Lo que el agua no se llevó: el puente Tombesi resistió a pie firme el embate del Napostá
Habilitado en 1968, el puente de calle Casanova es clave para el movimiento vehicular de la ciudad por su estratégica ubicación.
Es periodista, ingeniero civil y docente de la Universidad Nacional del Sud en materias relacionadas con el Patrimonio arquitectónico y el planeamiento urbano. Ha publicado notas en revistas Vivienda, Todo es Historia, Obras & Protagonistas y Summa +. Participa en varios micros radiales referidos a la historia de Bahía Blanca. En dos ocasiones recibió primera mención por parte de ADEPA en el rubro Cultura e Historia.
Las precipitaciones registradas sobre la ciudad el pasado 7 de marzo –casi 300 milímetros en cinco horas—hicieron colapsar todos los sistemas de desagües pluviales –incluyendo el canal Maldonado y el arroyo Napostá—generando la mayor inundación en la historia de la ciudad.
De acuerdo a estudios realizados por el INTA y la UNS, el agua llegó al partidor, en su momento de máxima crecida, con 900 m3/seg, el triple de la capacidad de diseño de los mencionados cursos de agua.
Es conocido efecto catastrófico del fenómeno sobre la población y la fuerza de la corriente quedó graficada en el arrastre que hizo de todos los puentes de hormigón sobre el Maldonado y de los peatonales sobre el Napostá.
Pocas de esas estructuras lograron soportar ese tremendo empuje, entre ellas el transitado puente de calle Casanova, ubicado en un punto de suma exposición ya que el agua que corre desde el partidor para por debajo del mismo buscando ingresar al entubado.
A pesar del esfuerzo estructural al que fue sometido, la obra se mantuvo intacta, dando una muestra de la excelencia del cálculo que en su momento realizó el ingeniero Norberto Tombesi.
El primero, sumergible
Cruzar el Napostá a la altura de calle Casanova fue, hasta la década del 50, hacerlo saltando entre piedras y cuando el cauce estaba en su mínima expresión. La consolidación del barrio Palihue y el crecimiento de La Falda hicieron cada vez más necesaria la construcción de un puente que permitiera el paso vehicular y peatonal.
La primera respuesta a esa necesidad vino de la mano del ministro de Hacienda y Economía de la provincia, el bahiense Miguel López Francés, quien ocupando esa cartera durante el mandato del gobernador Domingo Mercante, quien lo incluyó en la primera etapa del ambicioso proyecto de la “avenida de enlace” que uniría los parques de Mayo e Independencia.
Esa obra comenzaba en el “rond-point” a la altura de calle Córdoba, la calle bordeando el arroyo hasta llegar a calle Casanova. El puente tenía una característica muy particular, ya que se lo presentó como “de hormigón tipo sumergible”, de manera que una crecida del arroyo literalmente lo dejaba bajo el agua.
De hecho muchas veces se lo nombraba como “puente de bajo nivel”. Son varias las fotografías que dan cuenta de esa situación, es decir, de estar con su tablero sumergido ante cualquier crecida.
Llega el nuevo diseño
Pasaron 15 años hasta que finalmente en 1967 la municipalidad decidió construir una nueva obra, ubicada a una altura razonable en relación al nivel que alcanzaba el agua en las crecidas.
Para el diseño y cálculo de la obra se contrató al estudio de ingeniería de Norberto Tombesi, especialista en estructuras de hormigón, quien se encargó además de desarrollar un diseño atractivo, recurriendo a líneas curvas y con los pilares revestidos en piedra bocha.
Debido a la calidad del suelo y la presencia de la napa de agua casi al borde del lecho del arroyo, se optó por la utilización de 42 pilotes. La estructura fue realizada con hormigón de alta resistencia, utilizando supercemento, piedra y arena de Ombucta.
El puente fue oficialmente inaugurado el 9 de julio de 1968. El 6 de junio de 2003, en coincidencia con el Día de la Ingeniería argentina, fue bautizado con el nombre de Norberto Tombesi.
Han transcurrido 60 años y el puente sigue siendo cada vez funcional y cada vez más utilizado.
Es además parte de un paisaje reconocible de la ciudad y suma ahora el valor adicional de haber soportado una de las pruebas más exigentes desde su habilitación.
Una baranda especial
El ingeniero Osvaldo Martínez, destacado profesional, docente y ex decano del Departamento de ingeniería de la UNS, trabajó en 1967 en el estudio de Norberto Tombesi, participando del diseño y cálculo del puente, como parte del trabajo final de su carrera. “La obra es de hormigón armado, tradicional, salvo la tarea de pilotes no tiene nada en especial”, recuerda hoy, consultado por este medio.
“Sí hay un detalle que quizá resulta menor pero que es interesante. El diseño de los pasamanos era bastante ancho porque por el interior corría una línea de tubos fluorescentes para que de noche quedara iluminado el sector de las veredas. Era un componente interesante que sería interesante rescatar, un detalle que hace a la vista nocturna del puente”, agregó.
El autor
Norberto Tombesi fue un destacado profesional de la ingeniería y docente en varias materias en la Universidad Nacional del Sur.
Desde muy joven trabajó desde joven en la construcción, hasta decidirse a completar sus estudios secundarios (se recibió de bachiller a los 28 años, en el ex Colegio nacional) y luego los universitarios, egresando como ingeniero civil en 1963.
Fue el creador de un sistema de control mental bautizado "Holo-Mental", trasladando su filosofía a la enseñanza, alentando el desarrollo de la imaginación y la creatividad. "Si saben mucho y no crean nada, ¿para qué sirve lo aprendido?", decía. Publicó cinco libros relacionados con esa temática. Falleció en 1998.