El camino hacia 2028: ¿habrá festejos o será una simple conmemoración?
Pese a todo, Bahía Blanca está de pie y ahora se enfrenta a un nuevo desafío: concretar las obras necesarias para que lluvias de magnitud no vuelvan a castigarla.
Si hay algo seguro en su cambiante presente, es que a tres años de su bicentenario, Bahía Blanca se encuentra muy lejos de cumplir con las expectativas creadas 100 años atrás.
Después del trágico temporal del viernes 7 de marzo, la ciudad aún sigue aturdida, frágil, temerosa por la reiteración de eventos naturales que destrozan familias, demuelen instalaciones claves y terminan sepultando miles de sueños.
Por eso, y por distintos condicionantes, en su mayoría atados a los vaivenes de una economía nacional en crónica decadencia, la otrora Capital del Sur hoy no está llamada a ser una de las ciudades más importantes del planeta, destino que no pocos optimistas le auguraban en las primeras décadas del siglo pasado.
Ahora, en su 197 aniversario, en medio de lágrimas y bronca, la ciudad trata de recuperarse de los terribles golpes que destrozaron su infraestructura y dejaron miles de hogares desechos y con enormes pérdidas.
Pero Bahía Blanca está de pie, no se rindió ni piensa hacerlo. De eso no hay duda. Sólo basta con ver tantos ejemplos solidarios, tantas historias de vida de vecinos que pese a todo siguen levantando la persiana de sus comercios o reconstruyendo, ladrillo por ladrillo, todo lo que el agua les llevó aquella trágica mañana de marzo.
Y no es un eslogan. No es una frase hecha para quedar bien en un nuevo aniversario. La historia misma de Bahía Blanca y su ADN muestran que a lo largo de casi 200 años debió ponerse de pie en numerosas oportunidades.
Nunca nadie le regaló nada, al contrario, amplias regiones del país se sirvieron de su puerto, de sus recursos humanos, de su ubicación estratégica y de la amplia región agropecuaria que la rodea.
Incluso hubo quienes cercenaron su justa aspiración a convertirse en capital de una nueva provincia, pese a exhibir sobrados merecimientos.
Por eso, pese a todo, Bahía Blanca está de pie, no podía ser de otra manera, y ahora se enfrenta a un nuevo desafío, concretar las obras necesarias para que lluvias de magnitud no vuelvan a castigarla.
Y ahí la tarea depende mucho de su dirigencia, sobre todo a la hora de priorizar un plan de obras concreto, pero también ambicioso, que morigere el riesgo de inundaciones y busque, además, dar solución a crónicos problemas como la falta de agua, por ejemplo.
Y en ese plano, luego de la necesaria ampliación y readecuación del canal Maldonado, más algún proyecto similar para el entubado del arroyo Napostá, surge como una obra insoslayable la construcción de un embalse en Puente Canessa.
Ese proyecto no sólo amortiguaría las cada vez más recurrentes crecidas del arroyo, sino que permitiría captar el agua de las cuencas alta y media, generando un pequeño lago artificial para abastecimiento de la población y la industria, además de conformar un nuevo sector de esparcimiento.
También podría optarse por una cadena de cierres en toda la cuenca del arroyo, desde los cerros El Aguila y El Aguilucho, arroyo Los Leones, Puente Canessa, Los Mirasoles y Aldea Romana.
Bien administrado y planificado, el dinero ya comprometido por de varios organismos internacionales junto otros créditos que podrían obtenerse en la emergencia, más el aporte de Nación y Provincia, generaría una masa de recursos suficiente como para intentar lograrlo.
El desafío es grande, pero la adversidad abrió la puerta a nuevas posibilidades en materia de obras y cambios estructurales.
Es cierto, a diferencia de 1928, cuando soplaban vientos cargados de enorme optimismo, poco y nada queda de aquella “California del Sur”.
También es cierto que el orgullo bahiense se encuentra fuertemente vapuleado por tantos sinsabores, no sólo por contingencias climáticas, sino por proyectos perdidos o arrancados como el de la megaplanta de gas natural licuado (GNL), pero sigue habiendo elementos como para pensar en una recuperación.
Por supuesto que no será inmediata, pero es de esperar que por su condición de ciudad golpeada se obtenga mayor ayuda y nuevas obras terminen reactivando su economía.
Y este también puede ser un buen año en materia de inversiones, sobre todo porque en el segundo semestre Pampa Energía decidirá si construye una planta de urea (otro Profertil) en terrenos próximos a la termoeléctrica whitense.
Y mientras Compañía Mega sigue expandiéndose en lo que hace a la industrialización de los líquidos del gas, Transportadora de Gas del Sur apunta a lograr un enorme proyecto: duplicar su planta ubicada en General Cerri.
Evidentemente, Bahía Blanca no llega de la mejor manera ni mucho menos a este nuevo aniversario, pero sigue teniendo elementos para creer en una paulatina recuperación.
Y como se viene señalando cada año desde estas páginas, la dirigencia toda tiene el deber irrenunciable de aunar voluntades, multiplicar esfuerzos y sumar peso político a nivel nacional y provincial para que las cosas se concreten.
De lo contrario, el 11 de abril de 2028 quedará resumido a un simple hecho conmemorativo, muy lejos de la verdadera celebración que todo bahiense desea y merece.