cuando trabajé en Liga Nacional en Bahía, donde había chicos que saltaban y corrían también, pero no a este nivel. Eso me pareció tremendo. En segundo lugar, haber aplicado lo que le escuché a muchos grandes entrenadores, como el Che (García), Sepo (Ginóbili), Pepe (Sánchez) mismo o gente muy importante que tuve al lado: el contexto es lo que manda.

-A ver... ¿Cómo es eso?

-Claro, no es lo mismo dirigir en Angola que en Egipto, en Colombia, Argentina o en otro lugar. Tenés que saber abordar cada grupo, porque cada país tiene una historia diferente y aborda el deporte a su manera, eso me pareció fascinante; tenés que saber qué teclas tocar, porque no es lo mismo dirigir acá en Argentina a 12 chicos de 19 años que todos los días se levantan y tienen el desayuno y van a la escuela, que dirigir chicos en Angola, donde dos por tres alguno llegaba famélico porque no había comido. O muchos que, por fallecimientos de mucha naturalidad por diferentes cuestiones, tienen que ir continuamente a velorios, es decir, culturalmente es totalmente distinto.

-¿Y la competencia?

-Muy interesante. Jugamos con un equipo B, contra equipos profesionales A en el mismo torneo, entonces, tenías que nivelarte con jugadores de más experiencia, que cobraban mayor cantidad de dinero y había que buscarle la vuelta a cómo rendir competitivamente con un equipo mucho más joven, algo a lo que estaba acostumbrado.

-¿Cómo fue vivir y trabajar dentro de una cultura tan diferente?

-Eso tiene que ver con lo que te comentaba, es otra dimensión, porque tenés un 90% de gente pobre y el 10% restante con muchísima cantidad de dinero, no hay clase media. Entonces, te encontrás con familias enteras durmiendo en la calle, con chicos que te piden todo el tiempo agua o algo para comer, con una miseria en el día a día que te cuesta tiempo asimilarla. Porque nosotros, más allá de que sabemos que nuestro país está en una situación complicada, allá el porcentaje es muy alto en malas condiciones.

-¿Qué porcentaje con carencias extremas tenías dentro del equipo?

-Dentro del equipo, unos cuatro o cinco chicos vivían en barrios complicados, donde todo costaba mucho más. El resto, como el club Petro tiene algunos lugares para vivir y paga un contrato mensual, hace que los chicos puedan salir de ese día a día y estar de mejor forma. Pero la realidad es que todos esos chicos venían con la misma base. Inclusive, había chicos que tardaban en llegar a entrenamiento, a las seis y media de la mañana, y a veces venían sin comer. Al mismo tiempo, existía una resiliencia increíble, ante la posición de ciertas comodidades y una alegría y ganas de entrenar admirables a pesar de eso.

-¿Qué te dejó la experiencia en un todo?

-Primero que el país y el continente es otra dimensión totalmente diferente al nuestro. No conozco el asiático, pero me imagino que será similar. Son cosas muy distintas a Europa, Estados Unidos y obviamente Sudamérica. Haciendo un resumen, cuando volví y charlando con María (su esposa), entendimos que resultó todo lo que nosotros queríamos que nos dejara, desde hablar otro idioma, otras comidas, diferente cultura, diferente día a día, otro abordaje profesional con jugadores que, si bien el deporte es el mismo, tienen otra forma de competir. Lo mismo, conocer Angola, Namibia, un país increíble que está en el sur limítrofe con Angola. En ese resumen, la experiencia fue espectacular, no solo para mí, sino para mi esposa y mis hijas (Blanca, de 11 años y las mellizas Bruna y Joaquína, de 6). Todos pudimos vivenciar algo que, de no haber sido por el deporte, tal vez no lo hubiésemos hecho nunca.

-Más allá de tus prioridades, ¿te ves dirigiendo en la Argentina en caso que no surja nada afuera?

-Sí, totalmente. Obviamente ya Bahía lo conozco y a cualquiera que dirija y me pregunte le diría que viniera, porque entiendo que dirigir en Bahía es una experiencia en sí misma. La realidad es que estoy tratando de buscar lugares que no conozca. Ahora bien, no tengo ninguna duda que Bahía es de los mejores lugares para poder desarrollarte profesionalmente, dirigir y donde te hacen sentir la presión de tener que trabajar y demás. Por lo tanto, si es un lugar en la Argentina y mismo Bahía Blanca, estaría encantado de aceptarlo porque amo mi ciudad, nací y crecí con este básquet, más allá que priorizo algún punto que no conozca dentro del país. Si bien he salido muchas veces, vivir acá no lo cambio por nada. Estoy totalmente abierto.